Excomandante del FMLN y actual vicepresidente, Salvador Sánchez, lidera encuestas y está delante de Norman Quijano
Por Giorgio Trucchi | Opera Mundi
Este domingo (2/2), 4.9 millones de electores están aptos para votar y elegir al nuevo presidente y vicepresidente de El Salvador, que deberán ejercer el cargo para los próximos cinco años (2014-2019). La legislación salvadoreña dice que, si ninguno de los candidatos alcanza la mayoría simple - mitad más uno de los votos -, deberá efectuarse una segunda vuelta el día 9 de marzo entre los dos más votados.
Los principales contendientes son el gobernante FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de izquierda), que postula a la presidencia al excomandante guerrillero y actual vicepresidente del país, Salvador Sánchez Cerén, y como candidato a la vicepresidencia al exalcalde de Santa Tecla, Oscar Ortiz, y el partido Arena (Alianza Republicana Nacionalista, de derecha), que ha gobernado por 20 años (1989-2009) y que presenta al alcalde de San Salvador, Norman Quijano, un político experimentado que hizo del tema de seguridad pública su principal eje de campaña. Lo acompaña el catedrático René Portillo.
El movimiento Unidad, una coalición de partidos que surge de una escisión de Arena y que ha divido el voto de la derecha salvadoreña, postula a su creador, el ex presidente Elías Antonio Saca (2004-2009), que busca su reelección, y a su excanciller Francisco Laínez.
A pesar de la prohibición de divulgar encuestas a partir del día 24 de enero, un estudio encargado por la embajada de Estados Unidos y realizado por la empresa Cid Gallup, señala la victoria del FMLN y de Sánchez Cerén con el 52% de los votos. La derechista Arena tenía el 33% y la fórmula de Unidad se quedaría con el 12%. El restante 3% se dividiría entre los partidos menores.
El estudio fue realizado entre el 28 y el 30 de enero, a través de 1690 entrevistas y tiene un margen de error del 2.2%. Las cifras muestran una tendencia similar a la registrada por la mayoría de los institutos: una amplia ventaja del candidato oficialista sobre Norman Quijano y la posibilidad real de ganar en la primera vuelta. Más lejos está el ex presidente Saca que, sin embargo, tendrá un papel muy importante en caso de que sea necesaria una segunda vuelta para decidir quién será el sucesor del presidente Mauricio Funes (2009-2014).
La larga campaña electoral que culminará este domingo colocó frente a frente a candidatos y programas antagónicos, como reflejo de una sociedad extremadamente polarizada, que resiente de un conflicto armado interno (1980-1992) que aún está muy fresco en la memoria de la población, y sobre todo, de las víctimas de las masacres y las violaciones de los derechos humanos que acontecieron en la década de los 80.
Si por un lado el FMLN presenta un plan de gobierno que quiere dar continuidad y profundizar los programas iniciados durante la administración del presidente Mauricio Funes, promoviendo un modelo participativo e incluyente, por el otro, Arena ha enfocado los últimos meses de su campaña en el tema de la militarización de la seguridad pública, como única solución en el combate a las “maras” (bandas juveniles), tachando al actual gobierno de incapaz y de cómplice de un supuesto pacto con los antisociales.
Ante un electorado dividido y polarizado, el partido gobernante se perfila como la opción de una izquierda progresista que tiene la capacidad de gobernar, y que ahora quiere profundizar su propio proyecto, postulando a una figura emblemática de su historia reciente, y mirando más hacia el sur de América Latina, sin por eso desdeñar las relaciones políticas y comerciales que, históricamente, El Salvador mantiene con Estados Unidos.
El partido Arena y el movimiento Unidad, por el contrario, comparten historia e ideología política y económica, representando el modelo neoliberal impulsado en el país a inicio de los años 90, que ha privilegiado los intereses del mercado y de las grandes empresas nacionales y transnacionales, encima del rol dinamizador y social del Estado.
De acuerdo con el académico y filósofo Carlos Molina Velásquez, el FMLN, en estos últimos 5 años, ha acumulado un capital político importante entre los electores que acostumbran votar por los partidos de derecha. “A través de políticas sociales nunca antes vistas en la historia del país, el FMLN consiguió posicionar en la sociedad la idea de una relación diferente entre Estado y ciudadanía, despertando el interés y la apreciación de amplios sectores de la población políticamente no afines”, dijo a Opera Mundi.
