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Por Emilio Marín | La ARENA
El domingo 5 de octubre son las presidenciales de Brasil. Si hay segunda vuelta será el 26 del mismo mes. Dilma y Marina son las favoritas. Dos mujeres con dos proyectos con muchos puntos en oposición.
Los comicios en Brasil importan mucho en ese país, pero también en la región y el mundo. Se trata de la sexta potencia económica mundial, que desplazó de ese lugar al Reino Unido. Es el quinto país del planeta por superficie y cuenta con una población de 202 millones de habitantes, con lo que redondea el perfil de un país importante. Que haya sufrido una goleada ante Alemania en la Copa Mundial, no le quita ni un ápice a aquella relevancia.
Por algo el vecino integra el Brics, conglomerado que integra junto con Rusia, India, China y Sudáfrica. Es un segmento valioso por su peso económico pero también por sus cualidades políticas que operan como contrapeso a Estados Unidos y las viejas potencias que creen poder dominando el mundo como en el siglo XX.
Para Argentina es una elección a tener en cuenta. Brasil sigue siendo su socio comercial y político en el Mercosur. La derecha neoliberal celebra que el país presidido por Dilma Rousseff tenga el 30 por ciento de su comercio con Asia y otro tercio con EEUU y Europa, habiendo bajado a cerca del 12 por ciento con el Mercosur. Dentro de este bloque, el 60 por ciento (de ese 12) lo tiene con Argentina, que sufre cuando baja el intercambio comercial, como en este momento. Lo sufre la industria automotriz y repercute casi inmediatamente en el empleo del sector metalmecánico.
Pero no se trata sólo de una cuestión de pesos y reales, sino de política. La presidenta argentina fue invitada por su colega a la cumbre de Brics con el Mercosur y países de la Celac, en Brasilia, a mediados de julio pasado. Otra demostración de afinidad fue cuando ambos gobiernos suspendieron la participación de Paraguay en el bloque comercial a raíz del golpe de Estado contra Fernando Lugo. En ese interín, los tres socios restantes, contando Uruguay, se pusieron de acuerdo en darle la membresía a Venezuela, que era lo que bloqueaba la derecha paraguaya.
La derecha conservadora y neoliberal de Brasil y Argentina están prendiendo velas a un triunfo de la opositora Marina Silva, del PSB. No es que estén de acuerdo 100 por ciento con ella; algunos de sus antecedentes ecologistas, si bien remotos, les provocan alguna inquietud. Lo fundamental es que ven en ella la posibilidad de terminar con el proceso político del PT que gobierna desde 2002 con Lula da Silva y actualmente con Rousseff.
Y lo dicen sin ambivalencias. La derrota del PT implicaría un retroceso del Mercosur en favor de la Alianza del Pacífico alentada por Washington, y un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Todo eso en desmedro del Brics.
Marina cambiante
Silva no logró la personería para su Red Sostenibilidad, de cara a estas elecciones. En esa relativa debilidad, optó por sellar una alianza y compartir la fórmula en segundo término con el socialista Eduardo Campos, que venía remando en las encuestas pero no podía salir del tercer lugar, detrás de Rousseff (PT) y el senador Aécio Neves (PSDB). En agosto pasado Campos y parte de su familia y asesores fallecieron en un accidente de aviación y el partido afectado optó por poner su candidata a vice en reemplazo del fallecido.
Y a juzgar por las opiniones de sectores sociales y reflejadas en las encuestas, ese cambio favoreció mucho al PSB, que rápidamente dejó atrás a Neves y empezó a disputar voto a voto con el oficialismo. Ese es un mérito de Silva, además del juego en su favor de intereses monopólicos de la economía y los medios de comunicación, que se dedicaron a potenciar su figura. También jugó en su favor el factor "sensibilidad", de gente que se compadecía por la muerte de Campos y quería dar una mano a su sucesora.
Como ambientalista y pedagoga, la socialdemócrata presenta varias caras, según el gusto del cliente. Por aquel pasado puede buscar sufragios incluso entre quienes la recuerdan como amiga del mítico Chico Mendes. Los disconformes con el sistema de partidos de Brasil, muchas veces asociados a negociados -como el que actualmente se discute relacionado con Petrobras y las coimas que habrían percibido muchos funcionarios y políticos, del 3 por ciento sobre contratos firmados por esa petrolera- pueden verla como una renovadora de la política. Es ella promete va a gobernar con "las mejores personas", separando individuos supuestamente "buenos" de los partidos intrínsecamente "malos". Esa demagogia puede reportarle parte del voto antipolítica que, parcialmente, se expresó en las movilizaciones de junio de 2013; empezaron con reclamos de pase libre en el transporte y luego se politizó pidiendo una reforma política y electoral, que quedó trunca.
