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Por Ángeles Diez Rodríguez
El periódico ABC publicaba, horas antes de conocerse el resultado electoral en las elecciones presidenciales venezolanas, la derrota del presidente Chávez. El periódico El País, el mismo día de las elecciones hablaba de un “empate técnico”.
Los dos periódicos son considerados el reflejo de dos posiciones ideológicas, tal vez no antagónicas pero sí contrapuestas, el primero representaría la opción más conservadora mientras que el otro la progresista socialdemócrata. Ambos han hecho campaña contra el presidente Chávez y a favor de Capriles hasta el último minuto del proceso electoral violando los más elementales principios de rigor y ética periodística. Ambos han sido derrotados.
Su artillería se ha apoyado unas veces en la ocultación de los datos más relevantes y exitosos de la gestión del presidente Chávez, otras en el ensalzamiento de unas cualidades construidas ad hoc para Capriles, otras en la magnificación y descontextualización de los problemas de Venezuela y, la mayor parte de las veces, se ha recurrido al paraperiodismo : la adjetivación y la descalificación, la parcialidad, la emisión de opiniones como si fueran información, el falseamiento de datos, la tergiversación de declaraciones, la generalización de lo anecdótico, el tratamiento superficial y tendencioso, la inversión de la causa y el efecto, la personificación y demonización del presidente, la desconexión entre los hechos, etc. Ciertamente los medios españoles no han sido los únicos medios de comunicación implicados en la parcialidad y el falseamiento del proceso electoral venezolano pero quizá son, junto con los medios privados venezolanos, quienes menos han guardado las formas.
El tratamiento mediático al proceso revolucionario bolivariano es uno de esos casos paradigmáticos que ilustra a la perfección la guerra de los medios contra la ciudadanía, hasta el punto de que incluso después de que su candidato, H. Capriles, fuera derrotado han seguido manteniendo una posición de unánime descalificación y de sospecha hacia el reelecto presidente Chávez.
El mismo día de las elecciones, el diario El país, bandera insignia del grupo PRISA y vinculado a los medios privados y a la oposición venezolana, se despachaba con el titular “Un país en la encrucijada”; artículo cuya entradilla decía: “ Venezuela, convertida en el Estado más violento de América Latina tras Honduras, decide hoy si pasa página a los 14 años del régimen autoritario y populista de Hugo Chávez”. Los autores del artículo, Maye Primera y Luis Prados, condensaban en estas líneas los dos tópicos que durante años y especialmente en esta campaña han sido bandera de los partidos de la oposición. Lanzaban una acusación implícita contra el gobierno de Chávez al responsabilizarle de los índices de violencia y vinculaban dicha violencia a la propia figura del presidente llamándole autoritario y populista. Este titular adquiere un significado especialmente negativo después de la entradilla pues nos aclara que los dos caminos que definen la encrucijada son, o el autoritarismo y la violencia del gobierno de Chávez o, implícitamente, la paz, la moderación y discreción de Capriles (antetítulo del artículo de La Vanguardia ese mismo día).
El diario ABC y Radio Televisón Española, también utilizaron la misma estrategia apuntando a la confrontación, la difusión de sospechas sobre posibles actos de violencia y la inestabilidad de Venezuela. Si ya durante meses todos los medios masivos españoles trabajaron arduamente para construir una determinada imagen del proceso electoral venezolano, el día antes de las elecciones no había por qué cambiar la línea editorial. Su misión ha sido doble, por un lado, influir en el voto en la dirección de sus pares venezolanos, por otro, crear las mejores condiciones para justificar una denuncia de fraude en caso de que los resultados fueran ajustados. Evidentemente no se trata de una guerra mediática ajena a los intereses y fines de los actores políticos, la complementariedad de los medios españoles y los medios privados venezolanos nos descubre una lógica económico-política que subyace, orienta, diseña y financia esta guerra. Al mismo tiempo, es necesario contextualizar este tipo de actuaciones en el mapa geoestratégico latinoamericano, señalar el papel de las empresas españolas (Banesto, BBVA, Telefónica, Repsol, etc) su visión recolonizadora y el papel facilitador del reino de España en el control económico de la zona. Cualquier proyecto de integración regional autónomo, cualquier proyecto soberanista que suponga un atisbo de riesgo sobre los intereses empresariales se convierte automáticamente en un flanco a batir. En este sentido, el proceso bolivariano es una seria amenaza, lo es para el imperio estadounidense, pero también para sus socios europeos.
