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Por William I. Robinson - Le Monde Diplomatique
Transformar el orden establecido es infinitamente más difícil que
perpetuarlo.
La izquierda, históricamente constituida en torno a un
proyecto de transformación social, está dividida en lo referente a las
estrategias para alcanzarla. ¿Reforma o revolución ?
El debate sindical de 1914 en Estados Unidos resuena actualmente en Latinoamérica, azotada por una “oleada rosa-roja”. En Europa, parece que la tímida regulación de la economía de mercado sea el único tema en el orden del día, dado que las cortapisas neoliberales orientan la iniciativa política.
Las
comunidades utópicas o las formas de participación propias de Italia
tratan de ofrecer respuestas al estancamiento actual. Pero, ¿bastarán
para aportar una perspectiva a las izquierdas europeas ?
¿Y ahora
Perú ? Constituida en laboratorio del neoliberalismo a partir de
mediados de los años 70, América Latina ha cambiado de cara en los
últimos tiempos. Desde hace unos diez años, una gran parte de la región
“se ha pasado a la izquierda”, un fenómeno a menudo descrito como una
oleada. Ahora bien, sucede que la ola arrastra consigo un nuevo bastión
de la derecha.
La tarde de la elección presidencial peruana de junio de
2011, el candidato triunfante –Ollanta Humala, un hombre de izquierda–
proclamaba : “Nunca más el gobierno servirá a los intereses de la elite
que vende las riquezas mineras del Perú a las multinacionales. Todo esto
debe cambiar”. ¿Ruptura ? En el mismo discurso, Humala prometía, con la
misma firmeza, no cambiar nada en el modelo económico peruano.
La
ola progresista que se ha producido en América Latina, suele ser
calificada de “rosa” [“marea rosa”], debido a las diferentes corrientes
que la atraviesan. Hasta el punto que algunos gobiernos de la región,
que habían logrado la mayoría electoral movilizando a las clases
populares, ahora se ven confrontados a una doble amenaza : por una
parte, el resurgimiento de la derecha (a través de las urnas, como en
Chile en 2010, o por la fuerza, como en Honduras en 2009) ; por la otra,
movimientos de protesta alimentados por los ánimos frustrados de una
parte de la población. Dos factores que, combinados, revelan ciertos
límites internos y externos de los procesos políticos en América Latina.
La mañana del 30 de septiembre de 2010, tratando de negociar con
agentes de policía que ocupaban los locales administrativos en el centro
de Quito para protestar contra una ley que preveía la reducción de sus
beneficios salariales, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, fue
atacado, secuestrado y luego retenido en un hospital militar antes de
ser finalmente socorrido por medio de una operación de armas pesadas
llevada a cabo por un comando de fuerzas especiales (1).
Descartando la
eventualidad de un golpe de Estado, algunos observadores analizaron
entonces el acontecimiento como un “movimiento social”, desencadenado
por el enojo de una parte de las fuerzas policiales. La acción, sin
embargo, había estado coordinada : en todo el país, otras unidades de la
policía y del ejército bloquearon tanto las autopistas como los
aeropuertos internacionales de Quito y de Guayaquil, ocuparon el
Parlamento y tomaron por asalto los locales de la televisión nacional,
TV Ecuador. Entonces, ¿arranque de ira o golpe abortado en razón del
débil apoyo del ejército… ?
Que la derecha ecuatoriana y los
halcones de Washington hubieran querido ver a Correa apartado del poder
no sorprende : al cerrar la base aérea estadounidense de Manta, en el
territorio de su país, en octubre de 2007, el presidente había declarado
que “la presencia de semejante base sólo sería considerable el día en
que Estados Unidos permitiera la instalación de una base ecuatoriana en
Miami”. Además, desde su ascenso al poder, consiguió reducir en 3.200
millones de dólares el peso de la deuda extranjera, al demostrar que
ésta se contrajo ilegalmente.
