Misión Verdad |
Por Miguel Leonardo Rodríguez | Misión Verdad
El imperio, y mucho menos la oposición apátrida, imaginaron nunca la extraordinaria expresión de dignidad, valentía y compromiso que tiene el pueblo venezolano con su patria en los momentos más aciagos. No hay que olvidar que una de las fibras más vigorosas, y de profundo arraigo en el corazón del pueblo venezolano, ha sido la que mueve poderosamente la convicción antiimperialista y, por lo tanto, la asunción con la que ha asumido la defensa de la soberanía nacional, desde los tiempos en que Álvaro Uribe –y también los gobiernos de Bush y de Aznar– intentó mancillarla verbalmente y con amenazas de intervención bélica.
Y es que cuando se trata de la patria no importa cuán poderoso, en términos militares, sea el enemigo o la dimensión geográfica que tenga la nación agresora, porque lo que realmente sí importa es que todos los nacidos en esta amada tierra la llevamos en el corazón y está arraigada en nuestra mente su defensa, y amarla por siempre.
Y es que cuando se trata de la patria no importa cuán poderoso, en términos militares, sea el enemigo o la dimensión geográfica que tenga la nación agresora, porque lo que realmente sí importa es que todos los nacidos en esta amada tierra la llevamos en el corazón y está arraigada en nuestra mente su defensa, y amarla por siempre.
Se trata, desde luego, de un legado contentivo en el ideario del Libertador Simón Bolívar que el Comandante Chávez lleva en la arteria de su legado universal.
Justamente eso es lo que en estos días de gran efervescencia y movilización popular, previos a la Cumbre de las Américas, el pueblo venezolano ha querido dejar constancia y manifestar su más rotundo rechazo ante la infame agresión de que hemos sido objeto, al declararnos como amenaza para EEUU, que es precisamente a quien se reconoce como el imperio más poderoso, genocida y violador de los derechos humanos del planeta. Esto no es una simple aseveración: a lo largo de la historia de esa nación “belicosa” (como ya la identificaba nuestro Libertador), hemos sido testigos de cruentas masacres y dolores causados por invasiones militares a muchos pueblos del mundo en nombre de la “democracia”, e invocando supuestas amenazas a su seguridad.
Justamente eso es lo que en estos días de gran efervescencia y movilización popular, previos a la Cumbre de las Américas, el pueblo venezolano ha querido dejar constancia y manifestar su más rotundo rechazo ante la infame agresión de que hemos sido objeto, al declararnos como amenaza para EEUU, que es precisamente a quien se reconoce como el imperio más poderoso, genocida y violador de los derechos humanos del planeta. Esto no es una simple aseveración: a lo largo de la historia de esa nación “belicosa” (como ya la identificaba nuestro Libertador), hemos sido testigos de cruentas masacres y dolores causados por invasiones militares a muchos pueblos del mundo en nombre de la “democracia”, e invocando supuestas amenazas a su seguridad.
Son innumerables los actos de guerra que sin ningún miramiento, o en nombre de la “guerra preventiva” contra cualquier país, perpetran los gobiernos norteamericanos, a veces aliados con otras fuerzas imperiales o militares del mundo. Pareciera casi una ficción, pero es justamente lo que han tenido que sufrir los pueblos de más de 70 países con intervenciones militares declaradas y documentadas, sin contar las operaciones secretas y encubiertas en muchos otros.
Hoy una vez más los venezolanos hemos respondido mayoritariamente al llamado del clarín de la patria. Como nunca antes ha sacado a flote su casta de patriota para decirle al mundo entero que Venezuela es un pueblo de paz, y que estamos decididos a defenderla en cualquier circunstancia.
Es fundamental analizar cuál ha sido el triste papel jugado por la oposición venezolana ante la conspiración e injerencia permanente del Gobierno de Estados Unidos y las amenazas contra el país, convertida en realidad a través de la demente e infame orden ejecutiva de Obama. Habríamos preferido que nuestras diferencias se hubieran mantenido en el plano de la diplomacia y el derecho internacional, pues, como lo afirman las mediciones de opinión, el sentir de todos los venezolanos manifiesta no querer confrontación con país alguno. Es y ha sido parte de nuestra historia republicana: somos un territorio de paz y de ese camino nada ni nadie podrá sacarnos.