Sin embargo, a pesar de toda la carne puesta en el asador mediático, a pesar del bombardeo y las distintas formas de ingerencia que éste encubre, a pesar de todo, los medios han sido derrotados por el pueblo venezolano. Ni siquiera ha sido el presidente Chávez, aunque sin duda su liderazgo ha sido determinante, la realidad fue que, contra el pronóstico poderoso de la manipulación informativa, los ciudadanos venezolanos fueron masivamente a votar (más del 80% en un país donde no es obligatorio hacerlo) y dieron en un 55,26% su respaldo al candidato Chávez y al proceso bolivariano. Cuestionar la transparencia, la limpieza y la fiabilidad del sistema electoral venezolano queda fuera de toda duda razonable dado que ha sido considerado el mejor del mundo por la Fundación Carter, por los cientos de personas de todo el mundo que actuaron como acompañantes del proceso y que ha contado con el aval de la propia oposición venezolana que sancionó el sistema utilizándolo en sus elecciones primarias y firmando actas de confiabilidad antes de las elecciones. Así pues, perdidas las apuestas y habiendo comprado gran cantidad de boletos, solo resta rediseñar la campaña bélica y proceder al reciclado semántico.
Durante años, el proyecto imperial ha jugado a confundir votocracia con democracia. Educando adecuadamente a los electores a través de las corporaciones mediáticas y blindando el acceso a la competencia electoral de las clases populares el control estaba garantizado pues bastaba con exigir elecciones libres para legitimar el gobierno de las élites. Cuando se producía alguna disfunción como en el caso de Chile, ahí estaba el golpe de estado para restituir el orden. En Venezuela también se hizo ese recorrido, sin embargo, al fallar el golpe político-empresarial-mediático del 2002 se inicia una nueva etapa, una campaña de desgaste liderada por las corporaciones mediáticas y basada en la reeducación del ciudadano venezolano. En esta etapa el tópico central es sembrar dudas sobre el proceso electoral: falta de transparencia, coacción, fraude, etc. Las elecciones venezolanas del 7 de Octubre han supuesto una nueva derrota de la estrategia bélica contra Venezuela y su rediseño.
2.- El rediseño de la guerra y la unanimidad de la estrategia
El hecho de que no haya habido ninguna rectificación por parte de los medios de comunicación ante el más que evidente fracaso de sus líneas editoriales –nos apoyamos en el análisis de los medios españoles-, sugiere, sin duda, el inicio de una nueva etapa desestabilizadora cuyas líneas maestras estaban ya en la campaña contra el candidato Hugo Chávez.
Al día siguiente de las elecciones, con los resultados definitivos, con toda la información que constataba la tranquilidad del proceso, la confianza de los electores y partidos en la transparencia y fiabilidad de los resultados; con todos estos datos, los medios españoles trazan las marcas de la nueva fase del enfrentamiento y, de nuevo, las coincidencias son más que reseñables: 1) la prolongación del mandato, 2) la gestión, 3) la incertidumbre y 4) la polarización.
Aún no está definida cuál será la idea fuerza sobre la que pivoten las demás pero todo a punta a que será la primera, es decir, la prolongación del mandato vinculada a la matriz populismo-dictadura. Es probable que la puesta en duda de la gestión unida a problemas no resueltos como la corrupción, el burocratismo o la violencia, sea una línea secundaria idónea en la que, los sectores progresistas se integrarán a la campaña mediática encontrando un espacio para sus discursos críticos “desde la izquierda”. La tercera traza supone ahondar en el tema de la enfermedad del presidente reforzando el imaginario que supone la imposibilidad de continuidad del proceso bolivariano sin H. Chávez. El afecto y la sintonía de un pueblo con su presidente –insólito en cualquier contexto de democracia representativa- es un parabán que hay que fisurar con cuidado pues puede volverse en contra en el contexto venezolano aunque no en el exterior. Es probable que estas líneas secundarias se trabajen de distinta forma hacia las audiencias europeas o latinoamericanas. Finalmente, el discurso de la polarización del pueblo venezolano constituye un flanco muy adecuado para seguir vinculando el proceso bolivariano a la confrontación, la división y la exclusión.