Además, supo crear alianzas con más de 80 movimientos en todo el país, promoviendo una campaña propositiva y de contenido, proyectándose como un partido que suma, une y dialoga.
Mala campaña
Por el contrario, Arena llega a la cita electoral prácticamente solo, fragmentado y con fuertes contradicciones y divisiones internas, con un candidato electoralmente y mediáticamente poco atractivo, impulsando una campaña electoral contradictoria y rabiosa, con cambios continuos de estrategia, con un mensaje negativo, y basada en ataques violentos contra sus adversarios.
Además, perdiendo las elecciones de 2009, Arena ya no controla la maquinaria estatal, ha perdido influencia en los principales poderes del Estado y mantiene abiertos varios frentes de conflicto con partidos e instituciones públicas, que siguen desgastándolo políticamente y ante la población.
Ese partido se ha visto también involucrado en graves actos de corrupción, como, por ejemplo, el escándalo que ha embestido a su jefe de campaña, el ex presidente Francisco Flores (1999-2004), quien está siendo investigado por haber recibido, durante su mandato, más de 10 millones de dólares del gobierno de Taiwán, cuyo uso es desconocido y de los cuales no hay rastro alguno.
“En lugar de condenar con fuerza estos episodios de corrupción, distanciándose de las personas involucradas, el partido y el candidato han preferido callar. Esta actitud les ha perjudicado mucho, haciéndole perder el apoyo de varios sectores de la sociedad, así como de movimientos que se han desmarcado y alejado del partido”, analizó Molina.
Funes y Pignato
Según él, el FMLN ha sabido aprovechar de esta situación de debilitad y de deterioro interno de Arena. Además, ha capitalizado el respaldo velado e indirecto, pero determinante en cuanto a incidencia en el voto, del presidente Funes, quien denunció públicamente 169 casos de corrupción que involucran a personeros de Arena, entre otros el del ex presidente Francisco Flores. Sin embargo, el elemento que más parece estar incidiendo en el voto de los indecisos ha sido la decisión de la primera dama, Vanda Pignato, de apoyar pública y abiertamente a Salvador Sánchez.
Fue notoria su participación en el cierre de campaña de dicho partido, cuando hizo un verdadero llamado a las y los indecisos para que votaran por el cambio y la profundización de los programas iniciados durante el gobierno de Funes, distanciándose de un programa, el de Arena, que quiere volver al pasado.
“Vanda Pignato es muy popular y con su personalidad y sus proyectos promovidos desde la Secretaría de Inclusión Social, como, por ejemplo, el exitoso Ciudad Mujer, que ha atendido a cientos de miles de mujeres en todo el territorio nacional en salud sexual y reproductiva, autonomía económica y prevención de la violencia de género, ha sabido atraer el interés y, posiblemente, el voto de la mujer más humilde, de los indecisos, así como de ciertos sectores de la clase media, que son muy atentos a las dinámicas de transformación de la conciencia social”, afirmó el académico y filósofo.
Para Molina Velásquez, el FMLN tiene la gran oportunidad de mostrar que es posible llevar un candidato de la izquierda histórica hasta la presidencia de la república de El Salvador. “Esto va a marcar un parteaguas en la historia del país, con un mensaje cargado de simbolismo que enrumba el país hacia una paz verdadera, dejando atrás, aunque sin olvidar, la tragicidad de la guerra”.
Reactivación económica
Según muchos analistas, el tema económico es otro elemento que marca la diferencia entre las propuestas presentadas por los partidos políticos y sus candidatos.
A mediados de 2009, cuando asumió el presidente Funes, El Salvador ya estaba sufriendo los violentos embates de la crisis económica mundial y de un modelo de desarrollo interno excluyente y clasista.
Entre 2008 y 2009, el PIB (Producto Interno Bruto) cayó del 3.1%, las entradas fiscales del 14%, las exportaciones del 17%, el crédito se redujo del 8% y las remesas familiares, que en El Salvador representan la segunda fuente de divisa, cayeron del 10%. Paralelamente, aumentó el desempleo abierto y el subempleo, y bajó el consumo privado de entre el 8 y el 10% a nivel nacional.
