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Cuando el sindicato es visto como el peor enemigo
Por Ernest Cañada | Rel-UITA
El Hotel Royal Decameron Salinitas, ubicado en la zona de Los Cóbanos, en municipio costero de Acajutla, abrió sus puertas el año 2005. Pertenece al grupo empresarial colombiano Decameron All Inclusive Hotels & Resorts.
Con 552 habitaciones y una capacidad de alojamiento aproximada de 2.000 personases hoy por hoy el principal hotel de playa en El Salvador. Además de turistas salvadoreños, tiene una gran afluencia de huéspedes de Canadá, Alemania y Francia, que en su mayoría llegan a través de agencias que les organizan un tour en el que combinan unos días en Guatemala y otros en El Salvador.
Las perspectivas de la compañía colombiana en El Salvador parecen prometedoras y las proyecciones apuntan a que en pocos años podría triplicar su capacidad de alojamiento.
En este sentido, recientemente anunciaron la instalación de un hotel en el capital de la franquicia Hard Rock y se muestran interesados en la construcción de otro hotel de playa en el Icacal, en el Departamento de La Unión. En este enclave, la construcción de una gran carretera por todo el litoral con fondos del proyecto norteamericano Fomilenio II facilitará la llegada de grandes inversiones.
Sin embargo, la imagen de Decameron en El Salvador puede verse empañada por su política antisindical, que saltó a la luz pública tras el despido el pasado 6 de septiembre de Patricia Monterrosa, fundadora del Sindicato de Trabajadores de Industria Gastronómica, Restaurantes, Hoteles, y Afines al Turismo (SITIGHRA) [1].
Antecedentes
Llegamos a la zona de Los Cóbanos acompañados por Gilberto García y Andrea García, miembros del Centro de Estudios y Apoyo Laboral (CEAL).
Cuando pasamos frente a Decameron, Andrea nos cuenta que antes del año 2005 el hotel ya existía con el nombre de Club de Playa Salinitas. En ese hotel, continúa Andrea, “los trabajadores tenían un sindicato y mantenían relaciones estables con la patronal, a través de un contrato colectivo de trabajo. Pero cuando Decameron quiso comprarlo, lo hizo bajo la condición de que fuera sin el sindicato y sin el contrato colectivo que tenían los trabajadores.
Entonces Club de Playa Salinitas negoció con los trabajadores sus liquidaciones de acuerdo al contrato colectivo, bajo la promesa que Decameron los recontratarían después de 6 meses, el tiempo que necesitaba para remodelar el hotel. Pero tras ese período, los trabajadores, alrededor de 150, vecinos de esa zona de Los Cóbanos, nunca volvieron a ser contratados, ninguno de ellos”.
Posteriormente, Decameron contrató nuevo personal, pero fueron a buscarlos a otra área, a Sonsonate, a unos 30 minutos de donde está el hotel, “para asegurarse de que dentro de los nuevos trabajadores no fuera ningún sindicalista”, apunta Andrea.
Tres razones sociales y una misma
política de segmentación laboral
Cuando el grupo colombiano llegó al país estableció una razón social, Decameron de El Salvador SA, pero conservó también la razón social Club de Playa Salinitas SA.
Según explica Gilberto García el motivo fue que “ésta ya tenía los permisos ambientales desde antes que Los Cóbanos fuera declarada Área Natural Protegida, y si formaban una nueva sociedad tendrían que volver a empezar con los trámites, por lo que mejor les convenía mantener aquella razón social”. Y finalmente crearon una tercera razón social: Servilaborales SA.
Para Andrea García operar con estas tres razones sociales ha permitido a la empresa segmentar a la plantilla de trabajadores: “Al principio en Servilaborales hacían todas las contrataciones del personal del hotel.
Pero con el paso del tiempo dividieron las contrataciones en dos. Bajo Servilaborales mantuvieron a todo el personal de la división Multivacaciones, que se encarga de vender membresías para los huéspedes que quieren viajar y hospedarse en diferentes hoteles Decameron del mundo.
Y también contrataron a personal que tenía una cara más al público, como recepción, atención al cliente, y todo esto. Y bajo la razón social Club de Playa Salinitas contrataron a todo el personal más operativo, la gente de mantenimiento, los que arreglan las habitaciones, los que están en cocina,…”.
