Pedro
Joaquín Chamorro era oligarca, pero no actuaba como tal. Durante toda
su vida mantuvo una vertical e insobornable posición contra la tiranía
somocista.
Muchos miembros de su clase se entendieron con Somoza, pero
no Pedro Joaquín. Al momento de su muerte (10/1/78) se preparaba para encontrarse
en México con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Por
esa época el Frente Sandinista estaba organizando al grupo de los doce.
Chamorro se consideraba el número trece del grupo que orientado por la
dirigencia Sandinista, daría la batalla política y diplomática para dar
al traste con la dictadura militar somocista. Somoza le temía a su
demoledora pluma y decía que Chamorro le ayudaba a gobernar con sus
constantes denuncias y críticas.
Somoza era un tirano
sanguinario y asesino, culpable de “Crímenes de Guerra y Crímenes de
Lesa Humanidad” formulados nada menos que por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. La mediocre e inepta oposición antiSandinista
actual solo sueña con algún día lograr igual “hazaña” contra Daniel
Ortega y equiparar al actual presidente con el abominable verdugo de los
nicaragüenses.
El asesinato del doctor Chamorro la mañana
del 10 de Enero de 1978, estremeció hasta lo mas profundo las fibras de
la sociedad nicaragüense. Fue una sacudida brutal que sacó de su letargo
a miles de ciudadanos que hasta ese momento solo miraban los toros de
largo, mientras la autodenominada “invicta” guardia somocista masacraba a
los mejores cuadros del Frente Sandinista.
El que mas tenía
que perder con la muerte de Chamorro, irónicamente era Somoza. Chamorro
le era políticamente mas util vivo que muerte, por mucho que el
dictador odiara los mortales dardos salidos de la elegante pluma de
Pedro Joaquín. Era una política editorial brillante, que nada tiene que
ver con la pobreza ideológica que hoy muestran las elucubraciones
politiqueras de su antigua república de papel.
Somoza fue
supuestamente el primer sorprendido y a quien mas le interesaba aclarar
el crimen, ya que el pais entero lo señalaba como el gran culpable.
Somoza era un asesino “por definición” pero no era tonto. En un tiempo
corto, el dictador había logrado desenmarañar la madeja del magnicidio.
El dictador presentó ante la prensa nacional e internacional los
resultados de sus pesquizas.
Entre los autores intelectuales
se sindicaba al cubano batistiano antiCastrista, Pedro Ramos, dueño de
un vampirezco negocio de sangre conocido como Plasmaféresis y a Fausto
Zelaya, ministro de Somoza. El dictador pasó por alto el involucramiento
de su hijo Anastasio, apodado por el pueblo con el remoquete de “el
chigüin” y el de Cornelio Hüeck, presidente del congreso nacional.
El
sicario principal era Silvio Peña Rivas, quien con Harold Cedeño
contrataron a un campesino de León, Domingo Acevedo Chavarría, apodado
por los periodista como “cara de piedra” para dispararle al doctor
Chamorro.
En su libro “Nicaragua traicionada” ni el propioo
dictador se atrevió a acusar al FSLN del magnicidio. Sin embargo, los
enemigos del pueblo, quienes siempre hacen causa común con la misma
potencia extranjera que desde la época de William Walker ha ultrajado la
dignidad nacional, han creado una fantasiosa novelita atribuyendo la
autoría del asesinato del Dr. Chamorro al Frente Sandinista.
Jamás
han presentado la mas mínima evidencia creíble que confirme tan
peregrina tesis, repetida cada año que se acerca el aniversario de la
muerte del mártir, a quien curiosamente la Oligarquía actual no
reinvindica como su héroe.
En su libro “Sueños del corazón”
doña Violeta Chamorro acusa al FSLN de todos los males habidos y por
haber en Nicaragua, menos el de ser los asesinos de su marido. Doña
Violeta fue presidenta de Nicaragua por 6 años, periodo durante el cual
tuvo acceso a información privilegiada y pudo tambien ordenar se
reabriera la investigación sobre el caso del Dr. Chamorro, pero no lo
hizo.
Ni Anastasio Somoza Debayle, con todo su odio visceral
contra el FSLN, ni doña Violeta Chamorro, la principal afectada, se
atrevieron a acusar al Frente Sandinista de la autoría intelectual del
crimen. Sin embargo, muchos adversarios del Sandinismo, siguen
repitiendo los cargos sin aportar prueba alguna mas que su frondosa
imaginación y sus cualidades novelísticas en el género de la política
ficción.
A 34 años del magnicidio del Martir de las
Libertades Públicas, como lo bautizara el gobierno Sandinista, la
Revolución ha inmortalizado su memoria fijando la fecha de su muerte (10
de Enero) como el día del traspaso de poderes en la Democracia
inaugurada el 19 de Julio de 1979.
Mientras el legado del Dr. Chamorro permanece en los anales de la patria, el actual diario La Prensa, su república de papel irónicamente vino a ocupar el vacío ideológico dejado por Novedades, el diario de la tiranía somocista, vocero del sistema que combatió hasta la última gota de su sangre.
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