Dos días después de las elecciones El País titula dos amplios artículos: “Chávez logra un cuarto mandato para estar 20 años más en el poder” y “La derrota pone a prueba la unidad de la oposición venezolana”. En el primer titular vemos cómo no es el pueblo venezolano quien elige de nuevo a Chávez para gobernar el país, sino que el Chávez quien logra 20 años más. Suponemos que el jefe de redacción o los autores quisieron decir seis años más, que es lo que durará el nuevo mandato, pero en la línea de acusar al presidente de dictador es casi inevitable el lapsus. A la oposición se le lanza un mensaje, la necesidad de mantenerse unida y esperar tiempos mejores. El diario ABC después de haber difundido la victoria de Capriles el día de las elecciones, publicaba al día siguiente un artículo cuyos primeros párrafos coreaban la duración del gobierno con frases como “El mandatario gobernará un nuevo período de seis años hasta 2019 con lo cual llegaría a dos décadas en el cargo” y cuatro días después lanzaba el titular “Capriles dice que no hubo fraude, pero que Chávez abusó de la maquinaria oficialista”; nuevamente el triunfo electoral de H. Chávez se une a acusaciones dictatoriales. El día después de las elecciones en una tertulia de Radio Nacional de España un comentarista explicó a la audiencia española que también Hitler había ganado unas elecciones.
Maye Primera ejerce como paraperiodista principal del periódico El país y registra magistralmente todos los tópicos de la nueva estrategia post-derrota en la introducción del artículo sobre la victoria de Chávez “la holgada victoria de Chávez a sus 58 años, se produce a pesar del fracaso de su gestión y de la incertidumbre que supone su enfermedad al no tener un heredero conocido”. En general, se trata de un periodista muy poco hábil en su trabajo aunque quizá muy a tono con el nivel intelectual y político de la propia oposición venezolana, pero no cabe duda de que hay un diseño muy elaborado de la línea a seguir. En esta entradilla reconoce la victoria de Chávez pero se ocupa de señalar su edad que, aunque no es elevada para un presidente, colocada al lado de las palabras enfermedad y heredero se convierte en un proyectil dirigido a reforzar la idea de incertidumbre sobre el futuro. Como dijimos, el mismo día de las elecciones publicó un artículo cuyo titular “Un país en la encrucijada”, trataba de igualar el peso de las dos opciones electorales y en sus contenidos se centraba en acusar al gobierno de Hugo Chávez de los índices de violencia, la inseguridad, todo unido a la acusación de mala gestión.
El ABC continúa con la vía de la sospecha sobre el proceso electoral y después de retirar el anuncio de la victoria de Capriles titula la noticia del triunfo de H. Chávez “Rajoy felicita a Hugo Chávez por su “triunfo” electoral” poniendo entre comillas la palabra triunfo. En otro artículo tituló “La UE felicita a Chávez pero pide promover libertades fundamentales”. Radio Televisión Española en su página web optó también por incidir en lo prolongado del mandato de Chávez y, sorprendentemente le dedicó más espacio al candidato derrotado que al ganador: “Chávez estará 20 años en el poder pero con una oposición más fuerte” y “Capriles recuerda a Chávez que “hay un país que tiene dos visiones”.
