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Ernest Cañada | Alba Sud
¿Es posible pensar un turismo distinto al predominante? ¿Merece la pena
el esfuerzo? ¿Y si es así, por dónde empezamos? Estas son algunas de
las preguntas que reiteradamente aparecen en muchos de los foros de
discusión a los que he asistido en los últimos años y que ponen en
cuestión el modelo turístico actual. Desde la izquierda tenemos serios
problemas para abordar el asunto
Tradicionalmente lo hemos
minusvalorado, no le damos suficiente importancia frente a otras
problemáticas o actividades económicas –como las actividades
extractivas, la construcción de grandes infraestructuras, la
agroexportación o la industria maquiladora –, y sin embargo es hoy por
hoy uno de los principales agentes de la globalización neoliberal.
Cuando se aborda la discusión centramos nuestra atención en el
funcionamiento de los capitales turísticos, sus múltiples impactos y los
conflictos que genera. Este enfoque crítico, cuestionador del orden
existente, es fundamental frente a la lógica que predomina en los
estudios universitarios, subordinados al “tourism for business” en su
afán por garantizar y legitimar la reproducción de los grandes capitales
turísticos, tal como han puesto en evidencia desde diferentes
perspectivas Raoul V. Bianchi o Michael Hall, profesores respectivamente en las universidades de Canterbury en Nueva Zelanda y East London en Inglaterra [1]. Sin embargo la creciente turistización
de enormes territorios en diferentes áreas de Centroamérica, tanto en
el litoral y algunas ciudades de origen colonial como en zonas de
montaña, requiere que abramos nuestra mirada y replantemos el debate
sobre nuevas bases.
Necesidad de alternativas
Las dinámicas que dominan el escenario turístico internacional se
caracterizan por una progresiva concentración empresarial, fuga de
capitales, paraísos fiscales, especialización territorial y dependencia
turística, especulación, elitización de determinados espacios o
masificación y degradación de otros. Esto ha provocado toda una serie
de impactos negativos sobre los recursos naturales, el territorio, la
economía, las finanzas públicas o las condiciones de trabajo, por citar
solo algunos aspectos. Centroamérica aceleradamente avanza hacia la
repetición de los mismos problemas derivados de la especialización
turística descritos en territorios cercanos en economías también
periféricas como las del caribe o algunas zonas de México [2].
Es urgente oponerse a esta espiral de concentración de capital y
desposesión social que han generado los grandes empresas
turístico-inmobiliarias, y avanzar hacia un mayor control por parte de
amplios sectores sociales sobre los recursos y territorios en los que
viven. Por eso, y de forma interrelacionada, es necesario pensar también
en posibles alternativas al modelo turístico dominante. Hay que apostar
por dar una nueva forma a un sector que genere trabajo, redistribuya
socialmente la riqueza creada y dé servicio a amplias mayorías de la
población.
En todo este debate nos hace falta analizar el turismo de un modo más
desacomplejado, del mismo modo que podemos actuar frente a la
agricultura o la industria, como una actividad económica más. Las
alternativas que se propongan, para que realmente puedan serlo, no
pueden estar desconectadas de un permanente análisis crítico sobre ellas
mismas y su función en el contexto en el que tienen lugar. Si no corren
el riesgo de ser experiencias aisladas, sin mayor trascendencia social,
cuando no acabar por dar servicio únicamente a minorías con mayor poder
adquisitivo afanadas por consumir experiencias innovadoras o, peor, dar
paso a nuevas fronteras en el avance de la industria turística.
Repensar el turismo implica una acción global, en el sentido que hemos
entendido el turismo responsable como movimiento social, ante otras acepciones del término que lo limitan a un producto turístico más o a una serie de buenas prácticas [3].
La maduración de posibles alternativas requiere un ejercicio de
cuestionamiento profundo sobre cómo funciona el turismo realmente
existente, incluyendo también lo que se considera alternativo al modelo
dominante. ¿En manos de quien está la actividad turística? ¿Cómo se ha
llegado hasta aquí? ¿Qué implicaciones ha tenido esta progresión? ¿Qué
papel juega en el territorio? ¿A quien está dando servicio? ¿Qué cultura
está promoviendo? ¿Qué aporta en la generación de cambios sociales que
permitan avanzar hacia sociedades más equitativas y justas? Lo nuevo
debe surgir y reconocerse en la tensión con este diálogo permanente
entre una determinada realidad y una ética de carácter emancipatorio.
