Por Ollantay Itzamná | Rebelión
Era un viernes cuando transcurría el 12 de octubre de 1492. Los tainos (pueblo indígena de las Antillas) disfrutaban apacibles del transcurrir cotidiano de sus vidas en la isla de Guanahani (actual Bahamas). Allí llegaron unos barbudos desconocidos provenientes del mar. Acogimos con honores a nuestros huéspedes sin conocer sus intenciones. Pronto nos dimos cuenta que eran bárbaros cristianos embelesados por el metal. Pero ya era demasiado tarde. Nuestra desgracia había comenzado.
Era un viernes cuando transcurría el 12 de octubre de 1492. Los tainos (pueblo indígena de las Antillas) disfrutaban apacibles del transcurrir cotidiano de sus vidas en la isla de Guanahani (actual Bahamas). Allí llegaron unos barbudos desconocidos provenientes del mar. Acogimos con honores a nuestros huéspedes sin conocer sus intenciones. Pronto nos dimos cuenta que eran bárbaros cristianos embelesados por el metal. Pero ya era demasiado tarde. Nuestra desgracia había comenzado.
Los tainos,
al igual que todos sus vecinos, fueron cazados y llevados como esclavos
a La Española (actual Haití y República Dominicana) y a Cuba. Las
tainas, al igual que sus vecinas, fueron violadas y obligadas a parir
bastardos (antes de ser aniquiladas) porque los barbudos venían sin
mujeres y sin hijos. Aquel pueblo fue diezmado por completo. Igual
suerte corrieron centenares de pueblos aborígenes en esta nuestra Abya
Yala.
Abya Yala estaba más allá del horizonte cultural y mental
de la Europa de aquel entonces. Pero, lamentablemente en ese momento
Europa transitaba de una economía feudal hacia una economía mercantil
que buscaba respaldarse en el metal precioso, el oro. Ellos no tenía el
oro, y el tradicional comercio que mantenían con el mundo oriental había
sido bloqueado por el avance de los árabes hacia el norte. Por eso se
lanzaron al mar desconocido en sentido contrario, creyendo que el
planeta era redondo, buscando una ruta alterna para sus negocios con
Oriente. Así fue como aparecieron en Abya Yala creyendo que era India. Y
Cristóbal Colón murió con esa firme creencia.
Era tan luminosa
la riqueza y la dignidad en nuestros abuelos y abuelas, que los
heraldos europeos descubrieron en sí mismos su miseria y decadencia
moral. Inventaron y ensayaron varios argumentos, incluso teológicos,
para negar nuestra condición humana, y así apoderarse de nuestra riqueza
y de nuestros cuerpos. Pero, ninguno de esos argumentos era
racionalmente sostenible. Y, ante su limitación mental, y presos de su
avaricia, nos hicieron una guerra sanguinaria jamás vista en la historia
de la Madre Tierra.
Así nació la resistencia sin cuarteles más
larga y fecunda que la humanidad jamás conoció. Diezmaron a decenas de
millones de nuestros abuelos, pero jamás pudieron robarnos la dignidad,
ni desaparecernos como pueblos. Nos bautizaron a la fuerza, pero no
pudieron matar nuestras espiritualidades, ni a nuestras divinidades. Se
llevaron consigo cientos de miles de Kg. de oro y millones de plata de
nuestras tierras, pero viven en el empobrecimiento material financiero,
igual o peor que antes. Nos educaron en la ilusión de la superioridad de
la “civilización” occidental, pero las civilizaciones milenarias se
revitalizan ante la decadencia de la unigénita civilización.
En
estos últimos tiempos, el fenómeno Sur, más allá de las limitaciones
políticas coyunturales actuales, es producto de este proceso de la
resistencia fecunda y creativa de cientos de años. Mayas, lencas, cunas,
chibchas, quechuas, aymaras, guaraníes, mapuches, y muchos otros
pueblos dignos dinamizamos procesos de insubordinación contra hegemónica
porque creemos en la vida y en la dignidad.
Somos pueblos
diferentes, con dinámicas diferentes, pero compartimos las mismas
derrotas e historias inconclusas de resistencia. Nos unen los mismos
sueños de convivir en la Casa Grande, como hijos e hijas de la Pachamama
sin fronteras. Sin que nadie se sienta superior, ni inferior. Libres de
la perversión de la avaricia y del deseo de acumulación. Este luminoso
sueño compartido es lo que celebramos este sábado, 12 de octubre, con un
corazón agradecido y reverente para con nuestros ancestros/as.
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