Es probable que el eje de coordenadas dictadura-polarización se constituya en el núcleo duro de la nueva fase de guerra mediática. En primer lugar porque se da continuidad a la campaña de propaganda que ya tiene un recorrido fuertemente asentado en las conciencias en relación a la figura del presidente Chávez, digamos que ya hay un “buen” trabajo realizado por rentabilizar y, en segundo lugar, porque el término dictadura compendia y personifica todas las maldades, señala al enemigo sin que se necesite añadir ningún esfuerzo explicativo. La polarización es una de las consignas más potentes ya que permite utilizar los votos obtenidos por la oposición como arma arrojadiza a la vez que continúa apuntalando el flanco más débil de la oposición, su falta de unidad. Así mismo, ambas coordenadas son especialmente potentes dirigidas a minar el posicionamiento geopolítico de Venezuela en el área latinoamericana dado que las dictaduras y la división han sido dos de las lacras que más han golpeado a los pueblos latinoamericanos.
Lo que resulta del todo evidente es que, tras la derrota de las empresas mediáticas, la guerra contra el pueblo venezolano y la revolución bolivariana continúa.
El tratamiento mediático al proceso revolucionario bolivariano es uno de esos casos paradigmáticos que ilustra a la perfección la guerra de los medios contra la ciudadanía, hasta el punto de que incluso después de que su candidato, H. Capriles, fuera derrotado han seguido manteniendo una posición de unánime descalificación y de sospecha hacia el reelecto presidente Chávez.
El mismo día de las elecciones, el diario El país, bandera insignia del grupo PRISA y vinculado a los medios privados y a la oposición venezolana, se despachaba con el titular “Un país en la encrucijada”; artículo cuya entradilla decía: “ Venezuela, convertida en el Estado más violento de América Latina tras Honduras, decide hoy si pasa página a los 14 años del régimen autoritario y populista de Hugo Chávez”. Los autores del artículo, Maye Primera y Luis Prados, condensaban en estas líneas los dos tópicos que durante años y especialmente en esta campaña han sido bandera de los partidos de la oposición. Lanzaban una acusación implícita contra el gobierno de Chávez al responsabilizarle de los índices de violencia y vinculaban dicha violencia a la propia figura del presidente llamándole autoritario y populista. Este titular adquiere un significado especialmente negativo después de la entradilla pues nos aclara que los dos caminos que definen la encrucijada son, o el autoritarismo y la violencia del gobierno de Chávez o, implícitamente, la paz, la moderación y discreción de Capriles (antetítulo del artículo de La Vanguardia ese mismo día).
El diario ABC y Radio Televisón Española, también utilizaron la misma estrategia apuntando a la confrontación, la difusión de sospechas sobre posibles actos de violencia y la inestabilidad de Venezuela. Si ya durante meses todos los medios masivos españoles trabajaron arduamente para construir una determinada imagen del proceso electoral venezolano, el día antes de las elecciones no había por qué cambiar la línea editorial. Su misión ha sido doble, por un lado, influir en el voto en la dirección de sus pares venezolanos, por otro, crear las mejores condiciones para justificar una denuncia de fraude en caso de que los resultados fueran ajustados. Evidentemente no se trata de una guerra mediática ajena a los intereses y fines de los actores políticos, la complementariedad de los medios españoles y los medios privados venezolanos nos descubre una lógica económico-política que subyace, orienta, diseña y financia esta guerra. Al mismo tiempo, es necesario contextualizar este tipo de actuaciones en el mapa geoestratégico latinoamericano, señalar el papel de las empresas españolas (Banesto, BBVA, Telefónica, Repsol, etc) su visión recolonizadora y el papel facilitador del reino de España en el control económico de la zona. Cualquier proyecto de integración regional autónomo, cualquier proyecto soberanista que suponga un atisbo de riesgo sobre los intereses empresariales se convierte automáticamente en un flanco a batir. En este sentido, el proceso bolivariano es una seria amenaza, lo es para el imperio estadounidense, pero también para sus socios europeos.
