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Por Rel-UITA
Los mismos que con sus “rescates” llevaron a que en cinco años el desempleo pasara de 9 al 25 por ciento, la deuda trepara del 120 al 175 por ciento, que la pobreza afecte a más de tres de cada diez hogares y que el salario y la pensiones se desplomen pretenden que el domingo los griegos digan “Sí” a que los sigan “rescatando”.
El fin de semana pasado, tras un último intento de humillación por parte de la Troika conformada por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, el primer ministro griego Alexis Tsipras convocó a un referéndum para que sean los ciudadanos los que decidan si quieren o no aceptar las condiciones impuestas por los acreedores para recibir el último tramo de un paquete de “ayuda” decidido años atrás.
Tan draconianas eran las exigencias de los “troikeros” (subir los impuestos indirectos a productos básicos y los directos a los sectores medios y bajos, recortar aún más las pensiones, bajar el salario real) que Tsipras dijo que contradecían las promesas de su partido, la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) cuando ganó con holgada mayoría las elecciones, hace apenas seis meses.
Desde entonces, el Ejecutivo griego ha pasado de negociación en negociación con la Troika sin poder aplicar lo esencial de su programa, que consistía básicamente en invertir las prioridades seguidas en años anteriores: en vez de rescatar a los bancos rescatar a la población; en vez de recortar pensiones y salarios gravar a los que más tienen; en vez de privatizar mantener a las empresas públicas en la órbita del Estado; en vez de “honrar la deuda”, “honrar a los griegos de abajo”, según dijo Tsipras al asumir.
Muy poco de eso pudo hacer el primer gobierno en la historia reciente de Europa en pretender llevar a cabo una política alternativa a las decididas por los burócratas de Bruselas apoyados por las instituciones financieras, los bancos y las grandes empresas.
Apenas si pudo poner en marcha un programa de subvenciones al consumo de electricidad de las familias más pobres, aumentar a cuentagotas el salario mínimo, apoyar las redes de asistencia informales (comedores populares, policlínicas barriales) surgidas en los años anteriores, frenar algunas privatizaciones, reabrir la televisión pública.
Tsipras, y su ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, han debido consagrar lo esencial de su tiempo a negociar palmo a palmo el reembolso de una deuda que el propio FMI ha reconocido en estos mismos días que es absolutamente impagable.
No sólo impagable, sino “insostenible” y en gran parte “ilegítima y odiosa”, según las conclusiones de una comisión de auditoría instaurada en febrero por el parlamento griego.
“Toda la evidencia que presentamos en este informe –dice el organismo- muestra que Grecia no sólo no tiene la capacidad de pagar esta deuda, sino que tampoco debe pagarla, en primer lugar porque la deuda que surge de acuerdos de la troika es una violación directa de los derechos humanos fundamentales de sus habitantes”.
La Comisión “también ha podido saber que la insostenibilidad de la deuda pública griega era evidente desde el principio para los acreedores internacionales, las autoridades griegas y los medios de comunicación corporativos”.
Sin embargo, “las autoridades griegas, junto con algunos otros gobiernos de la UE, conspiraron contra la reestructuración de la deuda pública en 2010 con el fin de proteger a las instituciones financieras”.
El informe destaca también la complicidad de los “medios de comunicación corporativos” en la construcción de “un relato que retrataba a la población” como “culpable de sus propias fechorías”.
Esos medios, afirma, “escondieron la verdad al público representando una situación en la que el rescate se presentó como beneficioso para Grecia”, cuando en realidad “el uso del dinero del rescate está estrictamente dictado por los acreedores, y por eso es revelador que menos del 10 por ciento de estos fondos se han destinado a gasto corriente del gobierno”.
Da la casualidad que de cara al referéndum se han reproducido los mismos alineamientos: de un lado, el “frente por el No”, formado por sindicatos, el grueso de la izquierda y de los movimientos sociales, y del otro, en el del “Si”, los partidos que aplicaron los ajustazos, la Troika que los inspiró y los “medios corporativos” que los inculcaron como “inevitables”.