Posteriormente, desde hace dos o tres años, continúa Andrea, “la empresa empezó a hacer contratos mercantiles con personas específicas a las que contrataba algún servicio, por ejemplo el mantenimiento del aire acondicionado, del servicio de cable de las televisiones, la limpieza de las piscinas o jardinería.
Estos ya no son contratos laborales, si no que la persona que vende el servicio a Decameron se encarga a su vez de subcontratar a otras personas que generalmente son pequeñas cuadrillas de hasta casi 10 personas, y la persona que vende el servicio normalmente tiene contratos verbales, ni siquiera por escrito”.
Esta multiplicidad de razones sociales y contratadores segmenta a los trabajadores y dificulta su unidad y capacidad de organización sindical.
Dificultades y más dificultades
para la sindicalización
Para Gilberto García tanto las subcontrataciones a terceros que tienen a su cargo a otros trabajadores como los contratos a destajo (por días, por horas o por una labor específica) tienen como objetivo “ir rompiendo la relación laboral”, lo que a su vez dificulta que los trabajadores se organicen sindicalmente.
Por otra parte, la temporalidad a la que obligan a sus trabajadores también incide, asegura Gilberto: “El Código del Trabajo establece que todos los trabajadores que tienen una labor permanente su contrato tiene que ser permanente, y sin embargo las empresas hacen uso de contratos parciales, temporales.
En Decameron usan contratos de 3 meses y después los "despiden" por una semana y luego los vuelven a contratar. Esas son modalidades que pretenden que el trabajador no acumule antigüedad y, por otra parte, buscan atemorizar permanente al trabajador, porque se siente siempre en el aire, inestable, como que no tiene seguro su puesto de trabajo.
Y esto obviamente repercute en la decisión de sindicalizarse. Eso es lo que se conoce como un fraude de ley, una ilegalidad disfrazada de legalidad”.
La tercera gran dificultad para que los trabajadores puedan organizarse sindicalmente tiene que ver con la propia actitud antisindical de los empleadores.
El despido de Patricia Monterrosa, siendo fundadora del sindicato SITIGHRA, y amparada por la ley, es una evidencia de esta voluntad de atemorizar y reprimir cualquier intento de establecer un sindicato en la empresa que pudiera actuar en el marco de las leyes laborales vigentes.
Las perspectivas de la compañía colombiana en El Salvador parecen prometedoras y las proyecciones apuntan a que en pocos años podría triplicar su capacidad de alojamiento.
En este sentido, recientemente anunciaron la instalación de un hotel en el capital de la franquicia Hard Rock y se muestran interesados en la construcción de otro hotel de playa en el Icacal, en el Departamento de La Unión. En este enclave, la construcción de una gran carretera por todo el litoral con fondos del proyecto norteamericano Fomilenio II facilitará la llegada de grandes inversiones.
Sin embargo, la imagen de Decameron en El Salvador puede verse empañada por su política antisindical, que saltó a la luz pública tras el despido el pasado 6 de septiembre de Patricia Monterrosa, fundadora del Sindicato de Trabajadores de Industria Gastronómica, Restaurantes, Hoteles, y Afines al Turismo (SITIGHRA) [1].
Antecedentes
Llegamos a la zona de Los Cóbanos acompañados por Gilberto García y Andrea García, miembros del Centro de Estudios y Apoyo Laboral (CEAL).
Cuando pasamos frente a Decameron, Andrea nos cuenta que antes del año 2005 el hotel ya existía con el nombre de Club de Playa Salinitas. En ese hotel, continúa Andrea, “los trabajadores tenían un sindicato y mantenían relaciones estables con la patronal, a través de un contrato colectivo de trabajo. Pero cuando Decameron quiso comprarlo, lo hizo bajo la condición de que fuera sin el sindicato y sin el contrato colectivo que tenían los trabajadores.
Entonces Club de Playa Salinitas negoció con los trabajadores sus liquidaciones de acuerdo al contrato colectivo, bajo la promesa que Decameron los recontratarían después de 6 meses, el tiempo que necesitaba para remodelar el hotel. Pero tras ese período, los trabajadores, alrededor de 150, vecinos de esa zona de Los Cóbanos, nunca volvieron a ser contratados, ninguno de ellos”.