Las posibles alternativas serán necesariamente plurales y adaptadas a
distintos contextos. Proponemos aquí una discusión sobre sus posibles
formas de concreción en base a un esquema simple de caracterización de
la oferta, la demanda y su inserción en el territorio, que deberían
poder traducirse en lineamientos de política pública.
Oferta: conglomerados de múltiples actores
Frente a la tendencia a la concentración de los capitales, las
actividades especulativas y el recurso a la financiarización, otro
modelo de desarrollo turístico debería aspirar a reducir el peso de esos
actores, sean de carácter transnacional o local, y priorizar una
estructura empresarial articulada en torno a grandes conglomerados de
iniciativas de la micro, pequeña y mediana empresa, incluyendo también
las estructuras asociativas y comunitarias, así como de titularidad
pública.
Una de las claves del éxito de este tipo de enfoque está en la
capacidad de articulación entre actores que llegan a formar alianzas en
torno a una propuesta turística con identidad territorial, sin que esto
signifique que el área deba dedicarse únicamente al turismo. La suma de
múltiples iniciativas articuladas en un territorio puede suplir las
limitaciones de cada una de ellas por separado, y ser perfectamente
competitivas frente a las ofertas de grandes capitales. Esto implica
construir alianzas que articulen una oferta atractiva, diversa, viable
económicamente y que, a su vez, contribuya a la democratización en el
acceso y disfrute de los recursos naturales por parte de la mayoría de
la población frente a la lógica privatizadora del turismo dominante.
El contexto actual, caracterizado por una durísima crisis económica
internacional, la presión de los capitales financieros sobre lo público y
lo común, que deriva en una transferencia de rentas desde los sectores
populares y clases medias hacia unas pocas minorías y en la
privatización de bienes comunes, pueden posibilitar una recomposición en
las alianzas de clase más favorables al desarrollo de economías
productivas arraigadas en territorios concretos. Este reacomodo de las
relaciones entre distintos grupos sociales puede facilitar nuevas formas
de articulación económica e institucional.
Demanda: mayorías próximas
De forma progresiva se requiere centrar cada vez más la atención en una
demanda orientada hacia la mayoría de la población, no únicamente en
los que tienen más poder adquisitivo como, por ejemplo, algunas
influyentes agencias de cooperación internacional, instituciones
multilaterales o activos think tanks han propuesto que haga el turismo comunitario.
La concentración del turismo en segmentos de población de altos
ingresos y en su mayoría de lugares lejanos limita el acceso de la
mayoría de la población de una determinada área a determinados recursos y
territorios. Esto provoca elitización y exclusión. Por razones
democráticas básicas un modelo turístico alternativo debe tomar en
cuenta las necesidades y derechos del conjunto de la población, y en
especial de los sectores populares y clases medias, que son mayoría. Es
cierto que estos sectores pueden hacer menos gasto por persona al día en
un determinado lugar, pero esto no significa que en su conjunto no
puedan generar tantos o más ingresos que los otros sectores, y con mucha
mayor estabilidad y regularidad, y menores fugas hacia otros países o
paraísos fiscales.
Centrarse en este mercado de altos ingresos implica muchas veces
desplazamientos en avión a largas distancias. Pero esto no toma en
cuenta que el transporte aéreo es actualmente uno de los puntos más
críticos de la industria turística. Por una parte hay que reconocer el
impacto ambiental de este medio de transporte, especialmente grave en
términos de contribución al cambio climático [4], como han alertado
desde hace años numerosos investigadores, algunas de cuyas principales
contribuciones reunieron el año 2009 Stefan Gössling y Paul Uphamen un libro fundamental, Climate Change and Aviation. Issues, Challenges and Solutions [5], o entre nosotros Joan Buades en su blog Playa Paraíso (Zona Franca) en la Web de Alba Sud.
También es grave por su dependencia de los combustibles fósiles, cuando estamos entrando en la era del peak oil,
que implica un punto de no retorno en el que los costes de extracción
del petróleo seguirán aumentando, o dejan de ser rentables y por tanto
no viables. De este modo, toda la matriz energética construida en base a
los combustibles fósiles entra en cuestión y con ella la misma
industria turística [6].
La supuesta alternativa a este problema basada en los agrocombustibles
no deja de ser tan o más problemática que la situación que pretende
resolver. Por una parte agudiza la competencia por las tierras de
cultivo, desplazando la producción de alimentos en manos de familias
campesinas, como ilustra dramáticamente el caso de la palma africana en
el Bajo Aguán, Honduras [7].