Unos y otros son conscientes que el domingo no sólo se juega el futuro de Grecia sino el de varios otros países del sur de Europa. Y estarán sobre todo en el tapete dos modelos.
Tan draconianas eran las exigencias de los “troikeros” (subir los impuestos indirectos a productos básicos y los directos a los sectores medios y bajos, recortar aún más las pensiones, bajar el salario real) que Tsipras dijo que contradecían las promesas de su partido, la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) cuando ganó con holgada mayoría las elecciones, hace apenas seis meses.
Desde entonces, el Ejecutivo griego ha pasado de negociación en negociación con la Troika sin poder aplicar lo esencial de su programa, que consistía básicamente en invertir las prioridades seguidas en años anteriores: en vez de rescatar a los bancos rescatar a la población; en vez de recortar pensiones y salarios gravar a los que más tienen; en vez de privatizar mantener a las empresas públicas en la órbita del Estado; en vez de “honrar la deuda”, “honrar a los griegos de abajo”, según dijo Tsipras al asumir.
Muy poco de eso pudo hacer el primer gobierno en la historia reciente de Europa en pretender llevar a cabo una política alternativa a las decididas por los burócratas de Bruselas apoyados por las instituciones financieras, los bancos y las grandes empresas.
Apenas si pudo poner en marcha un programa de subvenciones al consumo de electricidad de las familias más pobres, aumentar a cuentagotas el salario mínimo, apoyar las redes de asistencia informales (comedores populares, policlínicas barriales) surgidas en los años anteriores, frenar algunas privatizaciones, reabrir la televisión pública.
Tsipras, y su ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, han debido consagrar lo esencial de su tiempo a negociar palmo a palmo el reembolso de una deuda que el propio FMI ha reconocido en estos mismos días que es absolutamente impagable.
No sólo impagable, sino “insostenible” y en gran parte “ilegítima y odiosa”, según las conclusiones de una comisión de auditoría instaurada en febrero por el parlamento griego.
“Toda la evidencia que presentamos en este informe –dice el organismo- muestra que Grecia no sólo no tiene la capacidad de pagar esta deuda, sino que tampoco debe pagarla, en primer lugar porque la deuda que surge de acuerdos de la troika es una violación directa de los derechos humanos fundamentales de sus habitantes”.
La Comisión “también ha podido saber que la insostenibilidad de la deuda pública griega era evidente desde el principio para los acreedores internacionales, las autoridades griegas y los medios de comunicación corporativos”.
Sin embargo, “las autoridades griegas, junto con algunos otros gobiernos de la UE, conspiraron contra la reestructuración de la deuda pública en 2010 con el fin de proteger a las instituciones financieras”.
El informe destaca también la complicidad de los “medios de comunicación corporativos” en la construcción de “un relato que retrataba a la población” como “culpable de sus propias fechorías”.
Esos medios, afirma, “escondieron la verdad al público representando una situación en la que el rescate se presentó como beneficioso para Grecia”, cuando en realidad “el uso del dinero del rescate está estrictamente dictado por los acreedores, y por eso es revelador que menos del 10 por ciento de estos fondos se han destinado a gasto corriente del gobierno”.
Da la casualidad que de cara al referéndum se han reproducido los mismos alineamientos: de un lado, el “frente por el No”, formado por sindicatos, el grueso de la izquierda y de los movimientos sociales, y del otro, en el del “Si”, los partidos que aplicaron los ajustazos, la Troika que los inspiró y los “medios corporativos” que los inculcaron como “inevitables”.
Unos y otros son conscientes que el domingo no sólo se juega el futuro de Grecia sino el de varios otros países del sur de Europa. Y estarán sobre todo en el tapete dos modelos.
Fuente: Rel-UITA
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