Foto Gerardo Iglesias/Rel-UITA |
Por Gerardo Iglesias - Rel-UITA
Esperamos a Maribel en la ruidosa cafetería de un supermercado, en la zona céntrica de Cartagena.
Edna Guzmán, ex trabajadora de SEATECH y presidenta de la Fundación Manos Muertas, alerta: “Ya vas a ver lo delgada que está”, y aunque estoy en preaviso, no dejo de sorprenderme cuando la veo. Luego advierto que su demacrado cuerpo es expresión de su profunda tristeza.
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-¿Qué edad tenías cuando comenzaste a trabajar?
-Tenía más de 30 años. No recuerdo la fecha con exactitud. Desde que me encuentro enferma me cuesta recordar las cosas claramente. Pero fue cuando mi esposo me dejó sola con mis cuatro hijos que decidí entrar a trabajar en SEATECH.
-¿Te acuerdas de tus tareas en la empresa?
-Sí, yo estaba encargada del procesamiento del atún.
-¿Cómo era el trabajo?
-Mira, era una tarea que exigía mucho. Se nos demandaba producción y si no llegábamos al número éramos despedidos. Movimientos repetitivos y procesamiento a gran velocidad eran una constante en aquel trabajo. Yo no podía dejarlo porque soy madre de cuatro niños y cabeza de familia. Me dolían las manos, el pulmón y la espalda durante todo el día…
-¿A qué hora empezaba tu jornada de trabajo?
-Entrábamos a las siete de la mañana a la planta. Me levantaba a las cuatro de la mañana, porque tenía que dejar el desayuno y la comida pronta para mis hijos. Y no teníamos horario de salida. Podíamos salir a las cinco de la tarde, como a las once de la noche. Normalmente regresaba a la casa a las once de la noche.
-Y una vez en la casa, ¿qué hacías?
-Cuando llegaba los niños ya estaban dormidos, así que durante todo el día solo lo veía unos minutos a la mañana. Trataba de comer algo y bañarme para quitarme el olor a pescado, pero la mayoría de las veces me dormía en la silla del comedor.
-Mencionaste el dolor en la espalda, en las manos…
-Sí, pero tenía que continuar sin perder el ritmo para no quedarme sin trabajo. La mayoría de las veces me automedicaba y me vendaba para seguir con las tareas. Una vez me enfermé de alergia, y a pesar de que ella era provocada por el trabajo que realizamos en la planta, la empresa amenazó con despedirme si no mejoraba, porque decían que se podía contaminar el pescado. Yo tenía manchas en todo el cuerpo, pero el día que enviaron al médico para la revisión las manchas ya no estaban. Fue un milagro, porque muchas compañeras perdieron el trabajo por esa alergia.
-¿Tenían tiempo de pausa?
-Prácticamente no, porque la media hora del almuerzo se consumía haciendo la fila para conseguir los alimentos.
-¿Trabajaban paradas en el procesamiento del atún?
-De pie, sí, durante todas las horas.
-¿Cuántos días a la semana trabajabas?
-Generalmente de lunes a viernes, pero muchas semanas trabajábamos también los sábados.
-¿Tuviste licencia en los años que trabajaste para la empresa?
-No. La empresa a veces nos daba un período libre cuando no había producción o se realizaba limpieza en la planta. Pero esos descansos –llámalo así- no eran pagos.
-¿Recuerdas cuándo comenzaste a enfermarte?
-Comencé con dolores constantes en manos, espalda y pulmones. Pero llegó un momento en que, además, empecé a sufrir de un agotamiento extremo, se me dormían los dedos, se me caían las cosas de las manos y el dolor se extendió al brazo y al hombro.
Por aquella época en que los síntomas se agravaron, pedí permiso un día a mi jefe para concurrir a la enfermería. Cuando el médico me vio me encontró el pecho muy inflamado y me otorgó permiso para concurrir a la clínica a que me revisaran. Ese fue el último día que trabajé en la empresa. En 2007 me tuvieron que operar de urgencia del túnel carpiano.
-¿Y actualmente estás con dolor siempre?
-Sí, y varían las zonas. Algunos días me levanto con dolor en las manos y otros con dolor en la espalda y en el hombro. He perdido mucho peso. Cuando comencé a trabajar pesaba 82 kilos. En la peor época llegué a pesar 40 kilos y tuve que ponerme en manos de un nutricionista para que me ayudara. Actualmente estoy en 50 kilos, y es que soy bastante alta.