Por otra parte, los agrocombustibles también contribuyen
significativamente al cambio climático, tal como puso en evidencia un
estudio de la Unión Europea, EU Transport GHG: Routes to 2050,
del año 2012. Así, se ha confirmado un incremento de los Gases de
Efecto Invernadero a causa de que el cultivo de agrocombustibles
comporta mayor deforestación, erosión de los suelos y avance de la
frontera agrícola [8]. Las ilusiones tecnológicas no parece que por el momento muestren indicios de que los problemas del peak oil puedan resolverse sin modificar sustancialmente las características del transporte aéreo a escala internacional.
Ambos factores – peak oil ycambio climático – están provocando
ya importantes alzas en los precios de los pasajes de avión, ya sea a
través del incremento de los costes del combustible o de las crecientes
tasas climáticas, que van a hacer cada vez más caros los desplazamientos
internacionales, a pesar de las proyecciones ilusionadas la
Organización Mundial del Turismo.
Lógicamente este proceso no está exento de dificultades concretas, y
probablemente no pueda hacerse de golpe, pero cuanto más se pueda ir
avanzando en esta transición menor debería ser el impacto del fracaso
del modelo actual. Esto nos obligaría a revisar y poner mayor atención
en la oferta relacionada con el ocio popular y en políticas públicas que
claramente lo alienten. Este tipo de actividad turística asociada a los
sectores populares no es para nada nuevo en la región. Existe una
amplia oferta y experiencia. El problema es que en los últimos años, el
crecimiento turístico se ha visto asociado ineludiblemente al visitante
extranjero, y a poder ser con mayores recursos, y el sector ha crecido
de espaldas a este tipo de iniciativas de carácter más popular. Los
estudios del sociólogo Allen Cordero sobre los viejos
centros turísticos en Costa Rica son una muestra de la necesidad de
ampliar la mirada también en esa dirección [9].
Territorio: autocontención, diversificación y complementariedad
Finalmente, como tercer vector de este enfoque, la integración de la
actividad turística en un determinado territoriodebería realizarse sobre
la base de la diversificación y la complementariedad con otras
actividades, reduciendo así la especialización turística, y por tanto
los impactos más negativos derivados de esta concentración, así como de
su dependencia. Esto implica que algunos territorios turísticos
inevitablemente deben decrecer y potenciar otros sectores. Su elevado
grado de concentración y vulnerabilidad con esta actividad no es
sostenible ni ambiental ni socialmente. Pero al mismo tiempo otros
territorios pueden crecer turísticamente, en la búsqueda de ampliar su
base económica.
Es necesario salir de la lógica territorial impuesta por la
globalización neoliberal que promueve la especialización espacial en un
contexto de competencia global. Contrariamente habrá que potenciar
territorios más integrados, con multiplicidad de actividades, en las que
el turismo pueda ser un recurso más, y que permita avanzar hacia un
desarrollo más endógeno.
La presencia de la actividad turística en un determinado territorio
puede fortalecerse con circuitos cortos de comercialización de las
explotaciones agropecuarias. Esta relación no hay que verla únicamente
en una sola dirección, cómo producir alimentos para satisfacer las
necesidades de los turistas, si no también en cómo el turismo sirve como
plataforma para dar a conocer, promover y comercializar determinados
productos alimentarios locales. En este sentido, este tipo de turismo
puede ser una oportunidad para revalorizar la producción alimentaria del
mismo territorio, en un marco favorable a la Soberanía Alimentaria.
Avanzar en el debate
La discusión sobre cómo potenciar otros modelos de desarrollo turístico
es cada vez más urgente. Los tres ejes sobre los que proponemos empezar
la discusión son solamente guías para el debate. En realidad muchas de
las cosas que estamos proponiendo no hay que inventarlas, y tampoco
podrían ser únicamente fruto de la imaginación, son parte ya de la
realidad social. Aunque necesitan sin duda mucho análisis,
reconocimiento y visibilidad.
Tomemos como referencia algunos ejemplos de Nicaragua y El Salvador. En
el ámbito del turismo rural y comunitario hay iniciativas exitosas como
la Finca de los Cerrato, en Estelí, Nicaragua, el Bosque de Cinquera, en Cabañas, o la Ruta de Paz,
en Morazán, en El Salvador, que han logrado desarrollar ofertas
atractivas y económicamente viables, orientadas hacia una clientela
local y nacional, y con cierto de nivel de articulación entre distintos
actores. Hay experiencias como la de Catarina, en
Nicaragua, que concentran una amplia oferta micro y pequeñas empresas,
incluso cooperativas, en torno a un municipio que combinan la venta de
artesanías, flores y servicios de restauración diversos con un amplio
reconocimiento por parte de la población nacional. En El Salvador se
conservan aún en algunas playas centros recreativos
administrados por el gobierno y orientados hacia el ocio de los sectores
populares que son ampliamente concurridos y apreciados.
