La protesta del 15 de mayo se extendió con más fuerza que las anteriores por todo el mundo: abarcó a centenares de ciudades en 33 países. Pasada la huelga, siguieron las manifestaciones con el fin de obtener un aumento.
Las ganancias de McDonald’s, Wendy’s o Burger King son tan rápidas como las comidas que venden; los salarios de sus trabajadores no: están clavados hace tiempo entre 8 y 9 dólares la hora y pretenden 15. Por eso avanzan en sus reclamos desde noviembre de 2012 y el mes pasado produjeron su última y más grande huelga en Estados Unidos.
El balance hasta ahora fue de 137 arrestados y las movilizaciones siguen para obtener el aumento y la posibilidad de sindicalizarse sin recibir represalias.
Hace dos años, un estudio sobre los fast-foods había aportado el dato de que un CEO de las cadenas ganaba 1.200 veces más que un salario promedio.
El grupo McDonald’s dio una respuesta poco alentadora para sus empleados. Que “ofrece salarios y beneficios competitivos”, según le declaró a AFP.
La protesta del 15 de mayo se extendió con más fuerza que las anteriores por todo el mundo: abarcó a centenares de ciudades en 33 países.
Desde Oak Brook, en el estado de Illinois, donde la policía reprimió una marcha, a Seúl, que mostró al conocido payaso de McDonald’s atado de manos y triste mirando el suelo.
Una vez pasada la huelga, siguieron las manifestaciones como la que se produjo a 32 kilómetros de Chicago. Unos 400 trabajadores y activistas protestaron ante los accionistas de la cadena más famosa que llegaron de todo el país para participar en la asamblea general realizada en la sede central de la empresa en Oak Brook.
Vestían camisetas con la inscripción “Good Jobs Now” (Buenos trabajos ya) y llevaban carteles en inglés y español con consignas como “Levántate, vive mejor”.
La Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, la Agricultura y Afines (UITA) que cuenta con 396 sindicatos afiliados en 126 países, fue la que organizó la medida de fuerza del 15.
El éxito de la movida también se garantizó porque fue apoyada por distintos espacios sociales. Por ejemplo, se Hace Camino Nueva York (MRNY) y Nueva York Comunidades por el Cambio (NYCC), la respaldaron en el principal centro financiero del mundo.
Pero además, la protesta mostró una presencia muy alta de la comunidad hispana. La cadena de producción de estos comercios que venden comida chatarra, se nutre de latinos que llegaron a Estados Unidos buscando mejorar sus condiciones de vida.
“Mi sueño americano es mi sueño de esclavitud, creo que no es justo”, dijo Selmira Wilson, una nicaragüense de 33 años que arribó a Miami hace tres años.
Gana en McDonald’s 7,99 dólares la hora y no le alcanza para mantener a sus tres hijos. “Es imposible vivir con un salario de 8 dólares, sobre todo cuando a una le dan 20 horas por semana para trabajar”, explicó Rosa Rivera, salvadoreña y con 14 años de antigüedad en la misma cadena.
Estas denuncias de trabajadores se combinaron con declaraciones políticas que amplificaron la visibilidad al conflicto. El alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, comentó: “Todos sabemos que mientras la industria de la comida rápida se lleva miles de millones anuales, se niega a pagar a sus trabajadores lo suficiente para que mantengan a sus familias”.
El funcionario pertenece al ala izquierda de su partido. En los años ’80 llevó su solidaridad a la revolución sandinista en Nicaragua y pasó parte de su luna de miel en Cuba cuando los estadounidenses tienen prohibido hacer turismo en ese país desde hace décadas.
Karim Cámara, un asambleísta demócrata de la Legislatura de Nueva York, declaró que “los Mc-trabajos son un freno para nuestra economía”. Aun con estos apoyos, los reclamos de los trabajadores apuntaron mucho más alto en las jerarquías políticas del país.
Entre las pancartas más notorias que mostraron los manifestantes en Washington, Chicago y Nueva York, había una que decía: “Obama, escucha, estamos en la calle”.
En varias ciudades de Italia se vieron las protestas más numerosas fuera de Estados Unidos., en Ginebra y Londres hubo pequeñas manifestaciones, y en París una jornada de solidaridad con los trabajadores de las cadenas de comidas rápidas.
También recorrieron Latinoamérica expresiones de repudio a los fast- foods después de una reunión concretada a principios de mayo. Allí nació la idea de hacer el paro a mediados del mes.
Se encontraron en Nueva York sindicalistas de varios países, como el brasileño Moacyr Tesch, de la Confederación Nacional de Trabajadores de Turismo y Hospitalidad (CONTRATUH).
Dijo que “las políticas laborales de explotación que McDonald’s internacionaliza” deben generar una respuesta global porque “la explotación al trabajador es la misma, las empresas son las mismas, por lo tanto la lucha debe ser global”.
