Hacerle
honor a las personas que entregan su vida al cultivo de la tierra, a
mujeres, hombres, niños y niñas, labriegos sencillos recita el himno
nacional, es reconocer nuestra falta de agricultura, el casi exterminio
del pequeño productor bajo la dictadura de la agroindustria que acapara
nuestras tierras y beneficia a unos cuantos y ni siquiera sus frutos son
para el consumo nacional, atentando contra nuestra seguridad
alimentaria.
Los
datos son contundentes el 60% de la producción nacional de nuestro país
es para la exportación de banano, piña, café, aceite de palma, plantas,
follajes, flores, yuca y melón ( FAO, 2012).
Todos producidos como monocultivos que contribuye a que seamos el
primer lugar mundial en importador de plaguicidas o venenos (FAO, 2010).
Lejos de nuestros competidores en América tropical como Colombia,
Ecuador, Honduras o Brasil.
Es mucho veneno.
Sí, es la mejor palabra que puede describir a los plaguicidas y otras
sustancias de origen sintético utilizados en la agroindustria.
Ampliamente asociados a múltiples problemas a la salud, como: cáncer,
deformaciones en fetos, problemas de aprendizaje, alergias,
intoxicaciones agudas y por tanto la muerte. Responsables también de
contaminación de cuencas, hoy hasta son responsables de muerte en el
mar.
Según estadísticas de la FAO en
2010 Costa Rica consumió: 24,56 Kilogramos de ingrediente activo (el
compuesto químico que ejerce la acción plaguicida) por hectárea al año
(i.a/ha/año), le sigue Colombia con 14, 50 y China con 17,81. Mientras, en fertilizantes
según los datos del Banco Mundial estamos en los primeros lugares del
mundo de mayor de consumo de fertilizantes superando 5 veces el promedio
mundial, Costa Rica tiene un promedio de consumo de 705 kg mientras el rango mundial ronda los 141 kg por hectárea de tierra cultivable, lo cual nos coloca por encima de cientos de países y regiones.
Eso
demuestra que estamos forzando a la agricultura de nuestro país a
llegar a un umbral de producción - contaminación, a ganar más dinero con
un creciente daño ambiental que se vive a corto, mediano y largo plazo.
Los
estudios sistemáticos del Instituto Regional de Estudios en Sustancias
Tóxicas (IRET) y estadísticas globales demuestran que el uso y abuso de
venenos agrícolas ha aumentado significativamente en Costa Rica, sin
haber aumentado las áreas agrícolas en el país. El agotamiento de la
frontera agrícola explica el abuso de venenos. La cantidad de
agrotóxicos importados por Costa Rica ha aumentado 3,14 veces desde
1977. Sólo en plaguicidas importó 184.817 toneladas de ingrediente
activo entre 1977 al 2006.
Además,
la importación de insecticidas, fungicidas y demás venenos está dentro
de los principales 15 productos importados y generó en 2011 unos egresos
al país por 136.6 Millones de US$ (PROCOMER, 2011), todo ello a costa de un gran despojo y una creciente concentración de tierras en pocas compañías.
Nos quedamos sin tierra.
Veamos un ejemplo: el 60% de la producción de palma aceitera está en
manos de transnacionales y grandes cooperativas. Con una agresiva pero
silenciosa expansión pasó de 57,000 hectáreas en 2010 a 67,562 en 2013 a
un estimado de 71,500 has para el cierre del 2014. En banano el 52% de
la producción está en mano de transnacionales (Chiquita, Dole, BANDECO),
lo demás lo siembran productores independientes que le venden a las
transnacionales que exportan y comercializan.
En crisis nuestra seguridad alimentaria.
Mientras entregamos nuestras mejores tierras a transnacionales para la
exportación de postres estamos importando los principales productos de
consumo cotidiano: los frijoles comunes, el arroz con cáscara, el maíz
amarillo, el frijol de soya y el trigo.
Un
cálculo del 2008 aseguró que necesitaríamos unas 283 mil hectáreas
adicionales de maíz blanco (16000) y amarillo (150000), fríjol (41000) y
arroz (76000) si se quiere abastecer la demanda nacional, pero cómo
asegurarnos nuestros granos básicos si toda nuestra tierra está
concentrada en agro negocios de exportación (Baltodano p EN, 2008).
En
2008 se declaró la crisis de los alimentos a nivel mundial, y hasta el
gobierno neoliberal en Costa Rica, responsable histórico de esta ruina,
reconoció la importancia de recuperar nuestra soberanía alimentaria no
sólo por el aumento de los precios sino por el desabastecimiento de los
alimentos en el mundo.
Esta
crisis debió servir para tomar conciencia de la urgencia de superar la
era de los agrotóxicos y la mega agroindustria, y apuntar seriamente a
recuperar nuestra soberanía alimentaria y gestión justa y sostenible de
las tierras cultivables.
No
hace falta alimento ni producción. Hace falta justicia y equidad en el
campo. Hay muchas formas de controlar plagas sin necesidad de usar
venenos químicos. Son cada vez más las familias que están mejorando sus
ingresos, su salud y el ambiente con la agricultura orgánica que en
pocos años crece rápidamente para convertirse en una opción más justa y
popular.
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