Manipulación mediática Foto ciudadccs.info |
Por César Villalona | Verdad Digital
La
derecha mundial tiene 15 años diciendo que en Venezuela no hay
democracia ni libertad de expresión. Para la derecha, que no concibe el
poder del pueblo, la democracia se limita a hacer elecciones que ganan
sus partidos y la libertad de expresión consiste en tolerar a ciertos
grupos de oposición, mientras ella controla lo esencial de la
superestructura política e ideológica.
En
Venezuela, donde gobierna la izquierda, se han realizado 19 elecciones
en 15 años y hay 19 partidos de derecha agrupados en la Mesa de Unidad
que tienen 65 representantes en el Congreso (de un total de 165), 3
gobernadores elegidos por el pueblo y miles de representante en los
consejos municipales. Esos partidos cuentan con el respaldo de la prensa
de la oligarquía, que controla el 80% de los periódicos de circulación
nacional, el 80% de las frecuencias de radio y casi la mitad de los
canales de televisión.
De
acuerdo a esa información, que conoce toda persona interesada en los
asuntos de Venezuela, en ese país hay mucha democracia y libertad de
expresión, pues abundan los procesos electorales (reconocidos como
limpios hasta por los enemigos del proceso revolucionario) y la derecha
sigue controlando los principales medios de lucha política-ideológica. Y
nos referimos al propio concepto de democracia que emplea la derecha.
Si
hay un país donde a la derecha le sobran los partidos y los medios de
comunicación es Venezuela. Es tanta su posibilidad de actuar en
política, que la propia Constitución surgida de la revolución y aprobada
por el pueblo le permite hacer referéndums revocatorios para intentar
destituir a las personas electas cuando vayan a mitad de su período,
mecanismo de participación que no existía cuando ella gobernaba y que no
existe en el mundo capitalista. Y a pesar de tantos espacios políticos y
de los enormes recursos y medios con que cuenta, la derecha venezolana
ha perdido 18 de las 19 elecciones realizadas durante la revolución. Sin
embargo, como ella no acepta sus derrotas, dice que en Venezuela no hay
democracia, o sea, que las decisiones del pueblo no tienen validez.
En
Estados Unidos, país modelo de la derecha internacional, los grupos de
poder económico, que son los que mandan, solo necesitan dos partidos
para gobernar, el Demócrata y el Republicano, y la izquierda no tiene
poder en el Estado ni medios de comunicación que les permitan competir
con la derecha. O sea, que mientras el gobierno revolucionario de
Venezuela enfrenta a una fuerte oposición de derecha, con peso en el
Estado, mucho dinero y abundantes medios de comunicación, el gobierno
derechista de Estados Unidos no tiene que lidiar con una oposición de
izquierda, pues en ese país la izquierda es muy débil. Entonces, si la
libertad consiste en convivir con la oposición, como dice la derecha, en
Venezuela hay mucha libertad y en Estados Unidos no existe, pues
oposición prácticamente no hay.
Lo
que ocurre en Estados Unidos sucede igualmente en la mayoría de países
capitalistas, donde la democracia consiste en que el pueblo vota para
que gobierno un partido de derecha o para relevarlo por otro igual en la
conducción del Estado. Y si algún día resultara ganador un partido de
izquierda, la derecha dirá que terminó la democracia, como dice de
Venezuela. De manera que hay que acostumbrase a ese pleito aparentemente
conceptual, pero que refleja la lucha de clases a escala internacional.
Tras
acumular tantos reveses electorales, la derecha venezolana, o una parte
de ella, la más furibunda, perdió la serenidad y lanzó a sus bases a
las calles para hacer desórdenes. Durante tres semanas, jóvenes de capas
medias e hijos de ricos de los municipios del este del Distrito
Metropolitano de Caracas (conformado por cinco municipios), obstruyeron
el tránsito, apedrearon autobuses privados, atacaron oficinas públicas y
quemaron llantas y basura. Ninguno demanda mejoría en sus condiciones
de vida, pues eso no lo necesitan, y todos piden que el gobierno
renuncie. O sea, demandan que las personas elegidas por el pueblo
abandonen sus cargos, no por medio de los referéndums, como establece la
Constitución que la derecha dice respetar, sino por acción voluntaria y
para satisfacer un capricho de las familias pudientes.
Los
medios de prensa de la derecha mundial muestran las acciones de la
oposición venezolana como si se tratara de una rebelión nacional, cuando
las mismas de concentran en algunos puntos del Estado de Tachira y en
algunas colonias ricas de la zona oriental del Distrito Metropolitano de
Caracas, donde vive el 35% de la población. En el norte, el centro, el
oeste y la mayor parte del sur, donde vive el otro 65% de la población,
no hay desórdenes.