En fin, no contento con prometer la
construcción del “socialismo del siglo XXI”, Correa hizo ingresar a
Ecuador en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), una iniciativa de
integración regional impulsada por Venezuela y Cuba.
Pero esta
Administración no incomoda únicamente a las elites. Desde su elección,
el presidente ecuatoriano poco a poco se distanció de las organizaciones
indígenas, los sindicatos y las asociaciones populares que lo llevaron
al poder, y que constituyen todavía la base de su electorado.
Al mismo
tiempo que dirigía públicamente la tentativa del golpe de Estado del 30
de septiembre de 2010 (y señalando con el dedo a “las fuerzas
imperialistas” y los movimientos de derechas que lo habrían fomentado),
la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador
(CONAIE), la tarde del acontecimiento, declaraba en un comunicado : “Un
proceso de cambio, por tímido que sea, corre siempre el riesgo de ser
contrarrestado, e incluso recuperado por la derecha, si el Gobierno no
establece o no refuerza progresivamente la alianza con las
organizaciones constituidas y la sociedad civil”.
Agregaba que la
política de Correa, demasiado complaciente respecto “de los sectores más
reaccionarios y de los intereses financieros emergentes”, los había
dejado lo suficientemente poderosos como para tratar de derrocarlo. Por
su parte, Cléver Jimenez –miembro de Pachakutik, el brazo político de la
CONAIE– ordenaba “al movimiento indígena y a los movimientos sociales
constituir un solo frente nacional para exigir la partida del presidente
Correa (2)”. A riesgo de quedar asociado, de hecho, a la tentativa de
golpe.
En Venezuela, la oposición registró un avance espectacular
en el momento de las elecciones legislativas de 2010, al juntar cerca
del 50% de los sufragios (3). Aunque el partido del presidente Hugo
Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) consiguió
mantenerse, no logró conservar la mayoría de los dos tercios en la
Asamblea Nacional.
Este éxito de la derecha no es totalmente ajeno a la
incesante campaña de desestabilización que lleva adelante Estados Unidos
a través de todo el país : el periodista Jeremy Bigwood reveló
recientemente que entre 2007 y 2009, el Departamento de Estado
estadounidense había pagado varios millones de dólares a periodistas
latinoamericanos, especialmente en Venezuela (4). Pero el resultado del
escrutinio de 2010 refleja también la desmovilización de una parte de
los partidarios de la “revolución bolivariana”.
Las razones son
múltiples : dificultades económicas (debidas en particular al descenso
de los ingresos del petróleo), inseguridad (5), corrupción endémica,
oportunismo dentro de las elites “revolucionarias”, lentitud del proceso
de transformación de la sociedad, etc. En ese contexto, el anuncio
oficial según el cual el presidente Chávez sufría de cáncer, el 30 de
junio de 2011, puso de manifiesto otra de las debilidades del proceso
venezolano : la concentración de poder en torno a la figura del jefe de
Estado, que hunde a la izquierda en la duda respecto de los potenciales
sucesores del dirigente actual.
En Bolivia, el presidente Evo
Morales está enfrentado desde principios del año 2010 a una ola casi
ininterrumpida de huelgas y de movimientos de movilización conducidos
por sindicatos, comunidades indígenas y diversas organizaciones
populares. Las más recientes, que denuncian la construcción de una
carretera en medio de un parque nacional protegido en territorio
indígena, fueron severamente reprimidas por las fuerzas del orden en el
mes de septiembre de 2011 y condujeron a varios miembros del gobierno a
presentar sus renuncias.