Posteriormente, Decameron contrató nuevo personal, pero fueron a buscarlos a otra área, a Sonsonate, a unos 30 minutos de donde está el hotel, “para asegurarse de que dentro de los nuevos trabajadores no fuera ningún sindicalista”, apunta Andrea.
Tres razones sociales y una misma
política de segmentación laboral
Cuando el grupo colombiano llegó al país estableció una razón social, Decameron de El Salvador SA, pero conservó también la razón social Club de Playa Salinitas SA.
Según explica Gilberto García el motivo fue que “ésta ya tenía los permisos ambientales desde antes que Los Cóbanos fuera declarada Área Natural Protegida, y si formaban una nueva sociedad tendrían que volver a empezar con los trámites, por lo que mejor les convenía mantener aquella razón social”. Y finalmente crearon una tercera razón social: Servilaborales SA.
Para Andrea García operar con estas tres razones sociales ha permitido a la empresa segmentar a la plantilla de trabajadores: “Al principio en Servilaborales hacían todas las contrataciones del personal del hotel.
Pero con el paso del tiempo dividieron las contrataciones en dos. Bajo Servilaborales mantuvieron a todo el personal de la división Multivacaciones, que se encarga de vender membresías para los huéspedes que quieren viajar y hospedarse en diferentes hoteles Decameron del mundo.
Y también contrataron a personal que tenía una cara más al público, como recepción, atención al cliente, y todo esto. Y bajo la razón social Club de Playa Salinitas contrataron a todo el personal más operativo, la gente de mantenimiento, los que arreglan las habitaciones, los que están en cocina,…”.
Posteriormente, desde hace dos o tres años, continúa Andrea, “la empresa empezó a hacer contratos mercantiles con personas específicas a las que contrataba algún servicio, por ejemplo el mantenimiento del aire acondicionado, del servicio de cable de las televisiones, la limpieza de las piscinas o jardinería.
Estos ya no son contratos laborales, si no que la persona que vende el servicio a Decameron se encarga a su vez de subcontratar a otras personas que generalmente son pequeñas cuadrillas de hasta casi 10 personas, y la persona que vende el servicio normalmente tiene contratos verbales, ni siquiera por escrito”.
Esta multiplicidad de razones sociales y contratadores segmenta a los trabajadores y dificulta su unidad y capacidad de organización sindical.
Dificultades y más dificultades
para la sindicalización
Para Gilberto García tanto las subcontrataciones a terceros que tienen a su cargo a otros trabajadores como los contratos a destajo (por días, por horas o por una labor específica) tienen como objetivo “ir rompiendo la relación laboral”, lo que a su vez dificulta que los trabajadores se organicen sindicalmente.
Por otra parte, la temporalidad a la que obligan a sus trabajadores también incide, asegura Gilberto: “El Código del Trabajo establece que todos los trabajadores que tienen una labor permanente su contrato tiene que ser permanente, y sin embargo las empresas hacen uso de contratos parciales, temporales.
En Decameron usan contratos de 3 meses y después los "despiden" por una semana y luego los vuelven a contratar. Esas son modalidades que pretenden que el trabajador no acumule antigüedad y, por otra parte, buscan atemorizar permanente al trabajador, porque se siente siempre en el aire, inestable, como que no tiene seguro su puesto de trabajo.
Y esto obviamente repercute en la decisión de sindicalizarse. Eso es lo que se conoce como un fraude de ley, una ilegalidad disfrazada de legalidad”.
La tercera gran dificultad para que los trabajadores puedan organizarse sindicalmente tiene que ver con la propia actitud antisindical de los empleadores.
El despido de Patricia Monterrosa, siendo fundadora del sindicato SITIGHRA, y amparada por la ley, es una evidencia de esta voluntad de atemorizar y reprimir cualquier intento de establecer un sindicato en la empresa que pudiera actuar en el marco de las leyes laborales vigentes.
[1] Puede leerse una extensa entrevista a Patricia Monterrosa realizada por Giorgio Trucchi para Sirel el 17 de octubre de 2013, “Por defender derechos me trataron peor que a una delincuente”. Despidos y
persecución antisindical en Hotel Royal Decameron Salinitas
Fuente: Rel-UITA
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