Luis Méndez |
Por Luis Méndez
Ante la masiva expulsión de niñas y niños a los Estados Unidos, la situación de la niñez en Honduras está siendo abordada como un problema coyuntural y no, como una crisis estructural de los desgobiernos de los últimos 32 años de regímenes “democráticos”, instaurados a partir de la constituyente de 1981-1982, que han impregnado una alta dosis de violencia de Estado hacia la población infantil más vulnerable, excluida y marginada de los derechos que el Estado mismo dice reconocer, suscribir y respetar. Represión y exclusión hacía la niñez se profundizó con el Golpe de Estado político – militar de junio del 2009.
“De acuerdo con datos de Casa Alianza, de los 3.7 millones de jóvenes menores de 18 años que existen en Honduras, un millón no está yendo a la escuela, 500 mil están siendo explotados laboralmente y unos ocho mil viven en las calles. En 2013, 2 mil niños de 12 años tuvieron que abandonar los estudios por amenazas de muerte y 17 mil familias tuvieron que abandonar sus domicilios por la misma razón” (Niñez migrante de América Central es víctima de abuso al intentar cruzar fronteras, Trucchi, Giorgio, Lista informativa Nicaragua y más)
Hace 25 años, (1989), Casa Alianza fundó la primera “Casa Transición”, casa que tuve la oportunidad de acompañar en sus primeros pasos fundacionales. Se pensó como un espacio de hogar transitorio, conceptualizado como etapa previa para que las niñas y los niños que llegaban al “Refugio” pasaran, meses después, a la “Casa Transición”, para luego dar paso a un hogar más estructurado que, temporalmente sustituyera la calle, posibilitara espacios de convivencia, armonía, seguridad, confianza y, sobre todo, espacios cálidos y fraternos. Así se fundaron las casas “San Patricio”, Casa “Santiago” y Casa “Santa Elena”.
Para ese entonces, el desgobierno y sus fuerzas represoras acusaban a Casa Alianza de ser un lugar para esconder “delincuentes”, “resistoleros” “marihuaneros” y otros apelativos discriminatorios en contra de esta población desplazada de sus hogares, barrios y colonias, por la misma desigualdad provocada por el sistema político, económico y social, que privilegió los intereses de la empresa privada y sus grupos corporativos y la política neoliberal de principios del noventa, consolidada bajo el liderazgo de uno de los “presidentes” más depredadores del Estado de Honduras, Rafael Leonardo Callejas, (solo comparado en cuanto al saqueo y venta de la soberanía con el actual “presidente” Juan Orlando Hernández). A este personaje, (Callejas), el sistema de justicia le otorgó el gigantesco “combo a la impunidad”, de 17 cartas de libertad.
Desde finales de la década del 80, la policía ha dado y continúa ejerciendo persecución, hostigamiento y muerte a la niñez y juventud más vulnerable, como parte de un proyecto perverso de “limpieza social”, que hoy toma un nuevo matiz, la migración forzada infantil.
Ante la oleada de violencia que ubica a Honduras como el país más violento del mundo -86 homicidios por cada 100 000 habitantes- es más que evidente plantear que este país centroamericano vive en “una guerra suave”, de baja intensidad, legitimada por una “pseudo-democracia”, en que la niñez y la juventud no tienen derechos, ni identidad colectiva como niños, niñas y jóvenes, menos el derecho a la felicidad. Hechos que provocan que las y los niños no solo abandonen sus casas, sino el país, migrando al precio que sea porque en el imaginario y en la vida real de un niño y de una niña expulsada del hogar, la escuela y la comunidad, es más seguro cualquier país del mundo con tal que no sea esta Honduras de Golpes, latrocinio y despojo.
Años más tarde, tuvimos otras aproximaciones al trabajo con la niñez (1992–1997), trabajando con la Asociación Compartir, fundando para ese entonces las Bibliotecas de base, Bibliotecas Comunitarias, la Biblioteca Móvil e intentando lograr, desde estos espacios lúdicos y pedagógicos, la atención y el retorno de las y los niños a sus hogares, en el mejor de los casos reteniéndoles en los barrios para evitar que fuesen expulsados hacía la calle.
