Por Misión Verdad
Cuando el golpe de 2002 en Venezuela, 15 naves de guerra estadounidenses habían llegado a la base de Manta, Ecuador. Desde allí operaron aviones de patrullaje sobre Venezuela y se habría dado información de inteligencia a los golpistas, de acuerdo a la revista de inteligencia Intel Briefing.
En ese momento se puso en evidencia el funcionamiento operativo de la red de bases estadounidenses, coincidiendo con una serie de cambios tácticos y de estrategia del Pentágono a nivel mundial, como se vio en Siria donde privilegió la guerra a distancia en vez de una invasión, lo cual debe ser analizado para entender el contexto de asedio de espectro completo actual contra Venezuela, descrita por la doctrina militar estadounidense como parte del "Arco de Inestabilidad" a nivel mundial.
Nuevo enfoque
Es importante empezar por la base de Manta ya que es un símbolo de
las modificaciones en la estrategia de la doctrina operativa del
ejército norteamericano a nivel mundial, donde se privilegian bases
pequeñas con poca cantidad de efectivos y la suficiente infraestructura
para recibir un importante despliegue aéreo, marítimo y de infantería,
de ser necesario, de acuerdo al documento "Estrategia Nacional para una Nueva Era", firmado durante la Administración de Bill Clinton.
Esto formalmente comienza cuando caduca el acuerdo militar con Panamá
gracias al acuerdo Torrijos-Carter en el que se establecieron plazos
para que Washington traspase el control del Canal de Panamá. El
Pentágono, en consecuencia, tuvo que reordenar
sus bases en Florida (Estados Unidos), Soto Cano (Honduras), Puerto
Rico, Comalapa (El Salvador), Reina Beatriz, (Aruba), Hato Rey (Curazao)
y Manta (Ecuador), donde se pone en marcha lo que se conoce como el
establecimiento de Centros Operativos de Avanzada (FOL, por sus siglas
en inglés) para que tengan un pequeño número de militares, una
desconocida cantidad de contratistas, una continua actividad de
inteligencia vía monitoreo, rastreo satelital, patrullaje; activas para
despliegues rápidos si es necesaria una intervención directa en el lugar
de la base u otros sitios cercanos o distantes, como hubiese sido
utilizada la base de Palanquero (Colombia), para enviar grandes aviones
hacia parte de África en caso de una eventualidad.
Bajo la "lucha contra el narcotráfico" es que se vendió la
permanencia y aumento de la presencia militar estadounidense con el
desembarco de la IV Flota
y la formación de miembros del aparato de seguridad de otros países,
una clásica forma de intervención de Washington. Así fue cómo se
continuó con la ampliación de su influencia y control en las áreas
estratégicas sobre los recursos naturales de América Latina, como el
Amazonas, la Faja del Orinoco y el Acuífero Guaraní, entre otras.
Para esto hay un sistema de bases militares o convenios de
cooperación que se basa en privilegiar pequeños sitios, delegar la
adjudicación a contratistas para vincularse después y tapar los rastros
que vinculen al Pentágono en estas relaciones que supuestamente son para
luchar contra el narco o tareas humanitarias, de acuerdo al libro Territorios vigilados de
la investigadora argentina Telma Luzzani. Así, a las bases
convencionales como las conocemos (gran número de militares,
equipamiento, aviones, buques, entre otras condiciones ya conocidas), se
le suman las FOL.
Despliegue y guerra irregular
Y estas más de 80 bases operan desde México hasta Chile, pasando por Paraguay en Mariscal Estigarribia, donde está la mayor
pista de aterrizaje de América Latina, y Chile con Fuerte Aguayo, sólo
por nombrar algunos de los sitios que se conocen entre la maraña de
desinformación, donde, por ejemplo, se intenta ocultar que Perú y
Colombia son paradas
de aprovisionamiento de la IV Flota, y se envía 250 marines a Honduras
de las Fuerzas de Tareas Especiales para "luchar contra el narcotráfico,
tareas humanitarias y formar a otras fuerzas".
Este despliegue en Honduras es
parte del reenfoque de la Administración Obama, en el cual se
privilegia el uso de intervenciones encubiertas en vez de las directas,
luego de que se comprobara que Estados Unidos ya no puede predominar en
escenarios de invasión, como sucedió en Irak y Afganistán. De acuerdo al
analista militar cubano David Ignacio Martín, los últimos documentos
militares y las declaraciones de altos rangos militares estadounidenses destacan
la Guerra No Convencional, o irregular, como la doctrina predominante
de las Fuerzas Armadas estadounidenses, que para fines prácticos comenzó
a ser publicada justo antes que iniciaran las "primaveras árabes" y se
dieran los escenarios libios y sirios.
Bajo la "lucha contra el narcotráfico" es que se vendió la presencia militar estadounidense con la IV Flota
En este sentido, el desembarco en Honduras apunta a fortalecer el
papel del Comando de Operaciones Especiales, que durante la
Administración de Obama pasó de operar en 60 países a 150 con los
múltiples objetivos de asesinar, secuestrar, realizar supuestas
"misiones humanitarias" y formar a ejércitos de otros países (o fuerzas
irregulares destinadas a iniciar movimientos armados contra los
gobiernos enemigos) para que sustituyan a Estados Unidos en el campo de
batalla, tal como lo explica una norma secreta
firmada por el ex jefe del Pentágono, luego de la CIA y finalmente
destituido por un escándalo de faldas y correos electrónicos, el general
David Petraeus.