Sin embargo, a pesar de toda la carne puesta en el asador mediático, a pesar del bombardeo y las distintas formas de ingerencia que éste encubre, a pesar de todo, los medios han sido derrotados por el pueblo venezolano. Ni siquiera ha sido el presidente Chávez, aunque sin duda su liderazgo ha sido determinante, la realidad fue que, contra el pronóstico poderoso de la manipulación informativa, los ciudadanos venezolanos fueron masivamente a votar (más del 80% en un país donde no es obligatorio hacerlo) y dieron en un 55,26% su respaldo al candidato Chávez y al proceso bolivariano. Cuestionar la transparencia, la limpieza y la fiabilidad del sistema electoral venezolano queda fuera de toda duda razonable dado que ha sido considerado el mejor del mundo por la Fundación Carter, por los cientos de personas de todo el mundo que actuaron como acompañantes del proceso y que ha contado con el aval de la propia oposición venezolana que sancionó el sistema utilizándolo en sus elecciones primarias y firmando actas de confiabilidad antes de las elecciones. Así pues, perdidas las apuestas y habiendo comprado gran cantidad de boletos, solo resta rediseñar la campaña bélica y proceder al reciclado semántico.
Durante años, el proyecto imperial ha jugado a confundir votocracia con democracia. Educando adecuadamente a los electores a través de las corporaciones mediáticas y blindando el acceso a la competencia electoral de las clases populares el control estaba garantizado pues bastaba con exigir elecciones libres para legitimar el gobierno de las élites. Cuando se producía alguna disfunción como en el caso de Chile, ahí estaba el golpe de estado para restituir el orden. En Venezuela también se hizo ese recorrido, sin embargo, al fallar el golpe político-empresarial-mediático del 2002 se inicia una nueva etapa, una campaña de desgaste liderada por las corporaciones mediáticas y basada en la reeducación del ciudadano venezolano. En esta etapa el tópico central es sembrar dudas sobre el proceso electoral: falta de transparencia, coacción, fraude, etc. Las elecciones venezolanas del 7 de Octubre han supuesto una nueva derrota de la estrategia bélica contra Venezuela y su rediseño.
2.- El rediseño de la guerra y la unanimidad de la estrategia
El hecho de que no haya habido ninguna rectificación por parte de los medios de comunicación ante el más que evidente fracaso de sus líneas editoriales –nos apoyamos en el análisis de los medios españoles-, sugiere, sin duda, el inicio de una nueva etapa desestabilizadora cuyas líneas maestras estaban ya en la campaña contra el candidato Hugo Chávez.
Al día siguiente de las elecciones, con los resultados definitivos, con toda la información que constataba la tranquilidad del proceso, la confianza de los electores y partidos en la transparencia y fiabilidad de los resultados; con todos estos datos, los medios españoles trazan las marcas de la nueva fase del enfrentamiento y, de nuevo, las coincidencias son más que reseñables: 1) la prolongación del mandato, 2) la gestión, 3) la incertidumbre y 4) la polarización.
Aún no está definida cuál será la idea fuerza sobre la que pivoten las demás pero todo a punta a que será la primera, es decir, la prolongación del mandato vinculada a la matriz populismo-dictadura. Es probable que la puesta en duda de la gestión unida a problemas no resueltos como la corrupción, el burocratismo o la violencia, sea una línea secundaria idónea en la que, los sectores progresistas se integrarán a la campaña mediática encontrando un espacio para sus discursos críticos “desde la izquierda”. La tercera traza supone ahondar en el tema de la enfermedad del presidente reforzando el imaginario que supone la imposibilidad de continuidad del proceso bolivariano sin H. Chávez. El afecto y la sintonía de un pueblo con su presidente –insólito en cualquier contexto de democracia representativa- es un parabán que hay que fisurar con cuidado pues puede volverse en contra en el contexto venezolano aunque no en el exterior. Es probable que estas líneas secundarias se trabajen de distinta forma hacia las audiencias europeas o latinoamericanas. Finalmente, el discurso de la polarización del pueblo venezolano constituye un flanco muy adecuado para seguir vinculando el proceso bolivariano a la confrontación, la división y la exclusión.