“El país estaba postrado y sin señales de recuperación. Funes se encontró con las cajas del Estado vacías y con la necesidad de recaudar 800 millones de dólares para poder terminar el año, honrando compromisos y deudas heredadas de las pasadas administraciones”, dijo César Villalona, economista dominicano radicado en El Salvador, a Opera Mundi.
La recuperación del comercio estadounidense, la austeridad presupuestaria del nuevo gobierno, la implementación de nuevos programas hacia la pequeña y mediana empresa y la aplicación de estrategias económico-financieras durante el periodo 2010-2013, permitieron al país recuperar y crecer un 2% promedio anual.
“El país se salió del hoyo y entró a una leve recuperación, reduciendo el déficit fiscal, aumentando los ingresos públicos y reactivando la economía. Sin embargo, el verdadero problema es que las grandes empresas privadas siguen sin invertir en el país y prefieren sacar su dinero hacia el exterior, limitando así la capacidad del Estado de desarrollar sus estrategias”, explicó Villalona.
De acuerdo con datos del economista, entre 2001 y 2010, los 8 grandes grupos económicos salvadoreños habrían sacado del país unos 8.700 millones de dólares para invertirlos en el exterior.
Pese a las tantas dificultades, el primer gobierno de corte progresista en la historia de El Salvador aumentó sensiblemente la inversión social. Se reformó el sistema de salud y se aumentó del 80% su presupuesto, implementando nuevos programas que lograron ampliar la oferta de servicios hacia la población y reducir los índices de mortalidad materno-infantil. Lo mismo se hizo en educación, logrando el aumento de la cobertura escolar, la reducción del abandono y del analfabetismo, sobre todo en el área rural, y remodelando casi el 50% de la estructura escolar a nivel nacional.
También se invirtió en obras públicas y en la reactivación de la producción agrícola, privilegiando la pequeña y mediana empresa y las cooperativas agropecuarias. Esto permitió reducir sensiblemente la importación de alimentos. Asimismo, aumentó la inversión extranjera, disminuyó el desempleo abierto y el subempleo y hubo una ligera recuperación del salario real.
De acuerdo con datos de la DIGESTYC (Dirección General de Estadística y Censo), entre 2009 y 2013, los hogares que viven en pobreza bajaron del 38 al 29% y los que sufren de pobreza extrema del 12 al 6%.
“Se dio un paso importante, sin embargo quedan muchos retos por delante. El futuro gobierno tendrá que mantener este corte progresista, cuidando la macroeconomía, pero, al mismo tiempo, avanzando en la redistribución de la riqueza, el apoyo a la pequeña y mediana empresa y la implementación de los programas sociales”, afirmó el economista dominicano.
Para hacer esto es necesario aumentar los ingresos públicos y reducir el déficit fiscal, atacando con fuerza la evasión de impuestos, que ha alcanzado los 1,700 millones de dólares, combatiendo la “evasión legalizada” de las exoneraciones fiscales, recuperando casi 400 millones que las grande empresas le deben al Estado en concepto de mora e impulsando una reforma tributaria progresiva.
Además, habrá que seguir implementando el cambio de matriz energética hacia las fuentes renovables para abaratar los costos, continuar invirtiendo en el sector agrícola y fortalecer la capacidad de crédito de la banca pública.
“Los neoliberales dicen que para eliminar el déficit hay que reducir el gasto público. Yo prefiero pensar que el verdadero desafío es dinamizar el mercado interno para que el Estado tenga más dinero y pueda ampliar la inversión pública y sus programas”, sugirió Villalona.
Según él, esta idea choca con los intereses de la base empresarial que apoya el partido Arena. “A ellos no les conviene una reforma tributaria, ni el combate a la evasión o la inversión en el agro para que el país deje de importar alimentos y sea autosuficiente. Les conviene más que haya migración y remesas para seguir importando. Tampoco les interesa redistribuir el ingreso, sino que prefieren producir para el 60% de la población e invertir en el exterior, despreocupándose del restante 40% pobre”, concluyó el analista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios que contienen vulgaridades o elementos de violencia verbal