El proceso de
recuperación de algunos espacios públicos en la ciudad de Managua, como
el Parque Luis Alfonso Velasquez o el Malecón del Puerto Salvador Allende,
y la buena aceptación que han tenido este tipo de intervenciones señala
las potencialidades de pensar en esta dirección. El éxito, e incluso la
masificación de lugares como el Puerto de La Libertad
en El Salvador, que requerirían réplicas a menor escala en muchos otros
puntos del litoral, también indican las potencialidades del turismo
interno. Y hay, sin duda, muchísimos más ejemplos, y en ámbitos también
distintos, tanto en estos dos países como en el resto de la región. Esto
nos debería ayudar a identificar las posibilidades de avanzar en este
tipo de enfoques.
Este tipo de procesos de reapropiación social a favor de grandes
mayorías no se generan de forma espontánea. Suponen múltiples retos que
hay que afrontar en lo concreto, en el tipo de formación profesional que
se requiere para este enfoque, en qué estrategias de comercialización,
en qué tipo de articulación empresarial y social, en qué políticas
públicas, en qué procesos de movilización cultural que den pie a otros
imaginarios de la actividad turística.
Centroamérica tiene aún la oportunidad, con un desarrollo turístico no
tan avanzado, de replantear las bases sobre las que quiere impulsar este
sector. El hecho de disponer de una amplia red de iniciativas
turísticas micro, pequeñas, medianas, asociativas, comunitarias y
públicas en toda la región, con experiencia y actividad en marcha,
debería posibilitar que estos sectores ganaran mayor protagonismo. No es
poco lo que está en juego.
Notas:
[1] BIANCHI, Raoul V. (2009). The ‘Critical Turn’ in Tourism Studies: A Radical Critique.
Tourism Geographies: An International Journal of Tourism Space, Place
an Environment, Volume. 11, Issue 4, November, pp. 484–504; ECOCLUB
(2011). Interview: C. Michael Hall, Professor, University of Canterbury, New Zealand. 29 December.
[2] BLÁZQUEZ, Macià, CAÑADA, Ernest; MURRAY, Ivan (2011). Búnker
playa-sol. Conflictos derivados de la construcción de enclaves de
capital transnacional turístico español en El Caribe y Centroamérica.
Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de julio, vol. XV, nº 368.
[3] Para una aclaración sobre las diferentes acepciones del concepto “turismo responsable” se recomienda su consulta en Wikipedia.
[4] Según datos proporcionados en la Cumbre
Alternativa (Klimaforum) a la Conferencia de Naciones Unidas sobre
Cambio Climático celebrada en Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre
de 2009, por Paul Peeters, ingeniero y profesor en la Universidad de
Breda, en los Países Bajos, el 13% del total de emisiones de Gases de
Efecto Invernadero tienen su origen en el turismo, debido en gran parte a
su vinculación con el transporte aéreo. Citado por: BUADES, Joan
(2011). “Alerta climática, quimera turística y placebo REDD en El
Caribe, Centroamérica y México”, en BLÀZQUEZ, M. & CAÑADA, E. Turismo
placebo. Nueva colonización turística: del Mediterráneo a Mesoamérica y
El Caribe. Lógicas espaciales del capital turístico, Enlace, Managua, pp. 299-326.
[5] GÖSSLING, Stefan & UPHAM, Paul (ed.) (2009). Climate Change and Aviation. Issues, Challenges and Solutions. London: MPG Books Ltd.
[6] FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón (2011). La quiebra del
capitalismo global, 2000-2030. El inicio del fin de la energía fósil:
una ruptura histórica total, Libros en Acción, Baladre y Virus.
[7] Sobre el conflicto agrario en el Bajo Aguán,
Honduras, se puede seguir especialmente la sección sobre palma africana
en la Web de la Rel-UITA.
[8] Informe citado por Silvia Ribeiro en: Los biocombustibles empeoran el cambio climático, La Jornada, 19/05/2012.
[9] CORDERO, Allen (2011). “La vertiente social de los
centros históricos del turismo. Los casos de Playas de Coco, Limón y
Puntarenas (Costa Rica)”, en BLÀZQUEZ, M. & CAÑADA, E. op. cit., pp.
135-162.
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