europaquotidiano.it |
Por Emilio Marín | La Arena
Nadie discute que Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial. Pero también nadie en su sano juicio podrá discutir que está en plena decadencia, política y económica. Obama no logró aprobar la ley de presupuesto.
Nadie discute que Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial. Pero también nadie en su sano juicio podrá discutir que está en plena decadencia, política y económica. Obama no logró aprobar la ley de presupuesto.
Las fechas y calendarios tienen danzas y contra danzas. El 1 de octubre es sinónimo de revolución china, pues ese día, de 1949, Mao Tsé tung proclamó la república popular desde Tian anmen. A su vez el 1 de octubre de cada año EE UU debe tener en regla su ley de presupuesto para el año fiscal que comienza ese día.
En los últimos años, los desacuerdos entre republicanos y demócratas en el Capitolio, y entre los opositores en éste y quien ocupe la Casa Blanca, transformaron ese trámite en un parto de nalgas. O en algo mucho más doloroso para los millones que trabajan en dependencias federales, sus museos, parques, etc, cuando las divergencias desembocan en la negativa a votar el presupuesto.
Es lo que ocurrió el martes 1, cuando luego de cuatro votaciones cruzadas y negativas en ambas cámaras, una -el Senado- con mayoría demócrata y otra -Representantes- con predominio republicano, no se pusieron de acuerdo. Y se arribó al plazo fatídico sin ese soporte legal.
No se trata principalmente de una cuestión de números, de por sí poco cómodos para un país superendeudado, con déficit presupuestarios y de comercio exterior, que arrastra una crisis económica desde setiembre de 2008 con la caída del Lehman Brothers. Ese contexto económico no es ajeno a la gravedad del desacuerdo del bipartidismo en torno a la ley de presupuesto. En época de “vacas flacas” como la actual, aquellas discordias tienen un voltaje mayor.
Pero, la razón fundamental de esta crisis presupuestaria es política: los republicanos, fuertemente influenciados por su ala más recalcitrante, el llamado “Tea Party”, quisieron chantajear al presidente. Sólo estaba dispuesto a votarle el presupuesto si Barack Obama suspendía por al menos un año la vigencia de su ley de reforma de salud conocida como “Obamacare”. Y el presidente, con un buen criterio, se negó al chantaje y secuestro extorsivo, consciente que esa reforma es parte de una política bien vista por millones de personas.
Té muy amargo
Al momento de mayor carencia de esa cobertura de salud, hasta 2010, se estimaba que 48 millones de personas no tenían asegurado el cuidado de alto tan esencial para la vida humana. Lindezas de un sistema como el capitalista extremo que se presenta ante el mundo como el icono de la libertad y oportunidades para el ser humano. Ya el documentalista Michael Moore en Sicko (2007) desnudaba esa situación y la comparaba con el gratuito sistema sanitario de Cuba e incluso los del Reino Unido y otros países capitalistas (la crisis que empezó ese año ha borrado parte de esos logros europeos, no así en la isla socialista, donde siguen de pie).
La reforma de Obama favoreció la mayor inserción en el seguro de salud, pero lo suyo distó muchísimo de una cobertura completa a cargo del Estado. Aún hoy existen varios millones de ciudadanos, entre ellos muchos inmigrantes pobres pero también norteamericanos, que no tienen esa cobertura. Algunos porque viven en los 26 estados gobernados por los republicanos que restringen dicha ley. Otros porque tienen ingresos y no califican como muy pobres, en cuyo caso los cubriría Medicaid, pero tampoco ganan lo suficiente como para pagar a la medicina privada.
El “Obamacare” es apenas una aspirina en medio de gravísimas dolencias, pero los republicanos se oponen con furia. No son ni conservadores compasivos. Son insensibles, de una extrema derecha. El Tea Party es un té muy amargo, casi se diría cancerígeno.
Ese segmento tan antipopular ganó posiciones y bancas republicanas en las elecciones de mitad de mandato de 2010. Cuando algunos legisladores quieren correrse unos centímetros al centro, como ocurrió con dos senadores de Colorado, las empresas que financian al Tea Party les cortaron el apoyo financiero y auspiciaron a otros más obedientes. Así se maneja la democracia que presume de ser la más avanzada del planeta (y pensar que en Argentina lo creen Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli).
¿Primera vez en 17 años?
Ante la detonación del problema presupuestario, se ha informado que es la segunda vez que ocurre, tomando como antecedente más cercano lo vivido durante la administración Clinton, también demócrata, en 1995-1996.
