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Las recientes elecciones del 6 de noviembre en Nicaragua han dado al
FSLN una victoria sin precedentes (60,85%) y a Daniel Ortega un
liderazgo rotundo y meridiano aunque inesperado para la opinión pública
internacional, con un 62,46% de los votos.
Nicaragua es objeto de
atención para los expertos y analistas de la evolución de América
Latina, sin embargo el país es un enigma para la opinión pública
española y, en particular, una fuente de sorpresas para los cientos de
internacionalistas que se decepcionaron por la derrota electoral del
FSLN en 1990 y dejaron de interesarse por ella.
Los medios de comunicación
afines a la OTAN y al dominio post-colonial sobre América Latina, han
sembrado nuestras cabezas de embustes, falsos temores, invenciones y
engaños, ocasionando una destrucción de la conciencia política en la
izquierda europea.
Es cierto que hay muchas críticas hacia el FSLN, lanzada desde sectores
conservadores y neoliberales en Nicaragua, pero también desde la
izquierda. También existe, aquí en España, un desencanto entre muchos de
los internacionalistas que hace 20 y 30 años acudieron a solidarizarse
con un pueblo diezmado por la guerra de baja intensidad de la
Administración Reagan.
Hoy se lanzan contra el sandinismo tres graves
acusaciones: la corrupción, la deriva democrática y el desprecio a los
derechos de las mujeres. Hay sectores incluso de la extrema izquierda
que añaden otra más: que Daniel Ortega ha pactado con la patronal de su
país y se lleva bien con el capitalismo del FMI. O las vertidas desde
sectores de un cristianismo de base autoestimado progresista: Daniel
Ortega negocia con un Obando reaccionario y cede a demandas de la
Iglesia conservadora de Nicaragua en aspectos como el aborto, etc.
Desde la derecha nicaragüense se critica que Ortega quiera instalarse en el poder per saecula saeculorun: que
no es un demócrata porque no deja respiro a los sectores acomodados de
la derecha y hace con ellos lo mismo que hacía Somoza con la izquierda.
Sin embargo, en Nicaragua, se pueden formular públicamente estas
acusaciones sin restricciones al ejercicio de la libertad de expresión.
De hecho la prensa escrita está al 100% en manos de la oposición, que no
ceja en instigar a una revolución de terciopelo con el apoyo desde el
exterior del poder mediático europeo.
También se observa que
la facción socialdemócrata del sandinismo –fundada por el escritor
Sergio Ramirez en 1992-- ante su fracaso y aislamiento político, se ha
ido arrimando progresivamente a la oligarquía financiera, que le da
oxígeno en sus periódicos, llegando incluso a mendigar la continua
intervención de los EEUU, cuando no la de la Unión Europea, ya no por
vía militar como hizo la Administración Reagan, sino por la del dólar,
la diplomacia y la presión mediática. Y están que trinan porque, como
contrapunto, Hugo Chávez proporciona crédito por debajo del interés de
mercado a los pequeños productores, abre mercados a las cooperativas de
Nicaragua en Venezuela, trasfiere energía a precio de costo y otorga
capitales públicos para el despegue industrial de Nicaragua.
La extrema
derecha en el país ahora no existe; fue extirpada junto con el somocismo
por la revolución; y la oligarquía históricamente dominante declina hoy
junto con las políticas de Washington en la región, aunque la inteligencia norteamericana siga recurriendo al Golpe de Estado como hizo en la vecina Honduras.
Imposible entender a este país sin tomar en cuenta que sus Fuerzas
Armadas son las herederas de aquella organización guerrillera que tomo
el poder en 1979 y más tarde tuvo que estructurarse como ejército
popular nacional para defender, por enésima vez, la soberanía de
Nicaragua frente a la agresión yankee, con una firmeza asombrosa y una
moral insobornable, fiel al pensamiento y práctica del mítico Sandino,
un padre de la patria que está en las antípodas de los fundadores
feudales europeos y conquistadores norteamericanos.
Quienes
acusan a Daniel de haber pactado con Arnoldo Alemán -- expresidente de
Nicaragua entre los años 1997 y 2001, posteriormente condenado por
corrupción y hoy absuelto -- parecen estar exigiendo para Nicaragua una
concepción inmaculada de la política, mientras aceptan resignadamente el
fraude de la democracia europea impuesto por los mercados financieros.