Las reivindicaciones tienen que ver
principalmente con los salarios, las medidas de austeridad y la falta de
escucha por parte del gobierno respecto de los concejales y de la
población, especialmente en el tema de la explotación de los recursos
naturales. “¿Qué es lo que ha cambiado en el curso de estos últimos años
?”, se preguntaba recientemente, en tono de burla, el célebre
intelectual neoliberal boliviano Roberto Laserna. “Mucho, si observamos
el proceso en términos de discurso y de símbolos en una perspectiva a
corto plazo. Pero muy poco, desde el punto de vista estructural o de las
tendencias económicas y sociales, en una perspectiva a largo plazo
(6)”. ¿Se trataba únicamente de una provocación ?
Se podrían
citar muchos otros ejemplos. Uno por uno, los gobiernos progresistas de
la región tropiezan contra la única opción que parece haber sido la suya
: la redistribución en el marco del capitalismo (la cual, desde el
estallido de la crisis financiera de 2008, se revela más delicada aún).
Sin
embargo, reprocharles una eventual “traición” implica reconocer que hay
países que podrían emanciparse más. Pero, ¿existen realmente ? Para
sustraerse a la economía de mercado –a través de la nacionalización
total de la economía que algunos exigen–, hay que poder contar tanto con
las tecnologías que las casas matrices extranjeras permiten aprovechar a
sus filiales en América Latina, como con los cuadros capaces de
reemplazar a los CEO (director ejecutivo) despedidos (7) : los
movimientos o partidos actualmente en el poder carecen de ellos y les
resulta difícil formarlos.
Además, la historia latinoamericana ilustra
los peligros sufridos por los proyectos considerados demasiado
“radicales” en Washington. Algunas semanas después de la elección de
Salvador Allende, en Chile, el consejero en seguridad nacional, Henry
Kissinger declaraba : “No veo por qué tendríamos que dejar que un país
se vuelva marxista simplemente porque su población es irresponsable”
(8).
¿Consecuencias ? Si bien muchas naciones de América Latina
celebraron en el 2010 el bicentenario de su independencia, permanecen
sin embargo profundamente insertas en el sistema económico planetario :
después de todo, este sistema ha presidido su desarrollo económico y
político desde la conquista, en 1492, hasta la era de la globalización
liberal.
Producción industrial, agroalimentaria, banca, turismo,
comercio minorista : a principios del siglo xxi, la fuente de beneficios
ya no se limita a la exportación mineral, pero los lazos con el
“centro” del sistema-mundo no dejaron sin embargo de crecer. Un ejemplo :
las cadenas de hipermercados internacionales controlan hoy el 70% del
comercio de la región, contra el 10 o el 20% en los años 1990 (9).
En
América Latina, quizá todavía más que en cualquier otra parte, esta
evolución ha dejado su huella. Entre 1980 y 2004, la cantidad de
personas que vivía bajo la línea de la pobreza se duplicó, y pasó de
cerca de 120 millones a más de 210 millones. La suerte de las clases más
acomodadas resultaba menos dolorosa en este continente que permanece
como el más desigual del mundo. Estas transformaciones participaron
tanto en la emergencia de importantes movimientos de protesta, como en
la llegada al poder de gobiernos que prometieron el fin de las políticas
de ajuste estructural.
Y las cosas cambian. Mientras que entre
1988 y 2003, 90.000 millones de dólares de bienes públicos fueron
liquidados por los estados de América Latina (10), la “marea rosa”
interrumpe las privatizaciones. Los gastos públicos aumentan –su monto
por habitante, se triplica en Venezuela, en 1999 y 2008– y se crean
programas sociales ambiciosos, o que se benefician con más recursos :
“Plan de urgencia social” en Uruguay, “Bolsa Familia” en Brasil (11),
“Asignación universal por hijo” en Argentina (12), etc. Por todas
partes, los derechos de los trabajadores son mejor defendidos, el
salario mínimo aumenta, y los presupuestos dedicados a la vivienda y a
la educación se incrementan : el analfabetismo retrocede en toda la
región.
