Observamos el desplazamiento, de bengala, luces; saludando los ventanales de los 15 pisos del Edificio Chihuahua, ubicado a un lado de la Plaza de las Tres Culturas; expulsadas de helicópteros. Miles de estudiantes les acompañaban con la mirada en su vertical e inexorable movimiento que anunciaba la inminencia de la masacre, otra masacre, otra...
La Cultura Tres, de México, representada por la Torre de Tlatelolco, sede hasta 2005 de la Secretaría de Relaciones Exteriores y posteriormente del Centro Cultural Universitario y Memorial del 68 de la UNAM. Días después, lavada la sangre del suelo, la carrera duró poco más que un soplo pero la ceremonia de premiación y la hecatombe anunciada por las luces, pasaron a conformar parte de la memoria colectiva que se revive con el dolor que genera el asesinato de los normalistas de Ayotzinapa.
En los 200 metros planos, Olimpiadas de México 68, Tommie Smith se llevó el oro, el australiano, Peter Norman, se coló segundo y John Carlos ganó el bronce. En el podio, Tommie Smith y John Carlos aparecieron en calcetines, con zapatos en mano, portando un guante negro. Los tres atletas llevaban botones del Proyecto Olímpico Para los Derechos Humanos. Cuando sonaron los acordes del himno de EEUU, los velocistas afroamericanos bajaron la cabeza y alzaron el puño en señal de protesta. Peter Norman fue solidario; ello lo condenó al ostracismo mediático en Australia.
Oriana Fallaci, periodista italiana, enviada a reportar las olimpiadas y descansar de la guerra en Vietnam, permaneció tirada sobre su propia sangre. Se cuenta que escondida dentro de un basureo en forma de hongo, de los muchos que había en Tlatelolco, sobrevivió a la matanza. Mientras tanto, helicópteros, tanques, granaderos, militares y federales del batallón olimpia contaminaban, con su presencia, el ambiente. Los gritos se veían en los rostros de desesperación, impotencia e indignación de los manifestantes.
La Cultura Dos, de España, representada por la Iglesia Católica de Santiago, del periodo colonial. Los conquistadores construían sus templos cristianos sobre los templos de los pueblos originarios. De esta manera aprovechaban las piedras para la construcción y se engendraba la sacralización del espacio. Ese día lo sagrado fue cerrado por órdenes del cura. La iglesia decidió no conceder refugio de los martirizados y garantizó el éxito del genocidio. Así, las piedras, dos veces sagradas, se convirtieron en testigos mudos de dos masacres como anunciando el advenimiento de otras.
Las de bengala, luces, siguieron el camino diseñado por la gravitación universal y al besar el suelo iluminaron la plaza, comenzaron los disparos y, con su sonido, los muertos. A pocos metros, sobre la Avenida San Juan de Letrán hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, grandes camiones de militares, con pliegos de madera en sus laterales y gruesos lazos en la parte trasera, se llenaban de estudiantes que eran traslados con rumbo desconocido, a Lecumberri, la prisión, los afortunados y hoy día arrojados a la basura, quemados, asesinados…
La Cultura Uno, de Tenochtitlan, representada por ruinas prehispánicas del pueblo mexica llamado Tlatelolca. En esa época y en ese lugar existía un mercado que abastecía de mercancías provenientes de Mesoamérica a los habitantes del Valle de México.
Los gritos dejaron de verse y pasaron a escucharse al acercarse vertiginosamente a la Escuela Vicenta Trujillo el correr de los martirizados, como ecos otra matanza y otra. Botellas vacías eran arrojadas por los habitantes de los condominios tratando de ayudar al escape de las víctimas y las victimas se repiten en Ayotzinapa.
En la Escuela Vicenta Trujillo, como en todas las escuelas de México, regalaban los libros de texto y se subrayaba que los gringos le robaron la mitad del territorio a México y asesinaron a los niños héroes, que la Malinche es traidora y que Hernán Cortes quemó los pies de Cuauhtémoc. Ergo, resulta irritante pensar que en Honduras existe un departamento con nombre de asesino, mientras nos alejamos del “civilon” José Trinidad Cabañas, con cada acto de corrupción.