Como hemos señalado otras veces, la oposición se ha dedicado en todos estos años a jugar a dos bandas, con posiciones que transitan la senda democrática hasta el golpismo, y por eso permanecen inmutables y se niegan a pronunciarse abiertamente en contra de tal medida imperial. En ese juego han estado durante estos 16 años, y por eso seguirán siendo derrotados.
En esta ocasión, la mayoría de sus voceros han optado por la descalificación y banalización de lo que significa un hecho sin precedentes en la historia política venezolana. Sin duda que no aprendieron nada de Chávez, quien siempre dio un paso al frente y tomó posición sin ambigüedad ante cualquier circunstancia, por más difícil que ésta fuera. Salvo algunas individualidades, estamos frente a una oposición incapaz de deslindarse abiertamente con esa política agresora y guerrerista de Washington, para lo cual ya se escriben los primeros párrafos de un tórrido capítulo que plasme para la historia la actuación de un sector de la vida nacional en los momentos más apremiantes de la patria.
Una conducta que encuadra en esa práctica de jugar a dos bandas y de banalizar hasta la burla misma cualquier acontecimiento; una estrategia que con toda responsabilidad viene denunciando de manera reiterada el Presidente Maduro.
Esta vez, ni siquiera ante una flagrante agresión a la patria que nos dejara el Libertador Simón Bolívar con el infame decreto firmado por Obama declarando a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria” para EEUU, los ha hecho reaccionar. Entendemos que puedan existir diferencias políticas e ideológicas, porque definitivamente creemos en modelos distintos, pero no pudieron sacar algo de dignidad para fijar una posición patriota como lo ha hecho abrumadoramente la gran mayoría de los venezolanos.
Ha quedado en evidencia la actuación y visión imperial del gobierno de EEUU sobre el mundo, queriendo con sus largas garras volver a adueñarse y controlar todo lo que junto a Chávez decidimos soberanamente que era nuestro: el petróleo y demás recursos naturales. Estamos seguros que allí está el trasfondo del problema, y no podemos dejarnos confundir ni distraer porque las distintas medidas o acciones en escalada que frecuentemente accionan contra nuestro país, todas llevan como lugar común el despojo y apropiación de nuestras riquezas.
De igual forma han pretendido desconocer e incluso tratado de ridiculizar cada vez que se realiza una denuncia y se han abortado planes magnicidas para acabar con la vida del compañero presidente Nicolás Maduro. Han sido tanto los intentos, como contundente la repuesta de los organismos de seguridad del Estado. Ellos vienen cumpliendo un rol fundamental en sus labores de inteligencia y contrainteligencia, dedicados a recabar las pruebas necesarias y tomar las medidas para contener, neutralizar y disuadir cualquier acción desestabilizadora y terrorista que se planifican contra la institucionalidad, la integridad física del presidente de la república y de otros dirigentes o figuras destacadas del quehacer político nacional.
Con el decreto malévolo finalmente tenemos la prueba más fehaciente de la participación directa de EEUU en los planes para desestabilizar el gobierno revolucionario, primero con Chávez y ahora con Nicolás Maduro, quienes han venido encubriendo, financiando e impartiendo las directrices a los dirigentes más recalcitrantes de la derecha, y cuando ya se dieron cuenta de que ésta no les funcionaba optaron por echarla a un lado y ponerse ellos mismos al frente.
Tal vez algunos vendepatrias se alegren y digan que han conseguido lo que siempre se venía denunciado: la existencia de planes imperiales sobre Venezuela. Mientras que la prueba que ellos esperan del magnicidio jamás se la daremos ni permitiremos que la obtengan, porque para ellos lo único que sustentará esta denuncia sería la propia muerte del presidente. Por ahora, estamos en vísperas de una de las más aplastantes victorias electorales que haya alcanzado la Revolución Bolivariana, y tendremos presidente para rato en defensa del legado del comandante Chávez.
Es despreciable y repugnante la actitud lacaya que hoy asumen quienes se erigen como los líderes del oposicionismo, arrodillados y entregados a los intereses imperiales, demostrando cuáles son sus verdaderas intenciones en caso de volver a gobernar el país. La repuesta del pueblo no se ha hecho esperar. El Gigante Chávez no aró en el mar, porque sembró en tierra fértil y cuenta con un pueblo consciente de su responsabilidad histórica.