Sin embargo, una nota firmada por Rupert Cornwell, publicada en Página/12 y titulada “EE.UU. cerrado por falta de presupuesto”, aclaraba: “la última vez que un presupuesto se aprobó completamente y a tiempo fue en 1997. Hace tres años que no se aprueba un proyecto de ley de gastos generales. Lo que mantiene en funcionamiento al gobierno son las “resoluciones concurrentes”, votos parciales y provisionales que permiten pagar sueldos y gastos mientras que la Cámara de Representantes –controlada por los republicanos– y el Senado –de mayoría demócrata– discuten sin ponerse de acuerdo”.
Quiere decir que se pueden presentar los sucesos de un modo más enérgico, diciendo que hace dieciséis años que el Congreso no puede o ni quiere votar la ley respectiva en tiempo y forma. Y que en los últimos años, por lo menos tres dice Cornwell, se ha limitado a votar partidas “parciales” y “provisionales”.
Con este cortocircuito presupuestario se incuba otra tormenta que puede ser muchísimo más grave: antes del 17 de octubre próximo el Capitolio debería votar una ley para ampliar el límite legal, valga la redundancia, del endeudamiento del gobierno federal, que tiene un techo de 16,7 billones (millones de millones) de dólares y todo indica que ese mismo día demandará elevar ese monto para seguir pagando sus obligaciones.
Si el bloqueo de los republicanos llegara a jugar del mismo modo como en el presupuesto, el gobierno caería en una cesación de pagos. A eso apuesta el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner. El Departamento del Tesoro de Jacob Lew emitió un comunicado que desbordaba preocupación. “Una cesación de pagos sería un asunto sin precedentes y tendría el potencial de ser una catástrofe; las consecuencias negativas podrían sentirse en todo el mundo”, se leía.
En ese caso el gobierno no podría pagar a sus empleados, las empresas contratistas, los acreedores y tenedores de bonos públicos, ni sus importaciones, etc, lo que convertiría a EEUU en un caos y una llama propagadora de un incendio global. Su errática recuperación económica, sin salir de la crisis quinquenal, ya asegura peores indicadores para el último trimestre de 2013. Al futuro se lo otea ominoso. Obama opinó sobre esa perspectiva: “si no aprueban aumentar el piso, será más grave que el cierre del gobierno. Será una parálisis total”. Lo dijo él, no Fidel Castro...
Militares con coronita
Al fracasar las negociaciones parlamentarias el 1 de octubre, una de las consecuencias más negativas desde el punto de vista social es que buena parte de los empleados públicos fueron mandados a casa, con licencia sin goce de sueldos. Esto afecta a 800.000 sobre un universo de 2 millones de agentes. Y el nivel de afectación dependió de los organismos. Por ejemplo, los más afectados son los políticos y administrativos, como la Casa Blanca, el Departamento de Estado y del Tesoro, donde la proporción de licenciados fue del 75-85 por ciento.
En cambio en el Pentágono, no llegó al 50. Obama se encargó de dejar a salvo del ajuste al 1.4 millón de soldados, quienes por ahora seguirán percibiendo sus emolumentos.
Como parte del mismo fenómeno, es muy posible que los contratistas del Pentágono como Lockheed Martin no tengan inconvenientes en cobrar sus facturas de provisiones de aviones, bombarderos y helicópteros. Es que las guerras en Afganistán, Irak y las operaciones en Libia y en contra de Siria e Irán, no saben de paréntesis presupuestarias. A lo sumo de breves negociaciones diplomáticas, como la que está en curso sobre el futuro de Damasco, por mediación rusa.
El resto de las operaciones militares en el mundo demanda que hacia allí fluyan los recursos que se niegan a otros rubros. Tampoco se cortan los comprometidos 3.000 millones de dólares anuales que se aportan al poco pacífico Israel.
Hoy parte Obama de gira a Asia. Su avión presidencial no pasará por Malasia ni por Filipinas, debido a los recortes, manteniéndose sólo los destinos de Brunei e Indonesia.
Entre las minorías contentas por la posibilidad de cierre del gobierno están los círculos ultraliberales y restos de los “Chicago boys”, como Ted Dehaven, del CATO Institute. “Lo mejor que nos puede pasar es que el gobierno cierre de una vez; el mejor gobierno para este país es el más pequeño”, dijeron. Joe Martínez de Hoz ya murió pero desde el más allá debe haber aplaudido a sus amigos de causa. Esas políticas empiezan a tener malas notas oficiales: por primera vez en la historia Standard & Poor's (S&P) degradó la deuda estadounidense, bajándola de de AAA a AA+.
