Foto Télam |
Por Victoria Ginzberg/Página 12
“Pedimos dialogar. No estamos pidiendo que nos den la razón. Apenas,
nada más ni nada menos que se sienten a una mesa a dialogar. ¿Puede
alguien negarse a dialogar y pretender convertirse en adalid de la
libertad, de los derechos humanos?”, dijo la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner poco antes de terminar el discurso que hizo ante
el Comité de Descolonización de Naciones Unidas.
En un gran salón
repleto de dirigentes argentinos, ex combatientes, familiares de los
soldados muertos durante la guerra y representantes de otros Estados,
CFK reiteró el reclamo de la soberanía, se diferenció de la dictadura
que inició el conflicto armado en 1982 y criticó con dureza al gobierno
de David Cameron, no sólo por no acatar las resoluciones del organismo
internacional, sino también por haber levantado ayer, en el 10 de
Downing Street, la bandera de las Malvinas. “Sentí vergüenza ajena. Las
guerras no se festejan. Costó muchas vidas”, señaló. El comité aprobó
luego una nueva resolución en la que se insta al Reino Unido a negociar
con la Argentina.
El comité sesionó ayer de forma inusual. No sólo no es común, sino
que nunca había pasado, que un jefe de Estado concurriera a ese foro. El
encuentro se realizó en una amplia sala de conferencias que terminó
llena luego de que se acomodaran todos los asistentes. Poco antes, la
Presidenta se había reunido con el secretario general de la ONU, Ban
Ki-moon (ver recuadro). Mientras esperaban, algunos miembros de la
delegación argentina aprovechaban para hacer declaraciones sobre la
importancia de la presencia de CFK en el organismo el día que se
cumplían 30 años del fin de la guerra, otros charlaban de política
doméstica y otros se sacaban fotos con el fondo de un telar acerca del
mito de Prometeo, sobre una de las paredes.
La Presidenta entró acompañada por el canciller Héctor Timerman, el
embajador en Estados Unidos, Jorge Argüello; el presidente de la Cámara
de Diputados, Julián Domínguez, y el secretario de Legal y Técnica,
Carlos Zannini. Se sentó en la primera fila, en el sector de la
izquierda del salón. En el estrado estaba el presidente del comité, el
ecuatoriano Diego Morejón, y otras autoridades del foro. Los primeros en
hablar fueron los peticionarios (ver aparte). Luego fue el turno del
vicecanciller chileno, Fernando Schmidt, quien presentó en nombre de su
país y de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela el proyecto de
resolución en el que se reitera que “la única manera de poner fin a la
especial y particular situación colonial en la cuestión de las Islas
Malvinas es la solución pacífica y negociada de la controversia sobre
soberanía que existe entre el gobierno de la República Argentina y el
del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte”.
Cuando le tocó hablar, desde el sitio en el que estaba sentada, CFK
comenzó haciendo alusión a que aún existen 16 territorios coloniales y
en 10 de ellos está el Reino Unido. Mencionó enseguida que estaba
acompañada de la mayoría de los partidos políticos con representación
parlamentaria del país. “Están aquí duros opositores a mi gobierno que,
sin embargo, conciben a Malvinas como una cuestión que excede la
política interna, porque la soberanía de las islas no es sólo sobre
Argentina, es una grieta al mundo por el que tantos murieron en las
guerras de liberación”, señaló. Luego, representantes del oficialismo
como Daniel Filmus y Martín Sabbatella y de la oposición, como Felipe
Solá y Alfredo Atanasof, elogiarían las palabras de la Presidenta.
La presencia inglesa en Malvinas como tema de preocupación regional y
global fue uno de los ejes del discurso. La crítica a la dictadura fue
otro: “Fuimos víctimas”, aseguró y recordó los juicios a los represores
que están en marcha. Los otros puntos centrales fueron el incumplimiento
del Reino Unido de las resoluciones de la ONU –ligado al estatus
preferencial que gozaría por ser miembro del Consejo de Seguridad– y la
existencia de negociaciones bilaterales previas a la guerra de 1982, en
las que el Reino Unido aceptaba la existencia del conflicto, dialogar y
hasta proponía una salida conjunta. La única vez que leyó, lo hizo para
citar un documento secreto de la Cancillería de junio de 1974. Allí
consta la voluntad del “gobierno de su Majestad” de “poner fin a la
disputa sobre la soberanía mediante la aceptación de la Argentina de una
co-soberanía sobre las islas”. En concreto, el condominio incluía,
entre otras cosas, que “las banderas británica y argentina serían
enarboladas a la par y los idiomas oficiales serían el inglés y el
español”, que “todos los ‘nativos’ en las islas poseerían la doble
nacionalidad” y que “el gobernador podría ser designado alternativamente
por la reina y el presidente de la Argentina”. En ese momento, el
gobierno argentino envió una contrapropuesta y a pesar de que las
negociaciones avanzaron, la muerte de Juan Domingo Perón las dejó
truncas. Poco después llegó el golpe de Estado y luego la guerra de
1982. “Por eso queremos la reanudación de las negociaciones. Qué culpa
tenemos los argentinos de lo que nos pasó después del 24 de marzo de
1976”, se preguntó. También señaló que la preocupación regional sobre
las Islas Malvinas “es un ejercicio de autodefensa” ya que la zona está
“desmilitarizada”. “Desde 1983 sólo estamos presentes en misiones de
paz, en Chipre, en Haití. No estamos en Irak ni en Afganistán. Hablan de
referéndum, por qué no lo hacen en Irak o Afganistán”, señaló.
Cuando terminó, luego de los aplausos, el presidente del comité le
expresó que su presencia era “un estímulo para mejorar muchas cosas” y
una prueba de que “el diálogo multilateral debe existir”. Una vez que se
votó la resolución propuesta por Chile, que se realizó por unanimidad,
CFK se acercó a saludarlo. La siguieron cerca de una decena de cámaras
de televisión y su salida provocó un breve revuelo entre las personas
que querían acercarse a saludarla. “Es un día de particular orgullo
–dijo luego Timerman en una breve conferencia de prensa en el segundo
piso de la sede de la ONU–. No me cabe duda de que las Malvinas son
argentinas, pero el llamado de la ONU a negociar es una obligación para
mi país y también debe serlo para el Reino Unido. ¿Cómo hará el Reino
Unido para decirles a otras naciones que cumplan con las resoluciones si
ellos no lo hacen?”
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