Hemos sido testigos de numerosas manifestaciones de apoyo y solidaridad de los pueblos del mundo con el pueblo venezolano, más allá de que puedan compartir el proyecto bolivariano y el modelo de inclusión que llevamos adelante. Asimismo, hemos visto un inusitado fervor patrio que ha movilizado a muchos venezolanos, quienes han apartado posturas políticas-ideológicas o partidistas, cerrando filas sin ataduras, sin miedo y con determinación absoluta para defender una sola bandera, un solo escudo, un solo himno, es decir, una única, indivisible y soberana patria.
Esta campaña nacionalista ya es un sentimiento popular, que nos mueve ahora cuando está en peligro el sagrado suelo venezolano, un sentimiento tan grande que toca la fibra más profunda que llevamos de nuestros libertadores, nos ensancha el pecho, y nos llena de fortaleza, sobre todo al saber que Venezuela no está sola. Un fruto más de la siembra en tierra fértil que nos legara el Comandante Chávez, siempre tendiendo la mano amiga a los pueblos del mundo.
No es exagerado decir que prácticamente no ha quedado ningún rincón del planeta donde los pueblos no hayan expresado la solidaridad con Venezuela en repudio al decreto de Obama y exigiendo su derogatoria inmediata. Son muestras inequívocas de que un mundo nuevo está emergiendo, que exige relaciones de respecto e igualdad entre las naciones y total apego al derecho internacional.
En este contexto, hemos visto diversas manifestaciones de apoyo y respaldo al gobierno bolivariano a nivel nacional e internacional, que se ha expresado en numerosas marchas, concentraciones, vigilias, asambleas y una gigantesca recolección de firmas sin precedentes, que se ha planteado recoger 10 millones de firmas para ser llevadas a la Cumbre Presidencial de las Américas que se realizará en Panamá durante el 10 y 11 de abril, como muestra de rechazo ante la agresión de EEUU. Allí esperamos dejarle por escrito al “Míster Danger” de estos nuevos tiempos, que en Venezuela existe un gobierno hecho pueblo que exige la derogatoria de su decreto ya.
Una gran campaña que deja por sentado que no somos una amenaza para nadie, ya que somos un pueblo de paz, y por el contrario constituimos una esperanza para la construcción de un mundo de hermandad y solidaridad.
No es tiempo para quedarse en casa, esperando el conteo diario para enterarnos de cuántos patriotas han dado un paso al frente y salido a firmar, con total comprensión y claridad del momento que estamos viviendo.
Debemos seguir trabajando hasta el último aliento para incentivar, visitar, tuitear un mensaje, y lograr que nadie se quede sin sellar su compromiso patrio. Salgamos al frente de todas esas campañas mediáticas que tratan de desvirtuar esta amorosa iniciativa, y no tengamos que lamentarnos después por no haber respondido a este llamado. Es el momento de demostrar quiénes estamos con la patria.
Esos millones de firmas de dignidad van rumbo a Panamá, precisamente un país que en un pasado muy reciente sintió en carne propia la bota yanqui, que sufrió el bombardeo de su población civil y el desembarco de marines en su sagrado territorio. Será sede de la Cumbre de las Américas. Allí se llevarán millones de voces con gritos de esperanza para demostrarle a Obama que todo su poderío militar jamás podrá silenciar la voz de los pueblos. Por eso recordamos lo dicho por Chávez: “El destino de Venezuela está escrito, es la paz, es la democracia, es el desarrollo y es la grandeza, está escrito y de allí nadie nos va a apartar”.
Nuevamente la Cumbre de las Américas será el escenario de nuestra vocación libertaria y soberana, antiimperialista: aquella del 2005 cuando le dijimos adiós al Tratado de Libre Comercio (ALCA) en Mar del Plata, Argentina, y hoy, con nuestras firmas dignas y patrióticas, exigimos la derogación de un decreto absurdo, injerencista y atentatorio contra nuestra soberanía.
Hoy una vez más los venezolanos hemos respondido mayoritariamente al llamado del clarín de la patria. Como nunca antes ha sacado a flote su casta de patriota para decirle al mundo entero que Venezuela es un pueblo de paz, y que estamos decididos a defenderla en cualquier circunstancia.