Muchos norteamericanos medios y habitantes de a pie del mundo ven que el imperio está en dura crisis, pero su gasto en armas y soldados es el último que piensa reducir. La razón es bastante obvia. Las guerras y las muertes son su manera de vivir...
En los últimos años, los desacuerdos entre republicanos y demócratas en el Capitolio, y entre los opositores en éste y quien ocupe la Casa Blanca, transformaron ese trámite en un parto de nalgas. O en algo mucho más doloroso para los millones que trabajan en dependencias federales, sus museos, parques, etc, cuando las divergencias desembocan en la negativa a votar el presupuesto.
Es lo que ocurrió el martes 1, cuando luego de cuatro votaciones cruzadas y negativas en ambas cámaras, una -el Senado- con mayoría demócrata y otra -Representantes- con predominio republicano, no se pusieron de acuerdo. Y se arribó al plazo fatídico sin ese soporte legal.
No se trata principalmente de una cuestión de números, de por sí poco cómodos para un país superendeudado, con déficit presupuestarios y de comercio exterior, que arrastra una crisis económica desde setiembre de 2008 con la caída del Lehman Brothers. Ese contexto económico no es ajeno a la gravedad del desacuerdo del bipartidismo en torno a la ley de presupuesto. En época de “vacas flacas” como la actual, aquellas discordias tienen un voltaje mayor.
Pero, la razón fundamental de esta crisis presupuestaria es política: los republicanos, fuertemente influenciados por su ala más recalcitrante, el llamado “Tea Party”, quisieron chantajear al presidente. Sólo estaba dispuesto a votarle el presupuesto si Barack Obama suspendía por al menos un año la vigencia de su ley de reforma de salud conocida como “Obamacare”. Y el presidente, con un buen criterio, se negó al chantaje y secuestro extorsivo, consciente que esa reforma es parte de una política bien vista por millones de personas.
Té muy amargo
Al momento de mayor carencia de esa cobertura de salud, hasta 2010, se estimaba que 48 millones de personas no tenían asegurado el cuidado de alto tan esencial para la vida humana. Lindezas de un sistema como el capitalista extremo que se presenta ante el mundo como el icono de la libertad y oportunidades para el ser humano. Ya el documentalista Michael Moore en Sicko (2007) desnudaba esa situación y la comparaba con el gratuito sistema sanitario de Cuba e incluso los del Reino Unido y otros países capitalistas (la crisis que empezó ese año ha borrado parte de esos logros europeos, no así en la isla socialista, donde siguen de pie).
La reforma de Obama favoreció la mayor inserción en el seguro de salud, pero lo suyo distó muchísimo de una cobertura completa a cargo del Estado. Aún hoy existen varios millones de ciudadanos, entre ellos muchos inmigrantes pobres pero también norteamericanos, que no tienen esa cobertura. Algunos porque viven en los 26 estados gobernados por los republicanos que restringen dicha ley. Otros porque tienen ingresos y no califican como muy pobres, en cuyo caso los cubriría Medicaid, pero tampoco ganan lo suficiente como para pagar a la medicina privada.
El “Obamacare” es apenas una aspirina en medio de gravísimas dolencias, pero los republicanos se oponen con furia. No son ni conservadores compasivos. Son insensibles, de una extrema derecha. El Tea Party es un té muy amargo, casi se diría cancerígeno.
Ese segmento tan antipopular ganó posiciones y bancas republicanas en las elecciones de mitad de mandato de 2010. Cuando algunos legisladores quieren correrse unos centímetros al centro, como ocurrió con dos senadores de Colorado, las empresas que financian al Tea Party les cortaron el apoyo financiero y auspiciaron a otros más obedientes. Así se maneja la democracia que presume de ser la más avanzada del planeta (y pensar que en Argentina lo creen Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli).
¿Primera vez en 17 años?
Ante la detonación del problema presupuestario, se ha informado que es la segunda vez que ocurre, tomando como antecedente más cercano lo vivido durante la administración Clinton, también demócrata, en 1995-1996.
Sin embargo, una nota firmada por Rupert Cornwell, publicada en Página/12 y titulada “EE.UU. cerrado por falta de presupuesto”, aclaraba: “la última vez que un presupuesto se aprobó completamente y a tiempo fue en 1997. Hace tres años que no se aprueba un proyecto de ley de gastos generales. Lo que mantiene en funcionamiento al gobierno son las “resoluciones concurrentes”, votos parciales y provisionales que permiten pagar sueldos y gastos mientras que la Cámara de Representantes –controlada por los republicanos– y el Senado –de mayoría demócrata– discuten sin ponerse de acuerdo”.
