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Daniel del Pino - Público
Se acabó a las 21.42
horas del 12 de noviembre de 2011.
Il Cavaliere, Silvio Berlusconi, "el
mesías", "el mejor presidente de la historia de la República", el
"amado por todos los italianos" -por citar algunos de los piropos que él
mismo se ha concedido en 17 años de carrera política- presentó esta
noche su dimisión al presidente, Giorgio Napolitano.
Ciertamente, lo suyo ha tenido mucho de régimen.
Y los motivos que han provocado su salida: crisis económica,
corrupción, ruptura social y debacle de las instituciones, podrían
paragonarse a las mismas que mostraron la puerta de salida a Mubarak en Egipto o a Ben Ali en Túnez.
Pero a diferencia de ellos, Berlusconi se va, no porque el pueblo le haya echado, sino porque el propio Napolitano ha impuesto un Gobierno guiado por una persona, Mario Monti, que goza del beneplácito de un electorado sin sede oficial: el mercado.
La
herencia que deja en el país es tan devastadora que es comprensible que
los ciudadanos celebren su marcha y den la bienvenida a Monti. Y
hoy empezará a comprobarse si la fiesta se alargará en el tiempo.
Napolitano abrirá a las nueve una fase de consultas con los partidos
políticos para confirmar a Monti como el candidato óptimo y ya por la
tarde, a eso de las cinco, le encargará la formación del nuevo Ejecutivo
en lo que es la crisis de Gobierno más rápida de la historia italiana.
El
lunes, Super Mario jurará el cargo y la Bolsa dará el veredicto final.
Goldman Sachs, la aseguradora privada de la que es consejero, ya
vaticinó el resultado: "La prima de riesgo bajará hasta los 350 puntos".
El Banco Central Europeo pensará que el euro está salvado.
Pero
precisamente porque el proceso de transición no ha seguido los pasos
básicos de lo que hasta ahora hemos conocido como democracia occidental,
Monti entra en un campo minado recién instalado por su antecesor. Il Cavaliere ha exigido que el Gobierno dure lo menos posible y que Monti no pueda presentarse a las elecciones
Berlusconi,
en una nueva jornada de intrigas políticas, consiguió convencer a los
miembros de su partido, el Pueblo de la Libertad (PdL), de darle el
apoyo al economista con muchas condiciones.
La primera es que será un Gobierno con fecha de caducidad: hasta que terminen de aplicarse los 39 puntos que Il Cavaliere
prometió a Bruselas como medidas anticrisis. La segunda, que no pueda
presentarse a la reelección. "Tranquilos, podemos retirarle nuestro
apoyo cuando queramos", era el mensaje que según todos los medios
Berlusconi dio a los suyos, que seguirán atentamente los movimientos en
el Parlamento.
Y eso es lo que ya sabe Napolitano, que si ya
gozaba de la simpatía y admiración de los italianos, se ha convertido en
ídolo de masas por haber hecho en una semana lo que la izquierda no ha
conseguido en todo este tiempo.
El
Gobierno será completamente técnico y estará formado por economistas en
su mayoría. Todas personas de confianza de Monti. La lotería mediática
habla del profesor Guido Tabellini de la Bocconi, la Universidad que vio
nacer a Súper Mario, como ministro de Economía.
Se barajan también los
nombres de Fabrizio Saccomani, director general del Banco de Italia, o
de Lorenzo Bini Smaghi, hasta el pasado martes consejero del Banco
Central Europeo.
Y con el mismo perfil, por si alguien dudaba de
qué condiciones han puesto a Monti en el poder, una larga retahíla de
nombres en los que destacan dos. El de Cesare Mirabelli, expresidente
del Consejo Superior de la Magistratura y consejero también en
Bankitalia, como ministro de Justicia; y el de la senadora Emma Bonino,
sin cartera aún conocida, pero que sería la única mujer. Como en los
consejos de administración de las grandes multinacionales.
Hasta
el último momento Berlusconi trató de imponer a su hombre fuerte, el
subsecretario Gianni Letta, como viceprimer ministro, algo que no
aceptaron ni la oposición ni el propio Monti, con el que estuvo reunido
durante dos horas en Palazzo Chigi. El resultado será un Ejecutivo
apolítico en el que el interés central será los 1,9 billones de deuda
pública.
En el PdL toca
refundación. Ayer se conformó en la Cámara un nuevo grupo con los
parlamentarios disidentes que dejaron a Berlusconi sin mayoría el pasado
martes. El futuro de los posfascistas de Alianza Nacional es incierto.
Se habían puesto con fuerza a la posibilidad de un Gobierno técnico y es
posible que una vez pasen la tempestad y los reproches, vuelvan al
redil del centroderecha.
En la cuneta queda el socio de
Berlusconi, Umberto Bossi, que, como anunciado estos días, volverá a la
"lucha política" desde los bancos de la oposición. Al líder de la Liga
Norte le llegará en breve su propio final por haber acompañado hasta
este punto a Il Cavaliere.
Las bases del partido le esperan a la
vuelta de la esquina y terminará pasando a la historia más por sus
constantes insultos y su obsesión por hacer peinetas desde el palco a
los periodistas, que por sus logros. Italia seguirá siendo Italia y la
Padania, lo que es: una mentira.
Y
entre coros que cantaban el aleluya de Händel, gritos de "bufón" y "a
la cárcel" y lluvia de monedas -como le sucedió a Bettino Craxi, el
primer ministro que cerró la I República- la plaza celebraba a las
puertas del Palacio del Quirinal y Palacio Grazioli (la residencia del
ex primer ministro) la renuncia de Berlusconi.
Las redes sociales
estallaban de júbilo con mensajes de agradecimiento a Napolitano e
insultos a Berlusconi.
La oposición lo había celebrado justo
después de votar en el Parlamento la Ley de Estabilidad (380 votos
favorables, el resto, de 630, abstenciones), las reformas que tendrá que
aplicar Monti.
Algunos diputados de Futuro y Libertad brindaron
en la Cámara. Antonio Di Pietro, líder de Italia de los Valores,
aseguraba que "Italia ha sido liberada", mientras que Pierluigi Bersani,
del Partido Democrático (PD), se adjudicaba la victoria: "Es el PD el
que le ha mandado a casa".
Hoy empieza todo de nuevo en la Italia técnica. Veremos cuánto dura.
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