Es fundamental analizar cuál ha sido el triste papel jugado por la oposición venezolana ante la conspiración e injerencia permanente del Gobierno de Estados Unidos y las amenazas contra el país, convertida en realidad a través de la demente e infame orden ejecutiva de Obama. Habríamos preferido que nuestras diferencias se hubieran mantenido en el plano de la diplomacia y el derecho internacional, pues, como lo afirman las mediciones de opinión, el sentir de todos los venezolanos manifiesta no querer confrontación con país alguno. Es y ha sido parte de nuestra historia republicana: somos un territorio de paz y de ese camino nada ni nadie podrá sacarnos.
Como hemos señalado otras veces, la oposición se ha dedicado en todos estos años a jugar a dos bandas, con posiciones que transitan la senda democrática hasta el golpismo, y por eso permanecen inmutables y se niegan a pronunciarse abiertamente en contra de tal medida imperial. En ese juego han estado durante estos 16 años, y por eso seguirán siendo derrotados.
En esta ocasión, la mayoría de sus voceros han optado por la descalificación y banalización de lo que significa un hecho sin precedentes en la historia política venezolana. Sin duda que no aprendieron nada de Chávez, quien siempre dio un paso al frente y tomó posición sin ambigüedad ante cualquier circunstancia, por más difícil que ésta fuera. Salvo algunas individualidades, estamos frente a una oposición incapaz de deslindarse abiertamente con esa política agresora y guerrerista de Washington, para lo cual ya se escriben los primeros párrafos de un tórrido capítulo que plasme para la historia la actuación de un sector de la vida nacional en los momentos más apremiantes de la patria.
Una conducta que encuadra en esa práctica de jugar a dos bandas y de banalizar hasta la burla misma cualquier acontecimiento; una estrategia que con toda responsabilidad viene denunciando de manera reiterada el Presidente Maduro.
Esta vez, ni siquiera ante una flagrante agresión a la patria que nos dejara el Libertador Simón Bolívar con el infame decreto firmado por Obama declarando a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria” para EEUU, los ha hecho reaccionar. Entendemos que puedan existir diferencias políticas e ideológicas, porque definitivamente creemos en modelos distintos, pero no pudieron sacar algo de dignidad para fijar una posición patriota como lo ha hecho abrumadoramente la gran mayoría de los venezolanos.
Ha quedado en evidencia la actuación y visión imperial del gobierno de EEUU sobre el mundo, queriendo con sus largas garras volver a adueñarse y controlar todo lo que junto a Chávez decidimos soberanamente que era nuestro: el petróleo y demás recursos naturales. Estamos seguros que allí está el trasfondo del problema, y no podemos dejarnos confundir ni distraer porque las distintas medidas o acciones en escalada que frecuentemente accionan contra nuestro país, todas llevan como lugar común el despojo y apropiación de nuestras riquezas.
De igual forma han pretendido desconocer e incluso tratado de ridiculizar cada vez que se realiza una denuncia y se han abortado planes magnicidas para acabar con la vida del compañero presidente Nicolás Maduro. Han sido tanto los intentos, como contundente la repuesta de los organismos de seguridad del Estado. Ellos vienen cumpliendo un rol fundamental en sus labores de inteligencia y contrainteligencia, dedicados a recabar las pruebas necesarias y tomar las medidas para contener, neutralizar y disuadir cualquier acción desestabilizadora y terrorista que se planifican contra la institucionalidad, la integridad física del presidente de la república y de otros dirigentes o figuras destacadas del quehacer político nacional.
Con el decreto malévolo finalmente tenemos la prueba más fehaciente de la participación directa de EEUU en los planes para desestabilizar el gobierno revolucionario, primero con Chávez y ahora con Nicolás Maduro, quienes han venido encubriendo, financiando e impartiendo las directrices a los dirigentes más recalcitrantes de la derecha, y cuando ya se dieron cuenta de que ésta no les funcionaba optaron por echarla a un lado y ponerse ellos mismos al frente.
Tal vez algunos vendepatrias se alegren y digan que han conseguido lo que siempre se venía denunciado: la existencia de planes imperiales sobre Venezuela. Mientras que la prueba que ellos esperan del magnicidio jamás se la daremos ni permitiremos que la obtengan, porque para ellos lo único que sustentará esta denuncia sería la propia muerte del presidente. Por ahora, estamos en vísperas de una de las más aplastantes victorias electorales que haya alcanzado la Revolución Bolivariana, y tendremos presidente para rato en defensa del legado del comandante Chávez.