Mientras que Francia, a pesar de las manifestaciones masivas,
imponía a la población un retraso de la edad de jubilación, Bolivia la
hacía pasar de 65 a 58 años. Otro ejemplo : en Brasil, la parte de los
salarios en el valor añadido aumentó un 3,6% entre 1999 y 2009, hasta
alcanzar el 43, 6% (13). En el mismo periodo, retrocedió en la mayoría
de los otros países del planeta. Los progresos son pues, incontestables
(ver tabla “Menos pobres”).
Políticas como estas explican sin
duda la popularidad que continúan teniendo en su conjunto los gobiernos
provenientes de la izquierda latinoamericana. Pero, antes incluso de
volverse más frágiles por la crisis y la reacción de las derechas,
¿bastaban, realmente, estas políticas para responder a las expectativas
de las clases populares ?
Es cierto que los gobiernos
progresistas redirigieron hacia la población más desfavorecida una parte
de las ganancias generadas por la exportación de materias primas. “No
se observa un cambio estructural, sino la reconversión de una vieja
forma de acumulación, en la cual el Estado vierte una parte más
importante de los beneficios generados por la extracción minera y
petrolera, ejerce cierto control sobre las actividades de las
multinacionales, y una parte más amplia de los ingresos de las
exportaciones es redistribuida bajo la forma de programas sociales”
(14), estima el economista boliviano Alberto Acosta, ex ministro de
minas y de medio ambiente. “¿Cómo hacer de otra manera, para construir
las carreteras, los centros de salud, las escuelas que nos faltan y para
satisfacer las demandas de nuestra sociedad ?, responde Álvaro García
Linera, vicepresidente del país (15).
No deja de ser cierto que a
pesar de lo que se diga, cuando las reformas fiscales son tímidas, los
cambios significativos del desigual sistema de redistribución de las
riquezas, suelen ser más raros. En América Latina, la carga fiscal
promedio sigue siendo débil : 22,9% del PIB (Producto Interior Bruto)
frente al 36,2% para los países de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE).
En Brasil, entre 2006 y 2007, “el
número de individuos que poseen más de un millón de dólares de activos
financieros se incrementó en un 19, 1%”, observa el economista Pierre
Salama (16). El historiador Perry Anderson estima : “Lejos de ser una
amenaza para los propietarios, el Gobierno [de Luis Inácio Lula da Silva
(2003-2010)] los ha favorecido mucho”. Según él, “el capitalismo no
tuvo jamás tanta prosperidad como bajo Lula. Los círculos financieros y
los industriales brasileros se cuentan dentro de los sostenedores del
gobierno de Lula.
La bolsa brasileña superó a todas las demás plazas del
mundo. Las subvenciones vertidas en el marco del programa “Bolsa
Familia” no representan sino el 0,5% del PIB, mientras que los intereses
de la deuda pública se incrementaron del 6% al 7%, y los impuestos se
estancaron o disminuyeron” (17).
Como otros países ubicados a la
izquierda, Brasil no ha realizado verdaderamente una transformación
estructural susceptible de erradicar las causas de la pobreza y las
desigualdades : el mejoramiento de las condiciones de vida sigue siendo
frágil, puesto que se basa en programas gubernamentales que podrían ser
suspendidos –incluso suprimidos–, como consecuencia de un cambio de
gobierno o de un plan de austeridad “impuesto” por una recesión
económica… Por otra parte, la palabra “privatización”, prohibida por la
Administración de Lula, reaparece en el discurso de su sucesora, Dilma
Roussef.
Las reformas han sido más profundas en Venezuela, donde
se insertan en un proyecto ambicioso de transformación del Estado, de
cuestionamiento de la noción de propiedad privada y de refuerzo de la
participación popular dentro del sistema democrático. Al mismo tiempo
que comprometía a su país en la vía de lo que llamó “el socialismo del
siglo xxi”, a partir de 2005, Chávez trataba de constituir un bloque
antiliberal aliándose con Cuba, y uniendo a su doctrina a algunos países
vecinos, en especial la Bolivia, de Evo Morales y el Ecuador, de
Correa.