Dos días después de las elecciones El País titula dos amplios artículos: “Chávez logra un cuarto mandato para estar 20 años más en el poder” y “La derrota pone a prueba la unidad de la oposición venezolana”. En el primer titular vemos cómo no es el pueblo venezolano quien elige de nuevo a Chávez para gobernar el país, sino que el Chávez quien logra 20 años más. Suponemos que el jefe de redacción o los autores quisieron decir seis años más, que es lo que durará el nuevo mandato, pero en la línea de acusar al presidente de dictador es casi inevitable el lapsus. A la oposición se le lanza un mensaje, la necesidad de mantenerse unida y esperar tiempos mejores. El diario ABC después de haber difundido la victoria de Capriles el día de las elecciones, publicaba al día siguiente un artículo cuyos primeros párrafos coreaban la duración del gobierno con frases como “El mandatario gobernará un nuevo período de seis años hasta 2019 con lo cual llegaría a dos décadas en el cargo” y cuatro días después lanzaba el titular “Capriles dice que no hubo fraude, pero que Chávez abusó de la maquinaria oficialista”; nuevamente el triunfo electoral de H. Chávez se une a acusaciones dictatoriales. El día después de las elecciones en una tertulia de Radio Nacional de España un comentarista explicó a la audiencia española que también Hitler había ganado unas elecciones.
Maye Primera ejerce como paraperiodista principal del periódico El país y registra magistralmente todos los tópicos de la nueva estrategia post-derrota en la introducción del artículo sobre la victoria de Chávez “la holgada victoria de Chávez a sus 58 años, se produce a pesar del fracaso de su gestión y de la incertidumbre que supone su enfermedad al no tener un heredero conocido”. En general, se trata de un periodista muy poco hábil en su trabajo aunque quizá muy a tono con el nivel intelectual y político de la propia oposición venezolana, pero no cabe duda de que hay un diseño muy elaborado de la línea a seguir. En esta entradilla reconoce la victoria de Chávez pero se ocupa de señalar su edad que, aunque no es elevada para un presidente, colocada al lado de las palabras enfermedad y heredero se convierte en un proyectil dirigido a reforzar la idea de incertidumbre sobre el futuro. Como dijimos, el mismo día de las elecciones publicó un artículo cuyo titular “Un país en la encrucijada”, trataba de igualar el peso de las dos opciones electorales y en sus contenidos se centraba en acusar al gobierno de Hugo Chávez de los índices de violencia, la inseguridad, todo unido a la acusación de mala gestión.
El ABC continúa con la vía de la sospecha sobre el proceso electoral y después de retirar el anuncio de la victoria de Capriles titula la noticia del triunfo de H. Chávez “Rajoy felicita a Hugo Chávez por su “triunfo” electoral” poniendo entre comillas la palabra triunfo. En otro artículo tituló “La UE felicita a Chávez pero pide promover libertades fundamentales”. Radio Televisión Española en su página web optó también por incidir en lo prolongado del mandato de Chávez y, sorprendentemente le dedicó más espacio al candidato derrotado que al ganador: “Chávez estará 20 años en el poder pero con una oposición más fuerte” y “Capriles recuerda a Chávez que “hay un país que tiene dos visiones”.
Es probable que el eje de coordenadas dictadura-polarización se constituya en el núcleo duro de la nueva fase de guerra mediática. En primer lugar porque se da continuidad a la campaña de propaganda que ya tiene un recorrido fuertemente asentado en las conciencias en relación a la figura del presidente Chávez, digamos que ya hay un “buen” trabajo realizado por rentabilizar y, en segundo lugar, porque el término dictadura compendia y personifica todas las maldades, señala al enemigo sin que se necesite añadir ningún esfuerzo explicativo. La polarización es una de las consignas más potentes ya que permite utilizar los votos obtenidos por la oposición como arma arrojadiza a la vez que continúa apuntalando el flanco más débil de la oposición, su falta de unidad. Así mismo, ambas coordenadas son especialmente potentes dirigidas a minar el posicionamiento geopolítico de Venezuela en el área latinoamericana dado que las dictaduras y la división han sido dos de las lacras que más han golpeado a los pueblos latinoamericanos.
Lo que resulta del todo evidente es que, tras la derrota de las empresas mediáticas, la guerra contra el pueblo venezolano y la revolución bolivariana continúa.
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