Por Carlos Amorín | Rel-UITA
Quién puede dudar que su investidura sea la de un gigante del ámbito internacional. Su palabra influencia y provoca la reflexión de millones de seres humanos, especialmente en América Latina.
Se anuncia como un trabajo sobre medio ambiente, pero en realidad abarca muchos otros temas, porque la reflexión papal cala hondo en las principales causas y consecuencias de la actual crisis ambiental global, y llega a dejar en evidencia que el modelo de organización económica social y política imperante es el responsable del desastre, y que sin cambios muy profundos será imposible revertirlos.
Se sea o no católico, o incluso cristiano o apenas religioso, se debería reconocer este texto como un momento histórico en la tradición de la iglesia católica, pero también un gran aporte e impulso a numerosas luchas de la sociedad civil en todo el mundo, y no solamente a aquellas vinculadas a temas ambientales.
“(…) entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que ‘gime y sufre dolores de parto’. Olvidamos que nosotros mismos somos tierra.
Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”, expresa ya en el segundo párrafo de la Introducción.
“(…) entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que ‘gime y sufre dolores de parto’. Olvidamos que nosotros mismos somos tierra.
Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”, expresa ya en el segundo párrafo de la Introducción.
Plantando bandera
Nada de lo esencial fuera de la consideración papal
Francisco realiza primero una suerte de inventario o diagnóstico de los daños que está acusando el ambiente global. Habla de “Contaminación, basura y cultura del descarte”, señalando la contaminación atmosférica en sus diferentes fuentes, pero recalcando que quienes más sufren las consecuencias son los más pobres.
Residuos industriales, químicos liberados al ambiente y atreviéndose a usar el término “agrotóxicos” planta claramente bandera en un lado del debate. Toma posición. “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, advierte.
No hay compatibilidad alguna –dice– entre la manera de producir de la naturaleza y la de la actual industria. Ésta no ha generado capacidad para absorber los residuos y volver a producir condiciones sostenibles para el desarrollo humano y la vida en general.
Refiriéndose al cambio climático, Francisco hace caudal de “un consenso científico muy consistente” y enfatiza que éste se debe principalmente al modo de producción dominante y a las tecnologías aplicadas con este fin.
Efecto invernadero, combustibles fósiles, cambios en el uso del suelo, deforestación, extensión de la frontera agrícola, afectación del ciclo del carbono, incremento de anhídrido carbónico en la atmósfera, extinción de gran parte de la biodiversidad, derretimiento de los polos, aumento del nivel del mar… nada de lo esencial queda fuera de la consideración papal.
El patio trasero
Los peores efectos para los más pobres
“Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo. Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales.
No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, y poseen poco acceso a servicios sociales y a protección”, señala el Papa.
El Agua
Un derecho humano básico
Reseñando el problema global de la disponibilidad de agua dulce y de su contaminación, Francisco subraya que “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado.
En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”.
Y agrega: “Los impactos ambientales (ndr: de la escasez de agua) podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo”.
“Laudato si” contiene –como no podía ser de otra manera- un par de sus seis capítulos dedicados a la fundamentación teológica y católica de sus posiciones, y utiliza –por momentos- un lenguaje habituado a “lo religioso”.
Sin embargo, todo está sabiamente dosificado, y las explicaciones acerca de la complejidad de las amenazas y conflictos que involucran este tema están plasmadas con una gran simplicidad y claridad.
En cada uno de los ítems que aborda toma partido por los más pobres, los más débiles, los excluidos, los rechazados y los explotados.
Señala la responsabilidad de las corporaciones transnacionales, las finanzas globales, y llama a la refundación de las instancias multiralterales sobre nuevas bases de equidad, valores éticos y participación popular. La esperanza está ahí.
Sirvan esta breves citas de apenas el comienzo de este trabajo -en cuya elaboración intervinieron varios grupos académicos y sociales aportando opiniones, reflexión y propuestas- como un estímulo para la lectura y el análisis de sus tramos esenciales en todas las organizaciones de base y populares.
Un derecho humano básico
Reseñando el problema global de la disponibilidad de agua dulce y de su contaminación, Francisco subraya que “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado.
En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”.
Y agrega: “Los impactos ambientales (ndr: de la escasez de agua) podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo”.
“Laudato si” contiene –como no podía ser de otra manera- un par de sus seis capítulos dedicados a la fundamentación teológica y católica de sus posiciones, y utiliza –por momentos- un lenguaje habituado a “lo religioso”.
Sin embargo, todo está sabiamente dosificado, y las explicaciones acerca de la complejidad de las amenazas y conflictos que involucran este tema están plasmadas con una gran simplicidad y claridad.
En cada uno de los ítems que aborda toma partido por los más pobres, los más débiles, los excluidos, los rechazados y los explotados.
Señala la responsabilidad de las corporaciones transnacionales, las finanzas globales, y llama a la refundación de las instancias multiralterales sobre nuevas bases de equidad, valores éticos y participación popular. La esperanza está ahí.
Sirvan esta breves citas de apenas el comienzo de este trabajo -en cuya elaboración intervinieron varios grupos académicos y sociales aportando opiniones, reflexión y propuestas- como un estímulo para la lectura y el análisis de sus tramos esenciales en todas las organizaciones de base y populares.
Fuente: Rel-UITA
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