En los tres Estados, asambleas constituyentes designadas por
referéndum se reunieron para reformar la constitución en beneficio de
las clases populares, invertir las políticas neoliberales más
emblemáticas, renacionalizar el sector de la energía y los recursos
naturales con el fin de invertir en programas sociales.
Aunque en
2010 el sector privado seguía siendo responsable del 70% de la
producción de la riqueza nacional, la Administración de Chávez, desde su
llegada al poder, nacionalizó gran cantidad de sociedades en el sector
de la energía, de las telecomunicaciones, de la extracción minera, de la
alimentación, de la construcción o del sector bancario. Alentó también
la creación de miles de pequeñas empresas agrupadas en cooperativas, y
redistribuyó varios millones de hectáreas de tierra en beneficio de los
agricultores (una etapa que todavía no han atravesado ni Bolivia ni
Ecuador).
Estos gobiernos –denunciados como “radicales” por los
observadores moderados y liberales– conquistaron el poder a partir de
elecciones que los ubicaron al frente de Estados corruptos,
clientelistas, burocráticos y oligárquicos. Una ruptura parece haberse
producido tras cada votación : la amenaza más grande que pesa sobre
estos países quizás proviene menos de la derecha, que del “interior” del
bloque en el poder. Prebendas, nepotismo, baronías locales : cuando los
cuadros competentes faltan, los “empresarios de la revolución” se hacen
cargo.
Ellos se muestran menos inclinados a transformar la situación
que los promueve al rango de nueva clase privilegiada. Y luego, a medida
que su nivel de vida progresa, una parte de la población afronta de
manera diferente la urgencia de la transformación social…
Armados
de banderas sobre las que se podía leer “Ni capital ni burócratas. Más
socialismo y más revolución”, miles de sindicalistas, miembros de los
partidos de izquierda y de representantes de los círculos asociados,
desfilaron en las calles de las grandes ciudades de Venezuela a finales
de 2010 y a principios de 2011 para pedir el refuerzo del código de
trabajo, la prosecución del proceso de nacionalización de las industrias
estratégicas, el refuerzo del poder de los obreros en el marco de las
corporaciones sindicales, en particular sobre los sitios recientemente
nacionalizados. Pero el capitalismo internacional no se deja apabullar
fácilmente… Algunos parecen quedar satisfechos tomando nota (por lo
menos por ahora). ¿Pero es así, realmente ?
Con la esperanza de
compensar el desgaste causado por la crisis de 2008 y de generar
ingresos atrayendo capitales internacionales, el presidente ecuatoriano
firmó en 2009 una ley sobre las extracciones mineras que autoriza la
explotación de los recursos mineros por multinacionales sin consulta
previa con las comunidades, que podrían verse afectadas : una violación
de las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Una nueva ley acuerda también a las industrias mineras, petroleras y
agroalimentarias un acceso preferencial al agua : resulta sospechosa de
preparar la privatización de las redes de distribución. Las protestas
entre las comunidades autóctonas provocadas por esta orientación, fueron
a veces reprimidas por la policía y el ejército. Defender el medio
ambiente, sus bases indígenas y el mejoramiento de las condiciones de
vida del conjunto de la población no siempre es fácil.
El proyecto
ecuatoriano Yasuní ITT es revelador ; apunta a recurrir a la “comunidad
internacional” para evitar que se exploten los recursos naturales en el
corazón de un espacio especialmente importante para la biodiversidad.
Ahora bien, los fondos prometidos no llegan. La cuestión es ¿Puede
defender Quito a la “madre Tierra” en solitario ? Algunos movimientos
sociales, sobre todo indígenas, lo exigen.
