Copinh |
Por Sandra Marybel Sánchez
Hoy fue uno
de esos días que se le arrebatan a la violencia en que estamos sumidos y en los
que se recupera la fe en los seres humanos. Uno de esos días en los que la
solidaridad se encarna en hombres y mujeres que reafirman nuestras utopías.
Por supuesto
que eso no ocurrió en el centro político del país, donde se trafica y se transa
con todo. Ocurrió en la comunidad de La Esperanza, Intibucá, que aunque lleva
el nombre del último de los males de la Caja de Pandora, hoy nos llenó de
esperanza, de la buena, de la que moviliza, de la que se transforma en
convicción.
No es casual
que haya ocurrido en ese lugar, la cuna de los copines y las copinas, como le
decimos cariñosamente a los hombres y mujeres que conforman el Consejo Cívico
de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), quienes llevan
dos décadas dándonos ejemplo de que la patria y los bienes comunes de la
naturaleza deben defenderse con la vida si es necesario, y que la solidaridad
es una práctica, que éticamente nos coloca a la par de quien la necesita.
Hombres y
mujeres, que valoramos la dura y riesgosa lucha que sostiene el pueblo lenca de
Río Blanco, bajo el liderazgo de la Coordinadora General del COPINH, Bertha
Cáceres, en defensa del Río Gualcarque, que para ese pueblo y para todos
pueblos es sinónimo de vida; nos autoconvocamos y llegamos hoy de todas partes
de Honduras y de más allá de nuestras fronteras, a acompañar a la compañera, a
Tomasito y Aureliano, a una audiencia de imputados, por supuesta comisión de
delitos en contra de los intereses de las empresas DESA y SINOHYDRO, una
trasnacional china dedicada a la construcción de represas.
Poco a poco,
el parqueo del “Palacio de la Justicia de la Esperanza”, se fue llenado de
colorido y calor, al escuchamos el Himno Nacional Resistente cantado por Karla
Lara y La Casa de la Justicia, sí, esa de la genial inspiración del
rebelde “pueta” Sosa y su “templo de encantadores de serpientes”, también
escuchamos encendidos discursos solidarios, llenos de rabia por la injusticia
de un Sistema de Justicia que sigue criminalizando las luchas
sociales.
La emociones
fueron fuertes y múltiples, pero llegaron al clímax, cuando vimos salir de ese
frío edificio de altísimas columnas de cemento (burda imitación de la Casa
blanca de los yunai esteis), a Bertita, como cariñosamente le decimos, y a sus
dos compañeros, flanqueados por la imponente presencia de la mundialmente
conocida Defensora de los Derechos Humanos y Senadora del pueblo colombiano,
Piedad Córdoba, y de su apoderado legal, por convicción y compromiso con la
resistencia del pueblo lenca, abogado Víctor Fernández.
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