Es despreciable y repugnante la actitud lacaya que hoy asumen quienes se erigen como los líderes del oposicionismo, arrodillados y entregados a los intereses imperiales, demostrando cuáles son sus verdaderas intenciones en caso de volver a gobernar el país. La repuesta del pueblo no se ha hecho esperar. El Gigante Chávez no aró en el mar, porque sembró en tierra fértil y cuenta con un pueblo consciente de su responsabilidad histórica.
Hemos sido testigos de numerosas manifestaciones de apoyo y solidaridad de los pueblos del mundo con el pueblo venezolano, más allá de que puedan compartir el proyecto bolivariano y el modelo de inclusión que llevamos adelante. Asimismo, hemos visto un inusitado fervor patrio que ha movilizado a muchos venezolanos, quienes han apartado posturas políticas-ideológicas o partidistas, cerrando filas sin ataduras, sin miedo y con determinación absoluta para defender una sola bandera, un solo escudo, un solo himno, es decir, una única, indivisible y soberana patria.
Esta campaña nacionalista ya es un sentimiento popular, que nos mueve ahora cuando está en peligro el sagrado suelo venezolano, un sentimiento tan grande que toca la fibra más profunda que llevamos de nuestros libertadores, nos ensancha el pecho, y nos llena de fortaleza, sobre todo al saber que Venezuela no está sola. Un fruto más de la siembra en tierra fértil que nos legara el Comandante Chávez, siempre tendiendo la mano amiga a los pueblos del mundo.
No es exagerado decir que prácticamente no ha quedado ningún rincón del planeta donde los pueblos no hayan expresado la solidaridad con Venezuela en repudio al decreto de Obama y exigiendo su derogatoria inmediata. Son muestras inequívocas de que un mundo nuevo está emergiendo, que exige relaciones de respecto e igualdad entre las naciones y total apego al derecho internacional.
En este contexto, hemos visto diversas manifestaciones de apoyo y respaldo al gobierno bolivariano a nivel nacional e internacional, que se ha expresado en numerosas marchas, concentraciones, vigilias, asambleas y una gigantesca recolección de firmas sin precedentes, que se ha planteado recoger 10 millones de firmas para ser llevadas a la Cumbre Presidencial de las Américas que se realizará en Panamá durante el 10 y 11 de abril, como muestra de rechazo ante la agresión de EEUU. Allí esperamos dejarle por escrito al “Míster Danger” de estos nuevos tiempos, que en Venezuela existe un gobierno hecho pueblo que exige la derogatoria de su decreto ya.
Una gran campaña que deja por sentado que no somos una amenaza para nadie, ya que somos un pueblo de paz, y por el contrario constituimos una esperanza para la construcción de un mundo de hermandad y solidaridad.
No es tiempo para quedarse en casa, esperando el conteo diario para enterarnos de cuántos patriotas han dado un paso al frente y salido a firmar, con total comprensión y claridad del momento que estamos viviendo.
Debemos seguir trabajando hasta el último aliento para incentivar, visitar, tuitear un mensaje, y lograr que nadie se quede sin sellar su compromiso patrio. Salgamos al frente de todas esas campañas mediáticas que tratan de desvirtuar esta amorosa iniciativa, y no tengamos que lamentarnos después por no haber respondido a este llamado. Es el momento de demostrar quiénes estamos con la patria.
Esos millones de firmas de dignidad van rumbo a Panamá, precisamente un país que en un pasado muy reciente sintió en carne propia la bota yanqui, que sufrió el bombardeo de su población civil y el desembarco de marines en su sagrado territorio. Será sede de la Cumbre de las Américas. Allí se llevarán millones de voces con gritos de esperanza para demostrarle a Obama que todo su poderío militar jamás podrá silenciar la voz de los pueblos. Por eso recordamos lo dicho por Chávez: “El destino de Venezuela está escrito, es la paz, es la democracia, es el desarrollo y es la grandeza, está escrito y de allí nadie nos va a apartar”.
Nuevamente la Cumbre de las Américas será el escenario de nuestra vocación libertaria y soberana, antiimperialista: aquella del 2005 cuando le dijimos adiós al Tratado de Libre Comercio (ALCA) en Mar del Plata, Argentina, y hoy, con nuestras firmas dignas y patrióticas, exigimos la derogación de un decreto absurdo, injerencista y atentatorio contra nuestra soberanía.
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