Edilsa Bernal, la secretaria general del Sindicato Industrial de Trabajadores Gastronómicos, Hoteles, Comercio y Afines (Sitghca) de Panamá coincidió: “Tenemos el mismo patrón, estamos sometidos a las misma reglas y sufrimos las mismas arbitrariedades y explotación”.
El balance hasta ahora fue de 137 arrestados y las movilizaciones siguen para obtener el aumento y la posibilidad de sindicalizarse sin recibir represalias.
Hace dos años, un estudio sobre los fast-foods había aportado el dato de que un CEO de las cadenas ganaba 1.200 veces más que un salario promedio.
El grupo McDonald’s dio una respuesta poco alentadora para sus empleados. Que “ofrece salarios y beneficios competitivos”, según le declaró a AFP.
La protesta del 15 de mayo se extendió con más fuerza que las anteriores por todo el mundo: abarcó a centenares de ciudades en 33 países.
Desde Oak Brook, en el estado de Illinois, donde la policía reprimió una marcha, a Seúl, que mostró al conocido payaso de McDonald’s atado de manos y triste mirando el suelo.
Una vez pasada la huelga, siguieron las manifestaciones como la que se produjo a 32 kilómetros de Chicago. Unos 400 trabajadores y activistas protestaron ante los accionistas de la cadena más famosa que llegaron de todo el país para participar en la asamblea general realizada en la sede central de la empresa en Oak Brook.
Vestían camisetas con la inscripción “Good Jobs Now” (Buenos trabajos ya) y llevaban carteles en inglés y español con consignas como “Levántate, vive mejor”.
La Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, la Agricultura y Afines (UITA) que cuenta con 396 sindicatos afiliados en 126 países, fue la que organizó la medida de fuerza del 15.
El éxito de la movida también se garantizó porque fue apoyada por distintos espacios sociales. Por ejemplo, se Hace Camino Nueva York (MRNY) y Nueva York Comunidades por el Cambio (NYCC), la respaldaron en el principal centro financiero del mundo.
Pero además, la protesta mostró una presencia muy alta de la comunidad hispana. La cadena de producción de estos comercios que venden comida chatarra, se nutre de latinos que llegaron a Estados Unidos buscando mejorar sus condiciones de vida.
“Mi sueño americano es mi sueño de esclavitud, creo que no es justo”, dijo Selmira Wilson, una nicaragüense de 33 años que arribó a Miami hace tres años.
Gana en McDonald’s 7,99 dólares la hora y no le alcanza para mantener a sus tres hijos. “Es imposible vivir con un salario de 8 dólares, sobre todo cuando a una le dan 20 horas por semana para trabajar”, explicó Rosa Rivera, salvadoreña y con 14 años de antigüedad en la misma cadena.
Estas denuncias de trabajadores se combinaron con declaraciones políticas que amplificaron la visibilidad al conflicto. El alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, comentó: “Todos sabemos que mientras la industria de la comida rápida se lleva miles de millones anuales, se niega a pagar a sus trabajadores lo suficiente para que mantengan a sus familias”.
El funcionario pertenece al ala izquierda de su partido. En los años ’80 llevó su solidaridad a la revolución sandinista en Nicaragua y pasó parte de su luna de miel en Cuba cuando los estadounidenses tienen prohibido hacer turismo en ese país desde hace décadas.
Karim Cámara, un asambleísta demócrata de la Legislatura de Nueva York, declaró que “los Mc-trabajos son un freno para nuestra economía”. Aun con estos apoyos, los reclamos de los trabajadores apuntaron mucho más alto en las jerarquías políticas del país.
Entre las pancartas más notorias que mostraron los manifestantes en Washington, Chicago y Nueva York, había una que decía: “Obama, escucha, estamos en la calle”.
En varias ciudades de Italia se vieron las protestas más numerosas fuera de Estados Unidos., en Ginebra y Londres hubo pequeñas manifestaciones, y en París una jornada de solidaridad con los trabajadores de las cadenas de comidas rápidas.
También recorrieron Latinoamérica expresiones de repudio a los fast- foods después de una reunión concretada a principios de mayo. Allí nació la idea de hacer el paro a mediados del mes.
Se encontraron en Nueva York sindicalistas de varios países, como el brasileño Moacyr Tesch, de la Confederación Nacional de Trabajadores de Turismo y Hospitalidad (CONTRATUH).
Dijo que “las políticas laborales de explotación que McDonald’s internacionaliza” deben generar una respuesta global porque “la explotación al trabajador es la misma, las empresas son las mismas, por lo tanto la lucha debe ser global”.
Edilsa Bernal, la secretaria general del Sindicato Industrial de Trabajadores Gastronómicos, Hoteles, Comercio y Afines (Sitghca) de Panamá coincidió: “Tenemos el mismo patrón, estamos sometidos a las misma reglas y sufrimos las mismas arbitrariedades y explotación”.
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