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Una tarea de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones
Unidas, que en la actualidad está teniendo lugar en Durban, Sudáfrica,
es extender las decisiones políticas previas, limitadas en alcance y
solamente parcialmente aplicadas.
Estas decisiones se remontan a la
Convención de 1992 de la ONU y al Protocolo de Kyoto de 1997, al que
Estados Unidos rehusó unirse. El primer periodo de compromiso del
Protocolo de Kyoto termina en 2012. El ambiente más o menos general
anterior a la conferencia fue capturado por The New York Times en un titular:
Asuntos urgentes, pero bajas expectativas
todo el mundo y de Estados Unidos dice que sus gobiernos deben dar a una prioridad más alta al calentamiento global y apoyan vigorosamente acciones multilaterales para atenderlo.
La mayoría de los ciudadanos estadounidenses está de acuerdo, aunque el PIPA aclara que el porcentaje
“ha estado declinando durante los últimos años, de forma que la
preocupación de Estados Unidos es significativamente más baja que el
promedio mundial —79 por ciento, en comparación con 84 por ciento-”.
Los estadounidenses no perciben que hay un consenso científico acerca de la necesidad de acción urgente sobre el cambio climático... Una gran mayoría piensa que se verá afectada personalmente eventualmente por el cambio climático, pero sólo una minoría cree que está siendo afectada ahora, contrariamente a la opinión de la mayoría de los demás países. Los estadounidenses tienden a subestimar el nivel de preocupación de otros estadounidenses.
Estas actitudes no son accidentales. En
2009 las industrias de energía, apoyadas por el cabildeo corporativo,
lanzaron varias grandes campañas que arrojan dudas sobre el casi unánime
consenso científico sobre la severidad de la amenaza de calentamiento
global inducido por los seres humanos.
El consenso solo es casi
unánimeporque no incluye a los muchos expertos convencidos de que las advertencias acerca del calentamiento global no son suficientemente fuertes, y por el grupo marginal que niega por completo la validez de la amenaza.
La cobertura habitual de este problema, dijo, se basa en lo que se llama mantener un
balance: la abrumadora mayoría de los científicos en un lado, y los
negadoresen el otro. Los científicos que emiten las advertencias más sombrías son ignorados en su mayor parte.
Un
efecto de esto es que escasamente una tercera parte de la población de
EEUU cree que existe un consenso científico sobre la amenaza del
calentamiento global, mucho menos que el promedio mundial, y
radicalmente inconsistente con los hechos.
No es un secreto que el gobierno estadounidense está arrastrando los pies en cuanto a asuntos climáticos.
Los públicos de todo el mundo han criticado en gran parte la forma en que Estados Unidos está manejando el problema del cambio climático, según el PIPA.
En general, Estados Unidos se percibe ampliamente como el país que ha tenido el efecto más negativo sobre el ambiente del mundo, seguido por China. Alemania ha recibido las mejores calificaciones.
A
veces es útil, para tener una perspectiva de lo que está ocurriendo en
el mundo, adoptar la posición de observadores extraterrestres
inteligentes que contemplan las extrañas ocurrencias en la Tierra.
Observarían, asombrados, que el país más rico y poderoso en la historia
del planeta ahora encabeza a los lemmings en su alegre avance hacia el precipicio.
El
mes pasado, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), formada
en 1974 a instancias del secretario estadounidense de Estado Henry
Kissinger, emitió su informe más reciente sobre el acelerado incremento
de las emisiones de carbono provenientes del uso de combustible fósil.
LA AIEA calculó que si el mundo sigue avanzando por su ruta actual, el
presupuesto de carbonose habrá agotado para 2017. El presupuesto es la cantidad de emisiones que puede mantener el calentamiento global en un nivel de 2 grados Celsius, considerado el límite de seguridad.
El economista en jefe de la AIEA, Fatih Birol, dijo:
La puerta se está cerrando... Si no cambiamos la dirección ahora en cuanto a cómo usamos la energía, terminaremos más allá de lo que los científicos nos han dicho que es el mínimo (de seguridad). La puerta se habrá cerrado para siempre.
También el mes pasado, el
Departamento de Energía estadounidense informó acerca de las cifras de
emisiones para 2010. Las emisiones
aumentaron en la mayor cantidad registrada hasta ahora, citó la Associated Press, lo que significa que
los niveles de gases de invernadero son más elevados que el peor de los escenarios posiblesanticipados por el Panel Internacional sobre Cambio Climático en 2007.
John
Reilly, codirector del Programa sobre Cambio Climático del Instituto de
Tecnología (IPCC, por sus siglas en inglés) de Massachusetts, dijo a la
Ap que los científicos han considerado, en general, que las
predicciones del IPCC pecan de conservadoras –a diferencia del pequeño
grupo que
negadoresque atraen la atención pública-. Reilly informó de que el escenario del peor de los casos estaba aproximadamente a la mitad de los cálculos de posibles resultados dados a conocer por científicos del MIT.
A medida que estos ominosos informes se daban a conocer, el diario Financial Times
dedicó una plana entera a las optimistas expectativas de que Estados
Unidos podría llegar a ser independiente en cuanto a energía durante un
siglo con la nueva tecnología para la extracción de combustibles fósiles
estadounidenses.
Aunque las proyecciones son inciertas, informa el Financial Times, Estados Unidos podría
pasar de un salto sobre Arabia Saudí y Rusia para convertirse en el mayor productor del mundo de hidrocarburos líquidos, contando tanto el petróleo crudo como los líquidos ligeros de gas natural.
De
ocurrir este feliz suceso, Estados Unidos podría conservar su hegemonía
mundial. Más allá de algunos comentarios sobre el impacto ecológico a
escala local, el Financial Times nada dijo acerca de qué tipo de
mundo emergería de esas emocionantes perspectivas. La energía es para
quemarse, y que se lleve el diablo al ambiente global.
Prácticamente
todos los gobiernos están dando al menos pasos vacilantes para hacer
algo acerca de la catástrofe que se avecina. Estados Unidos está la
cabeza en esto –al revés-. La Cámara de Representantes de Estados
Unidos, dominada por los republicanos, ahora está desmantelando las
medidas ambientales introducidas por Richard Nixon, que en muchos
aspectos fue el último presidente liberal.
Este comportamiento
reaccionario es una de muchas señales de la crisis de la democracia
estadunidense durante la generación pasada. La brecha entre la opinión
pública y la política pública ha crecido hasta convertirse en un abismo
en asuntos centrales del debate político actual, como el del déficit y
los empleos. Sin embargo, gracias a la ofensiva propagandística, la
brecha es menos de lo que debería en el asunto más serio de la agenda
internacional hoy en día, y posiblemente en la historia.
Se puede
perdonar a los hipotéticos observadores extraterrestres si llegan a la
conclusión de que al parecer estamos infectados por algún tipo de locura
letal.
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