Cuando
se desataron los hechos violentos, la policía, en un hecho todavía
confuso, disparó y mató a dos personas. El gobierno destituyó al Jefe de
la Policía y a decenas de sus miembros e inició una investigación sobre
lo ocurrido. Las demás personas fallecidas, 34 en total, no son
víctimas de las acciones del gobierno, sino de la oposición. Y muchas de
ellas respaldaban la revolución. Además, el gobierno, si bien trata de
poner orden, como es su responsabilidad, no arremete contra la gente
opositora y le pidió a quienes lo respaldan que realicen actividades
artísticas en las plazas y parques, para aislar a los revoltosos de la
derecha. Todavía se mantienen pequeñas barricadas en algunas colonias de
ricos y de sectores medios, sin que la policía intente desactivarlas.
Porque si algo quiere la oposición es que el gobierno haga una matanza,
para justificar su política y debilitar al gobierno en el exterior.
La
derecha mundial ha montado una campaña contra la revolución con una
lógica arrevesada. Dice que Venezuela está al borde de una guerra civil y
al mismo tiempo habla de falta de libertades en un país donde quienes
odian al gobierno tienen las herramientas legales para hacerle oposición
y hasta desplazarlo por la vía electoral a mitad de período, si logran
la aceptación de la mayoría de la población. Pero el gobierno de
Venezuela ha sido respaldada por todos los gobiernos de América Latina,
salvo el de Panamá, que está al servicio de Estados Unidos. Además, la
UNASUR ha mandado observadores que han verificado las malas acciones de
la derecha y el respaldo masivo del pueblo a las acciones pacíficas del
gobierno.
Quienes
han destruido bienes públicos y privados y obstruido la movilidad de
personas hacia sus centros de trabajo y hacia sus hogares, no
representan ni a la mayoría de la oposición, es decir, no son mayoría ni
en la minoría. La posible guerra civil en Venezuela solo está en los
medios de prensa de Europa, Estados Unidos y otras naciones y en las
cabezas de quienes creen en esos medios. Y la impunidad con que actúan
los sectores acomodados muestra que tienen libertad hasta para
extralimitarse cobardemente, pues saben que el gobierno los tolera para
evitar que se acreciente la campaña de descrédito en el exterior. En
cualquier país de Europa habría miles de personas apresadas por la mitad
de lo que han hecho muchos de la oposición venezolana.
En
15 años de revolución, Venezuela redujo la pobreza en un 60% y mejoró
sustancialmente la salud y la educación del pueblo. Los avances en todos
los aspectos de la vida social y política son enormes. Pero quienes
perdieron privilegios procuran retornar al poder. Y aunque la revolución
les garantiza espacios de lucha en el marco de la Constitución, parece
que no aguantan más reveses electorales y decidieron desestabilizar el
país para que el gobierno no aplique dos medidas fundamentales para
estabilizar la economía: el control de las ganancias de los comerciantes
y de las divisas generadas por la empresa petrolera del Estado y
devoradas por la oligarquía importadora. Para la oposición, detener esas
medidas es la tarea del momento, pues acaparando bienes y creando
malestar económico genera malestar político. Y como ya se le dificulta
hacerlo por medios legales, retomó el camino de la ilegalidad.
La
derecha se ha vuelto a desajustar de mala manera. Ya lo hizo en el año
2002, cuando dio el Golpe de Estado y realizó un paro petrolero y
empresarial, y en el 2005, cuando no participó en las elecciones para el
Congreso. Tras esos fracasos, comenzó a transitar por el camino de la
legalidad, pero ahora parece que ésta no le sirve y volvió a las malas
andanzas.
Ni
el contexto nacional ni el internacional le ayudan a la derecha.
Internamente la revolución tiene el respaldo de la mayoría y puede
avanzar si hace las reformas que se necesitan, y en el plano
internacional el principal sostén de la derecha, que es el gobierno de
Estados Unidos, no tiene el poder de hace diez años, y en América Latina
la izquierda tiene más poder que en el año 2002, cuando Chávez fue
derrocado por dos días.
En
Venezuela no está en riesgo la democracia popular. La mayoría de la
población respalda al gobierno y rechaza la violencia de la derecha, que
tiene suficientes medios para expresarse y actuar en la vida política.
Es la derecha la que debe decidir si se ajusta o no al marco
constitucional establecido por el pueblo, es decir, si retorna a la vía
legal o continúa haciendo desórdenes en las calles. En cualquier caso,
las fuerzas de la revolución deben salir victoriosas de esta nueva
batalla.
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