Quiere decir que se pueden presentar los sucesos de un modo más enérgico, diciendo que hace dieciséis años que el Congreso no puede o ni quiere votar la ley respectiva en tiempo y forma. Y que en los últimos años, por lo menos tres dice Cornwell, se ha limitado a votar partidas “parciales” y “provisionales”.
Con este cortocircuito presupuestario se incuba otra tormenta que puede ser muchísimo más grave: antes del 17 de octubre próximo el Capitolio debería votar una ley para ampliar el límite legal, valga la redundancia, del endeudamiento del gobierno federal, que tiene un techo de 16,7 billones (millones de millones) de dólares y todo indica que ese mismo día demandará elevar ese monto para seguir pagando sus obligaciones.
Si el bloqueo de los republicanos llegara a jugar del mismo modo como en el presupuesto, el gobierno caería en una cesación de pagos. A eso apuesta el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner. El Departamento del Tesoro de Jacob Lew emitió un comunicado que desbordaba preocupación. “Una cesación de pagos sería un asunto sin precedentes y tendría el potencial de ser una catástrofe; las consecuencias negativas podrían sentirse en todo el mundo”, se leía.
En ese caso el gobierno no podría pagar a sus empleados, las empresas contratistas, los acreedores y tenedores de bonos públicos, ni sus importaciones, etc, lo que convertiría a EEUU en un caos y una llama propagadora de un incendio global. Su errática recuperación económica, sin salir de la crisis quinquenal, ya asegura peores indicadores para el último trimestre de 2013. Al futuro se lo otea ominoso. Obama opinó sobre esa perspectiva: “si no aprueban aumentar el piso, será más grave que el cierre del gobierno. Será una parálisis total”. Lo dijo él, no Fidel Castro...
Militares con coronita
Al fracasar las negociaciones parlamentarias el 1 de octubre, una de las consecuencias más negativas desde el punto de vista social es que buena parte de los empleados públicos fueron mandados a casa, con licencia sin goce de sueldos. Esto afecta a 800.000 sobre un universo de 2 millones de agentes. Y el nivel de afectación dependió de los organismos. Por ejemplo, los más afectados son los políticos y administrativos, como la Casa Blanca, el Departamento de Estado y del Tesoro, donde la proporción de licenciados fue del 75-85 por ciento.
En cambio en el Pentágono, no llegó al 50. Obama se encargó de dejar a salvo del ajuste al 1.4 millón de soldados, quienes por ahora seguirán percibiendo sus emolumentos.
Como parte del mismo fenómeno, es muy posible que los contratistas del Pentágono como Lockheed Martin no tengan inconvenientes en cobrar sus facturas de provisiones de aviones, bombarderos y helicópteros. Es que las guerras en Afganistán, Irak y las operaciones en Libia y en contra de Siria e Irán, no saben de paréntesis presupuestarias. A lo sumo de breves negociaciones diplomáticas, como la que está en curso sobre el futuro de Damasco, por mediación rusa.
El resto de las operaciones militares en el mundo demanda que hacia allí fluyan los recursos que se niegan a otros rubros. Tampoco se cortan los comprometidos 3.000 millones de dólares anuales que se aportan al poco pacífico Israel.
Hoy parte Obama de gira a Asia. Su avión presidencial no pasará por Malasia ni por Filipinas, debido a los recortes, manteniéndose sólo los destinos de Brunei e Indonesia.
Entre las minorías contentas por la posibilidad de cierre del gobierno están los círculos ultraliberales y restos de los “Chicago boys”, como Ted Dehaven, del CATO Institute. “Lo mejor que nos puede pasar es que el gobierno cierre de una vez; el mejor gobierno para este país es el más pequeño”, dijeron. Joe Martínez de Hoz ya murió pero desde el más allá debe haber aplaudido a sus amigos de causa. Esas políticas empiezan a tener malas notas oficiales: por primera vez en la historia Standard & Poor's (S&P) degradó la deuda estadounidense, bajándola de de AAA a AA+.
Muchos norteamericanos medios y habitantes de a pie del mundo ven que el imperio está en dura crisis, pero su gasto en armas y soldados es el último que piensa reducir. La razón es bastante obvia. Las guerras y las muertes son su manera de vivir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios que contienen vulgaridades o elementos de violencia verbal