El uso y despliegue de fuerzas de operaciones especiales y la
utilización de Centros de Operaciones Avanzadas (FOL) se enlaza con
otros ingredientes pregonados por la Administración Obama, en la que se
hace énfasis seis puntos: operaciones
de las fuerzas especiales, aviones no tripulados, espías, socios
civiles, guerra cibernética y combatientes subrogados (ejércitos
irregulares que, en el caso venezolano, pueden ser identificados con el
paramilitarismo, en el caso ucraniano con el movimiento nazi, y en el
mundo árabe-musulmán con el Estado Islámico, Al Qaeda y diversos grupos
yihadistas implicados en Libia y Siria, por ejemplo).
Toda esta nueva doctrina, en la que también funcionan las
contratistas militares (mercenarios), es conocida en la actualidad como
la guerra híbrida,
posmoderna o líquida, en la que campañas de comunicación 2.0 se
combinan con cyberterrorismo, manifestación de calles de "los socios
civiles" (ONGs, políticos, estudiantes, periodistas, académicos, entre
otros) financiados por Washington
a través de la Usaid, la NED o Freedom House y acciones encubiertas de
agentes especiales, privados o combatientes subrogados para en primer
lugar intentar quebrar el frente interno vía "revoluciones de colores", o
llevar progresivamente al "enemigo o adversario" a un escenario de
guerra civil en la que los costos no sean altos en intervención y todo
el peso político, social y económico caiga en las espaldas del país
atacado.
Bajo esta lógica es que funciona el Comando del Sur, y este es el tipo de función que cumplen sus bases.
El cerco a Venezuela
La guerra irregular se escenifica aquí desde el terreno de las
comunicaciones y medios digitales, los espías (cuyo punto más visible
fue la detención del agente de la CIA, Thimoty Tracy), la guerra cibernética (escenificada a gran escala con el hackeo al CNE el 14 de abril de 2013 y las denuncias del presidente de Conatel, William Castillo), los socios civiles financiados por Washington
y los combatientes subrogados, que andan vestidos de paramilitares
luego de haber sido formados en Colombia para la guerra sucia.
Estos no sólo asumen tareas militares, como los paramilitares, sino
que también apuntan a respaldar el ataque a la moneda, el bolívar, y la
economía venezolana con teorías, rumores, matrices de opinión y
denuncias falsas, acordes a la guerra económica emprendida por el gran
capital financiero y el eje Madrid-Miami-Bogotá.
También hay indicios de que existirían contratistas militares como Dyncorp involucrados
en planes golpistas, como sucedió con el alquiler del avión Tucano
destinado a bombardear Miraflores, así como monitoreo satelital y de
comunicaciones sobre Venezuela bajo el modelo denunciado
por Edward Snowden, entre otros hechos comprobables donde se pone en
funcionamiento la estructura de las bases militares en la región bajo
una perspectiva global.
Esta nueva doctrina es conocida en la actualidad como guerra híbrida, posmoderna o líquida
Con base a esto, se presta apoyo logístico y de "ideas", además de
acciones tácticas, a los grupos destinados a sabotear la economía, la
infraestructura y los servicios, como se ve en la constante guarimba eléctrica, los ataques cibérneticos al sistema alimentario armado por el Estado venezolano y los saboteos contra la estatal Pdvsa, por nombrar los casos más evidentes.
Por citar una eventualidad: hoy en día, esta estructura militar estadounidense permitiría montar una Sala de Operaciones Especiales (la que en términos de operaciones psicólogicas ya
existe) para planificar y ser los ojos de las acciones militares en el
terreno de un ejército irregular que inicie una guerra en Venezuela.
Este es el modelo de guerra no convencional aplicado
en Siria para apoyar a los yihadistas islámicos y que toma puntos
operativos alrededor del país, como Turquía, Jordania e Israel, donde
existe presencia militar estadounidense. Por caso, esto mismo podría ser
replicado tanto en Colombia, como en Aruba, Curazao, Panamá, Honduras o
Perú.
Lo paradójico es que, al igual que en 2002, Estados Unidos desembarca más de 3 mil militares y
un portaviones nuclear en Perú (el país que sustituyó el papel de Manta
en Ecuador) en el mismo momento que declara a Venezuela como "una
amenaza inusual y extraordinaria" para su "seguridad nacional",
y en paralelo la Exxon Mobile (Rockefeller) intenta crear un escenario
de conflicto con Guyana, que acaba de participar en un ejercicio militar
conjunto con el Comando Sur.
Esta orden ejecutiva, en términos militares, formaliza implícitamente
la activación de toda su mecánica de poder blando y duro, y sus más de
80 bases militares en la región tienen su papel a cumplir, si se tiene
en cuenta que éste es sólo un paso formal enmarcado en la "Doctrina de Guerra Irregular de la Armada de Estados Unidos", donde se califica a Venezuela como uno de los "campos de batalla".
Las evidencias hablan por sí solas:
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