En este marco, se implementaron iniciativas artísticas y literarias: la lectura, la literatura infantil, la videoteca y la expresión teatral como elementos creativos y lúdicos para posibilitar a la niñez y adolescencia espacios para la cultura, a la felicidad como parte de la dignidad que el Estado les arrebata.
Para lograr el retorno de las y los niños a su hogar y poder retenerles dignamente en la comunidad, la Asociación Compartir buscó abordar integralmente la situación. Se organizaron otros componentes de intervención, atención a la primera infancia, a menores trabajadores, la organización de Comité de Familias de Barrio, COFABA y, desde esos espacios, poder construir un puente entre la niñez, la familia y la comunidad.
Retomo en mis apuntes la referencia de Casa Alianza y la Asociación Compartir como dos ejemplos de compromiso ético por el bienestar de la niñez, como organizaciones consecuentes con la vida de cientos de niños y niñas, coherentes con eso que el Estado firma pero que no cumple ni respeta, como el artículo 20 de la Convención de los Derechos de los niños y las niñas que señala: “Los niños y las niñas, temporal o permanentemente privados de su medio familiar o cuyo superior interés exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a protección y asistencia especiales del Estado.”
Sin embargo, pese a estas declaraciones, convenios suscritos por el Estado de Honduras, la realidad ha sido y es totalmente contraria y adversa para la población infantil y adolescencia juvenil cuando el Estado mismo es, el principal violador de estos derechos, en consecuencia el responsable principal de la expulsión de miles de niños y niñas hacia Estados Unidos, de la criminalización de la infancia sometida a la pobreza en Honduras.
El desgobierno de Juan Orlando Hernández ha profundizado una política de despojo, saqueo y descuartizamiento de la soberanía territorial con las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, ZEDE, cientos de concesiones hidroeléctricas y mineras, la persecución, encarcelamiento y asesinato a personas de los pueblos indígenas, negros, campesinos, pobladores y pobladoras que defienden sus territorios y la vida. De igual manera, en esta coyuntura de migración infantil, el desgobierno de Juan Orlando intenta criminalizar a padres y madres de familia por la migración forzada de miles de niños y niñas, problema que tiene su raíz en las entrañas mismas del capitalismo neoliberal.
En el año 1997, en el marco del Seminario Internacional de Lectura “La lectura un compromiso de todos”, auspiciado por Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), encuentro realizado en el marco de la Primera Feria Centroamericana del Libro, en San José de Costa Rica, presenté la ponencia "La biblioteca, la lectura y el trabajo con los niños y niñas viviendo en situación de calle en Honduras".
Al releer este texto, 17 años después, me parece que hay elementos importantes que pueden considerarse para aproximarnos a ciertos escenarios:
Primero: Estamos frente a un Estado capturado, con un desgobierno representado por un aspirante a dictador, sobre todo por una mafia empresarial que crea y reproduce las condiciones para expulsar a la niñez de sus hogares, de la escuela y comunidad, avanzando paralelamente con la privatización del agua, de la energía, de la educación, de la salud y de la vida, obligando no solo a la población infantil a emigrar sino a familias y comunidades enteras, es decir desplazamientos humanos forzosos.
Segundo: El compromiso de Casa Alianza, la Asociación Compartir y otras organizaciones que han asumido un compromiso ético, solidario y político frente a la barbarie de estos sucesivos desgobiernos, da cuenta de que existe otro mundo posible para la niñez y la adolescencia, otros mundos que no sean la calle y la expulsión del país.
Tercero: Frente al saqueo, expropiación, persecución y amenazas para imponer un modelo de despojo de los territorios, la cultura y la vida, el único camino posible es el de los levantamientos territoriales en defensa de la soberanía de los pueblos, la vida y la cultura ancestral opuesta al proyecto de barbarie capitalista neocolonial.
Finalizo este apunte con un pequeño cuento que el niño Duglas Bustillo de 10 años, residente en la Colonia Villanueva, escribió en uno de los talleres de creación literaria, en el año 1994, texto publicado en el libro “La Ballena y el Pececito”.
La mariposa
Había una vez una mariposa,
estaba en una hoja a de un árbol
y de pronto llegó un gusano y le atacó;
la mariposa salió volando por el aire y se elevó
en un viento de paja, en un vuelo ligero que casi se muere.
Douglas Bustillo, 10 años, Col. Villanueva
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