… y otra. Bernal Díaz del Castillo describe la carnicería de 1521: «... fue tan sangriento que era imposible caminar por el lugar debido a la cantidad de cadáveres apilados», más de 40.000 mexicas fueron asesinados ese día…Ese día, desde la ventana del tercer piso del edificio Ignacio Zaragoza, a 200 metros de la escuela Vicenta Trujillo, testificamos la matanza. Fue Octubre 2, 1968. Hoy es Septiembre 26, 2014, lo observamos con los ojos que nos ofertan las páginas de Diario Tiempo: Tlatelolco se repite en Ayotzinapa.
En los 200 metros planos, Olimpiadas de México 68, Tommie Smith se llevó el oro, el australiano, Peter Norman, se coló segundo y John Carlos ganó el bronce. En el podio, Tommie Smith y John Carlos aparecieron en calcetines, con zapatos en mano, portando un guante negro. Los tres atletas llevaban botones del Proyecto Olímpico Para los Derechos Humanos. Cuando sonaron los acordes del himno de EEUU, los velocistas afroamericanos bajaron la cabeza y alzaron el puño en señal de protesta. Peter Norman fue solidario; ello lo condenó al ostracismo mediático en Australia.
Oriana Fallaci, periodista italiana, enviada a reportar las olimpiadas y descansar de la guerra en Vietnam, permaneció tirada sobre su propia sangre. Se cuenta que escondida dentro de un basureo en forma de hongo, de los muchos que había en Tlatelolco, sobrevivió a la matanza. Mientras tanto, helicópteros, tanques, granaderos, militares y federales del batallón olimpia contaminaban, con su presencia, el ambiente. Los gritos se veían en los rostros de desesperación, impotencia e indignación de los manifestantes.
La Cultura Dos, de España, representada por la Iglesia Católica de Santiago, del periodo colonial. Los conquistadores construían sus templos cristianos sobre los templos de los pueblos originarios. De esta manera aprovechaban las piedras para la construcción y se engendraba la sacralización del espacio. Ese día lo sagrado fue cerrado por órdenes del cura. La iglesia decidió no conceder refugio de los martirizados y garantizó el éxito del genocidio. Así, las piedras, dos veces sagradas, se convirtieron en testigos mudos de dos masacres como anunciando el advenimiento de otras.
Las de bengala, luces, siguieron el camino diseñado por la gravitación universal y al besar el suelo iluminaron la plaza, comenzaron los disparos y, con su sonido, los muertos. A pocos metros, sobre la Avenida San Juan de Letrán hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, grandes camiones de militares, con pliegos de madera en sus laterales y gruesos lazos en la parte trasera, se llenaban de estudiantes que eran traslados con rumbo desconocido, a Lecumberri, la prisión, los afortunados y hoy día arrojados a la basura, quemados, asesinados…
La Cultura Uno, de Tenochtitlan, representada por ruinas prehispánicas del pueblo mexica llamado Tlatelolca. En esa época y en ese lugar existía un mercado que abastecía de mercancías provenientes de Mesoamérica a los habitantes del Valle de México.
Los gritos dejaron de verse y pasaron a escucharse al acercarse vertiginosamente a la Escuela Vicenta Trujillo el correr de los martirizados, como ecos otra matanza y otra. Botellas vacías eran arrojadas por los habitantes de los condominios tratando de ayudar al escape de las víctimas y las victimas se repiten en Ayotzinapa.
En la Escuela Vicenta Trujillo, como en todas las escuelas de México, regalaban los libros de texto y se subrayaba que los gringos le robaron la mitad del territorio a México y asesinaron a los niños héroes, que la Malinche es traidora y que Hernán Cortes quemó los pies de Cuauhtémoc. Ergo, resulta irritante pensar que en Honduras existe un departamento con nombre de asesino, mientras nos alejamos del “civilon” José Trinidad Cabañas, con cada acto de corrupción.
… y otra. Bernal Díaz del Castillo describe la carnicería de 1521: «... fue tan sangriento que era imposible caminar por el lugar debido a la cantidad de cadáveres apilados», más de 40.000 mexicas fueron asesinados ese día…Ese día, desde la ventana del tercer piso del edificio Ignacio Zaragoza, a 200 metros de la escuela Vicenta Trujillo, testificamos la matanza. Fue Octubre 2, 1968. Hoy es Septiembre 26, 2014, lo observamos con los ojos que nos ofertan las páginas de Diario Tiempo: Tlatelolco se repite en Ayotzinapa.
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