El escritor Benjamin
Dangl compara la dinámica de los países de la “marea rosa” a “un dúo
entre movimientos sociales y Estados” (18) que se reforzaría a medida
que se intensifica la crisis mundial. Para los representantes de
organizaciones provenientes de la sociedad civil, comprometidos con el
poder público, ante la perspectiva de “cambiar el mundo”, el camino
entre colaboración y cooptación es escarpado. Si por casualidad olvidan
que su misión es representar los intereses de las bases, se llega
mecánicamente a una desmovilización y una disminución de su capacidad de
orientar las decisiones políticas nacionales.
A pesar de las
contradicciones, un índice sugiere sin embargo, que América Latina
cambia : Estados Unidos y la derecha latinoamericana continúan su
contraofensiva para tratar de invertir una tendencia que les disgusta.
Así, los gobiernos progresistas de América Latina soportan la ira de las
elites de la región : en Honduras, por ejemplo, en 2009, el gobierno
progresista de Manuel Zelaya fue depuesto por el ejército durante un
golpe de Estado fomentado por el apoyo tácito de Washington. Estados
Unidos extendió, además, su presencia militar sobre todo el continente,
instalando incluso nuevas bases.
El autor es Profesor de sociología y de estudios internacionales en la Universidad de California (Santa Bárbara). Autor de America and Global Capitalism : A critical Globalization Perspective, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2010.
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(1) Véase Maurice Lemoine, “Etat d’exception en Equateur”, La valise diplomatique, 1 de octubre de 2010.
(2) Citado por Maurice Lemoine, op. cit.
(3) Véase Renaud Lambert, “Législatives au Venezuela, une défaite à l’envers”, La valise diplomatique, 1 de octubre de 2010.
(4)
Jeremy Bigwood, “Buying Venezuela’s press with U. S. tax dollars”,
Report on the Americas, Nueva York, septiembre / octubre de 2010.
(5) Véase Maurice Lemoine, “¿Arde Caracas ?”, Le Monde diplomatique en español, agosto de 2010.
(6) Roberto Laserna, “El cambio que no cambia”, Pulso, La Paz, 8 de agosto de 2010.
(7)
Véase Álvaro García Linera, “Las cuatro contradicciones de nuestra
revolución”, Le monde diplomatique en español, octubre de 2011.
(8)
Citado por Grace Livingstone en America’s backyard : The United States
and Latin America from the Monroe doctrine to the war on terror, Zed
Books, Nueva York, 2009.
(9) Thomas Reardon y Julio A. Berdegué,
“The Rapid Rise of Supermarkets in Latin America ; Challenges and
Oportunities for Development”, Development policy review, nº 20 volume
4, Blackwell publishers, Malden, 2002.
(10) Carlos Aguiar de Medeiros, “Asset-striping the state”, New Left Review, Londres, enero-febrero de 2009.
(11) Leer Geisa Maria Rocha, “¿Cuál es el balance social de Lula ?”, Le Monde diplomatique, en español, septiembre de 2010.
(11) Leer Geisa Maria Rocha, “¿Cuál es el balance social de Lula ?”, Le Monde diplomatique, en español, septiembre de 2010.
(12)
Leer Cécile Raimbbeau, “En Argentina, los “piqueteros” se impacientan”,
Le Monde diplomatique en español, noviembre de 2011.
(13) Comunicado nº 47 del Institut de recherche économique appliquée (IPEA), mayo de 2010.
(14)
Carmelo Ruiz Marrero, “The New Latin American ‘Progressismo’ and the
Extractivism of the 21st Century”, Americas program, 17 de febrero de
2011.
(15) García Linera, op. cit.
(16) “Lula a-t-il vraiment fait reculer la pauvreté ?”, Alternatives internationales, hors-série nº 7, París, diciembre de 2009.
(17) Perry Anderson, “Lula’s Brazil”, London Review of Books, vol 33, nº 7, 31 de marzo de 2011.
(18) Benjamin Dangl, Dancing with Dynamite : Social Movements and States in Latin America, AK Press, Baltimore, 2010.
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