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El día de ayer, 26 de enero de 2012, se realizó un acto histórico en
Guatemala: el inicio de un proceso judicial por genocidio en contra del
dictador, general en retiro y político de derecha, José Efraín Ríos
Montt.
Más de 100 masacres, 1771 muertes (de mujeres, hombres, ancianos y
niños), 1485 mujeres menores de edad violadas y el desplazamiento
forzoso de cerca de 30 ciudadanos, son algunas de los crímenes por los
cuales se acusa al general de la tierra arrasada.
Todos, hechos de terror, destructores del tejido social
y de las condiciones de reproducción social de los pueblos que
conforman la nación guatemalteca. Todos hechos que son parte,
parafraseando a Eduardo Galeano, de las venas abiertas y las heridas del
pueblo guatemalteco.
Ríos Montt se hizo jefe de Estado luego de disolver la Junta
Militar que había accedido al poder político producto de un golpe de
Estado en contra del también militar genocida, Fernando Romeo Lucas
García. En su calidad de jefe de Estado y parte del alto mando del
ejército guatemalteco, planificó, dirigió, controló y coordinó la
implementación de los planes: "Plan de Campaña Victoria 82", "Plan de
Operaciones Sofía", "Operaciones Ixil" y "Plan Firmeza 83".
Más allá del
combate militar a la guerrilla, estos planes implicaron actos que
persiguieron "quitarle el agua al pez", es decir, aniquilar la supuesta
base social de la insurgencia, con el agravante de la aplicación de
criterios como: "todos los ixiles son guerrilleros".
Tales planes y las
contundentes evidencias demuestran las implicaciones de la estructura
castrense y, a través de establecer el carácter de la cadena de mando,
las responsabilidades de la jefatura del Estado ejercida por Ríos Montt
en los hechos que por los cuales se le acusa.
En la primera deliberación judicial por este caso, el
Ministerio Público presentó un conjunto de pruebas documentales,
peritajes, declaraciones y argumentos para tipificar y cimentar la
acusación por delitos de lesa humanidad y las responsabilidades
ideológicas, políticas y militares directas que implican a uno de los
principales responsables del genocidio y etnocidio ocurridos en
Guatemala.
Ante la contundencia de las evidencias, el general genocida
prefirió guardar silencio, mientras su defensa fue incapaz de articular,
con fundamentos y pruebas, su petición para que no fuera ligado a
proceso.
Después de las argumentaciones de las partes procesales en la
audiencia, la jueza Carol Patricia Flores concluyó que existen indicios
de acciones delictivas del general en retiro, y lo ligó a proceso por
caso de genocidio e incumplimiento de deberes contra la humanidad,
dictándole caución económica y medida de arresto domiciliario.
Con esta
decisión, se abre paso para que un juzgado de crímenes de alto impacto,
proceda al desarrollo de un juicio y determine la culpabilidad del
acusado.
Empieza a dar fruto, asimismo, la querella interpuesta en el
2001 por víctimas de violaciones a derechos humanos. Es un hecho que
acontece, además, después que dicho personaje perdiera la inmunidad que,
como diputado al Congreso de la República, le había permitido evadir la
justicia, con la complicidad de estructuras políticas, militares y
asociaciones de ex militares que se han dedicado a obstaculizar este y
otros procesos que se siguen en contra de hechores materiales e
intelectuales de actos terroristas y represivos ejecutados desde fuera y
desde dentro de aparatos del Estado guatemalteco.
Esta decisión judicial es sin duda un aliciente esperanzador
para las miles de víctimas que exigen justifica. Pero como todo en este
país donde siguen intactas las estructuras de poder económico, político y
militar vinculadas al terrorismo de Estado, la condena a Ríos Montt
será un resultado producto de la lucha contra quienes desde dentro y
fuera del Estado no descansarán por tratar de desvirtuar, obstaculizar y
combatir el proceso y a las víctimas.
Esto no obstante que desde la
legalidad actualmente existente en el país y las normas internacionales
en materia de crímenes de lesa humanidad, se abre la posibilidad para
una condena ejemplar, que genere condiciones para que estos hechos no se
repitan y para que la impunidad vaya cediendo a la justicia y la
reparación.
En casos de genocidio como estos, que con tales resoluciones
judiciales adquieren legalidad y legitimidad para perseguir a los
responsables, es necesario recordar y no olvidar la cauda de 250 mil
víctimas, 45 mil desaparecidos y 1 millón de desplazados, que son
consecuencia no sólo de la política decidida e implementada por las
elites económicas, políticas y militares a través del Estado
guatemalteco y de organismos paramilitares, sino también de la
imposición, dirección, financiamiento y asesoría del Estado
estadounidense, el cual, inspirado en su Doctrina de Seguridad Nacional,
tiño de sangre a Guatemala y a toda Nuestra América desde los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Memoria, verdad y justicia en el proceso contra el general genocida.
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