En la creyente Nicaragua “pactar” fue un pecado mortal instituido por
los liberales revolucionarios del siglo XIX y XX para condenar a los
conservadores cuando negociaban prebendas de clase dominante con el
imperialismo yankee, práctica que acabó pariendo a la dinastía Somoza,
un engendro que mezclaba capitalismo liberal saqueador yankee con otro
depredador nacional en forma de sanguinaria dictadura. Pero tras la
conquista de la democracia en 1979, el FSLN estuvo determinado a hacer virtud de la necesidad, teniendo
que pactar con sectores de la oposición de derechas, los que mejor
servía para asegurar la estabilidad social y la defensa de la soberanía
nacional.
Junto a esto el FSLN alcanzó nuevos éxitos con su política de reconciliación con sectores campesinos de la contra
desarmada – la llamada Resistencia -- y el entendimiento con muchos de
sus comandantes que en los años 90 se volvieron contra Washington al
percatarse de que los había utilizado como mercenarios para ahondar la
guerra civil entre la familia nicaragüense.
Por otra parte el FSLN
comenzó a tomar en consideración las creencias religiosas muy arraigadas
en el campesinado que constituye el 70% de la población del país. Al
fin y al cabo una mayoría de los guerrilleros sandinistas compartían el
cristianismo de base como un elemento-fuerza de la lucha liberadora del
General Sandino.
La claridad de este formato es algo que siempre ha
inquietado a las cancillerías europeas, pero no menos a muchos
internacionalistas de izquierdas que interpretaron estas alianzas con la
contra desarmada y con el cristianismo de base, como una
debilidad del FSLN consecuencia de su derrota electoral en enero de
1990. Y es que si algo se aprende viajando a Nicaragua (y a América
Latina) es que allí el cartesianismo europeo no funciona y que hay que
buscar otro paradigma de la razón que asuma humildemente que el
movimiento y la lucha por el Socialismo ya no tiene el epicentro en la
vieja Europa.
Y para abreviar dos breves noticias. De los 62
escaños que ya tiene el FSLN, 33 son ocupados por mujeres. ¡Cómo es
posible, que un partido acusado de no combatir el machismo caiga en tal
contrapunto!, pero quizás una vez más lo que nos inculca el poder blando
es una realidad virtual que no sucede. Y con ello viene a la memoria
aquella ironía de hace 25 años: hay que evitar a toda costa que el mal
ejemplo de Nicaragua se propague.
Katherine Hoyt, co-directora de la Red
de Nicaragua se sentía en noviembre muy satisfecha de los resultados en
las urnas, pues ese 62,4% que acaparó Daniel Ortega es casi exactamente
el porcentaje que le atribuyó CID-GALLUP en los últimos sondeos de
opinión publicado semanas antes de la contienda.
Existen
claras evidencias de que algo está cambiando en América Latina y merece
la pena seguir la pista a Nicaragua, país que seguirá siendo hostigado
por el “poder blando” e incluso demonizando a sus líderes, ayer por
desafiar al imperio desde su patio trasero y hoy por el pecado de haber
escogido el ALBA como alternativa para sacar a sus pueblos de la pobreza
secular, contrapunto del Occidente rico que implantó con democracia
“cero” su Orden Económico Neoliberal Global.
Emerge en América Latina un
ALBA cargado de esperanza, crecimiento económico y desarrollo social,
con unos valores humanos alternativos a los propagados por las clases
ricas de la vieja Europa. Y el stablishman[1].
occidental teme, con mucha razón que, con la prolongada tormenta financiera, la progresía europea pueda despertar mirándose en el espejo de América Latina
[1]
Tenemos ahora una gran oportunidad para saber de primera mano QUÉ PASA
EN NICARAGUA con la conferencia que impartirá Carlos Fonseca Terán,
Secretario Adjunto de Relaciones Internacionales del FSLN, prevista en
el Ateneo de Madrid para el martes 31 de enero.
José M. Torres Pérez es Presidente de la Fundación Rubén Darío-Campo Ciudad
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