De todos modos, Silva no es lo que su pasado ambientalista sugiere. Esas son hojas secas, hojarasca. Un editorial de Los Andes (filial de Clarín en Mendoza) sostuvo el 14 de septiembre: "Silva está siendo asesorada en materia económica por destacados economistas defensores del liberalismo, Eduardo Gianetti da Fonseca y André Lara Resende, pero otras informaciones indican que están jugando un papel tanto o más importante dos destacados empresarios que, además, son aportantes de peso en la campaña electoral.
Uno es Guilherme Leal, de la exitosa empresa productora de cosméticos Natura. La otra es una mujer, Neca Setúbal, heredera del imperio bancario y financiero Itaú, que es la coordinadora de la campaña electoral".
Chico Mendes se moriría de vergüenza. Y Chico Buarque, por eso mismo, es de los artistas que cantan y apoyan la reelección de Dilma.
Empate técnico
Así llaman las encuestadoras cuando en sus sondeos hay una diferencia de dos puntos, como margen de error. Luego de la nominación de Silva por el PSB, en las primeras semanas se registró un ascenso que los medios patronales como O'Globo amplificaron y llamaron "Huracán Marina".
En ese pico de ascenso llegó a sacar un par de puntos de ventaja sobre la presidenta, que luego ésta los fue recuperando. Los últimos sondeos dicen que Dilma tiene leve ventaja para la primera vuelta, aunque los pronósticos dicen que perdería por tres puntos en el ballottage del 26 de octubre, donde dan ganadora a Silva por 43 por ciento a 40.
Ibope dio esos números y la consultora Sensus registró paridad para la primera vuelta, aunque dio por ganadora a Dilma en ballottage. Más favorables al oficialismo fueron los registros de Vox Populi, quien para el 5 de octubre pronosticó un 36 por ciento para Rousseff y 27 por ciento de su rival.
A Neves le adjudican, en el mejor de los casos, un 15 por ciento, que tratará de negociar de cara al ballottage, con una inclinación obvia por la opositora. Ambos, Silva y el senador fueron en su momento ministros y aliados de Lula. Y aquí se confirma aquello de que no hay peor cuña que la del mismo palo.
Para los sondeos los otros candidatos, son once en total, no miden más del 1 por ciento o sea que son testimoniales aunque algunos son muy rescatables, caso de Luciana Genro, de Socialismo y Libertad. En la grilla también están Pastor Everaldo, de la agrupación Social Cristiana; José María Eymael, de la organización Social Demócrata Cristiano; Levy Fidelix, de la fuerza Renovadora Laborista Brasileña y Eduardo Jorge, del Partido Verde.
Reclamos populares
Más allá del resultado de esta elección, que será decisivo para el rumbo del país más influyente del Mercosur y la región sudamericana, lo interesante es que al calor de la campaña han aparecido propuestas de renovación política.
Por un lado, cosa que resulta casi increíble para Argentina (por lo conservador de su obispado), la Confederación Nacional de Obispos de Brasil presentó a los candidatos presidenciales una propuesta de cuatro puntos para una reforma democrática. Entre otros tópicos plantearon el cese de la financiación privada (léase empresaria) a las campañas partidarias.
Y corrida mucho más a la izquierda que los obispos, lo que ya es decir bastante, una coordinadora de 450 entidades sociales y políticas movilizó durante semanas a un conjunto de 100.000 personas, sobre todo jóvenes, para pedir el voto ciudadano para una profunda reforma política. Dicen que los resultados finales estarán pasados en limpio a fines de septiembre pero creen que votaron 10 millones de personas. Más de una décima parte lo hizo por Internet y el resto en mesas ubicadas en muchísimas ciudades. El sentido democrático a fondo de la iniciativa tiene que ver con las demandas callejeras de junio de 2013.
Y en ese punto se advierte que Dilma Rousseff contacta más con esa aspiración popular, porque ella quiso implementar una consulta popular para esa reforma, que el Congreso denegó.
Con todos sus límites, la presidenta expresa una mejor opción tercermundista y mercosuriana para el 5 de octubre. Por algo el Banco Santander, el número 5 del ranking de bancos del país y el número 1 de los extranjeros, le bajó el pulgar con un informe en febrero pasado. Escribió la entidad: "Si la presidente se estabiliza o sube en las encuestas, el escenario de reversión puede surgir. El cambio volvería a desvalorizarse, intereses retomarían su alza y el índice de la Bovespa caería".
De Silva no dirían semejante cosa.
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