El jueves 14, las autoridades de Managua acusaron formalmente al colombiano Luis Felipe Ríos Castaño de espionaje, y a dos oficiales nicaragüenses de alta traición por el delito de proveer a Ríos Castaño, previo pago, con información clasificada.
Según lo revelado hasta el momento, las áreas de interés del espía colombiano eran las relaciones militares de Nicaragua, especialmente con Venezuela y Rusia, así como datos acerca de estructuras militares como el primer comando regional de Estelí.
Las pruebas contra Ríos Castaño, indicó al día siguiente el fiscal nicaragüense Armando Juárez, son contundentes:
“Hay evidencia, tenemos los hallazgos de los correos electrónicos, de tal manera que en cuanto a pruebas, es contundente las pruebas y esperamos que el juez haga justicia para el Estado de Nicaragua”, aseguró Juárez a los periodistas.
Según el fiscal, de la Escuela Naval de Cadetes de Colombia salía el dinero que se enviaba a Managua a través de la Western Unión para pagar a los informantes. En Managua, Ríos Castaño actuaba bajo la cobertura de corresponsal de una revista especializada en temas militares.
Por su parte, el presidente colombiano Juan Manuel Santos, de visita en Costa Rica, se desmarcó de inmediato del hecho y aseguró que había girado órdenes para que se investigue el caso de espionaje. No hubo de su parte las habituales rasgaduras de vestiduras ni las recriminaciones a la parte ofendida, comunes en este tipo de escándalos.
El sábado, la revista digital Defensa.com, especializada en temas de seguridad a nivel internacional, también se desmarcó de Ríos Castaño asegurando que éste no cumplía ninguna función oficial de su parte en Nicaragua al tiempo que aprovechaba para rescindir su contrato.
Según el propio Ríos Castaño en su confesión a las autoridades nicaragüenses, él actuó chantajeado por los servicios de inteligencia colombianos:
“Yo no actué de manera personal, tengo 14 denuncias de estafa, tuve algunos créditos de dinero prestados y a raíz de un accidente de tránsito que tuve. A la persona que me prestó, al ser prestamista, no pude pagarlos y me pusieron denuncia por estafa, tomando en cuenta esta situación se me dijo que hiciera este trabajo”, dijo el colombiano.
En su declaración, Ríos Castaño nombró a Gerard Shadid Santamaría, el hijo de un militar colombiano que lo buscó para realizar el trabajo, y a Andrés Juan Díaz Granados (alias capitán Fernando Tiques), del Comando General de las Fuerzas Armadas de Colombia.
El verdadero motivo tras estas actividades de espionaje saldrá a la luz a medida que avance la investigación que están llevando adelante las autoridades nicaragüenses, pero hay varias razones obvias que pueden explicar el interés de Bogotá por Nicaragua.
Para nadie son un secreto las ambiciones regionales de Colombia hacia Centroamérica y el Caribe. Baste mencionar el contencioso limítrofe entre Managua y Bogotá por la soberanía de las islas San Andrés así como por miles de kilómetros cuadrados de subsuelo marítimo en esa región del Caribe.
Otro elemento relacionado es el de la fuerte presencia colombiana en apoyo a las fuerzas oligárquicas en Honduras, donde las redes de extrema derecha del ex presidente Álvaro Uribe actúan en estrecho contacto con los golpistas y donde existe un vivo intercambio militar entre Tegucigalpa y Bogotá, intensificado tras el golpe contra Manuel Zelaya en junio de 2009.
Si algo queda al descubierto con lo que ya se sabe sobre este caso de espionaje, es el elevado nivel de corrupción existente en las fuerzas armadas colombianas: El recurso a la extorsión para el reclutamiento de espías evidencia los serios problemas de integridad de los servicios colombianos, porque mala es la inteligencia que se logra recabar chantajeando a un estafador.
Si estos servicios de (pobre) inteligencia actuaron a espaldas del presidente Santos, entonces o actuaron al servicio de la narcoultraderecha uribista o lo hicieron al servicio del Comando Sur de los EE.UU., o de ambos, y el mandatario colombiano no controla al estado que dice gobernar.
Si actuaron con el conocimiento de Santos, entonces el presidente tendría que pasar mucho trabajo para convencer al resto de América Latina de que ha cambiado desde aquellos tiempos, no hace mucho, en los que mandaba a bombardear a sus vecinos por control remoto.
Otro que se arriesga a perder la última pizca de credibilidad de que gozaba en la región es, naturalmente, el caballero ese que dice mandar en la Casa Blanca.
Será muy interesante ver qué sale de las investigaciones en Managua.
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