-¿Actualmente estás sin trabajar?
-Ya no puedo trabajar más. Mi último intento fue el de poner un puesto de venta de comida en casa, pero me quemé la mano por no poder sostener las ollas. Además, como te comentaba al principio, sufro problemas de concentración y memoria. Ya casi no puedo salir sola porque muchas veces me pierdo y no recuerdo dónde estoy o qué estaba haciendo.
La Fundación Manos Muertas me ayudó a conseguir la pensión. No es mucho lo que obtengo por mes, pero estoy muy agradecida de haber conseguido esa ayuda.
-¿Y la empresa…?
-¡Nada! Y esto es muy triste. Yo dediqué años y muchísimas horas a esa empresa a pesar de que las condiciones de trabajo no eran buenas, y me siento totalmente defraudada.
La empresa no se hizo responsable y no me contribuyó en nada. Yo me enfermé trabajando en la empresa y ellos me dejaron sola. De haber sabido lo que me deparaba el futuro no hubiera trabajado nunca allí.
Tengo deudas, y la diferencia entre la pensión y lo que yo ganaba antes es grande. Ahora cobro el mínimo, y evidentemente no me alcanza para mantenerme. Vivo con uno de mis hijos que no trabaja, y con el dinero que me ingresa de la pensión debo arreglármelas para enfrentar las cuentas, las deudas y poder mantenernos. Pero la mayoría del tiempo debo comprar fiado y las deudas siguen aumentando.
Es un círculo del que no puedo salir porque no puedo trabajar y generar ingresos extras. Es muy triste vivir así.
-¿Y hay más compañeras enfermas?
-Sí, muchas, pero tienen miedo de perder el trabajo si cuentan lo que les pasa. Es muy difícil manejar esta situación. Yo por suerte conté con la ayuda de la Fundación Manos Muertas, y recomiendo a mis compañeras que se acerquen porque sé lo que están viviendo.
He hablado con compañeras que se sienten solas, tristes, que no saben qué hacer ni cómo manejarse. La depresión es común entre las compañeras con estas dolencias, y sentir el apoyo y la compañía que yo sentí en la Fundación, es muy importante.
-Se te nota… muy triste…
-Estoy siempre triste. Es muy difícil vivir así. Sufro además de mareos, dolores de cabeza y el último síntoma en aparecer fue el dolor en las rodillas. Quiero ser la persona que era antes, pero el dolor no me deja.
Fuente: Rel-UITA
-¿Y la empresa…?
-¡Nada! Y esto es muy triste. Yo dediqué años y muchísimas horas a esa empresa a pesar de que las condiciones de trabajo no eran buenas, y me siento totalmente defraudada.
La empresa no se hizo responsable y no me contribuyó en nada. Yo me enfermé trabajando en la empresa y ellos me dejaron sola. De haber sabido lo que me deparaba el futuro no hubiera trabajado nunca allí.
Tengo deudas, y la diferencia entre la pensión y lo que yo ganaba antes es grande. Ahora cobro el mínimo, y evidentemente no me alcanza para mantenerme. Vivo con uno de mis hijos que no trabaja, y con el dinero que me ingresa de la pensión debo arreglármelas para enfrentar las cuentas, las deudas y poder mantenernos. Pero la mayoría del tiempo debo comprar fiado y las deudas siguen aumentando.
Es un círculo del que no puedo salir porque no puedo trabajar y generar ingresos extras. Es muy triste vivir así.
-¿Y hay más compañeras enfermas?
-Sí, muchas, pero tienen miedo de perder el trabajo si cuentan lo que les pasa. Es muy difícil manejar esta situación. Yo por suerte conté con la ayuda de la Fundación Manos Muertas, y recomiendo a mis compañeras que se acerquen porque sé lo que están viviendo.
He hablado con compañeras que se sienten solas, tristes, que no saben qué hacer ni cómo manejarse. La depresión es común entre las compañeras con estas dolencias, y sentir el apoyo y la compañía que yo sentí en la Fundación, es muy importante.
-Se te nota… muy triste…
-Estoy siempre triste. Es muy difícil vivir así. Sufro además de mareos, dolores de cabeza y el último síntoma en aparecer fue el dolor en las rodillas. Quiero ser la persona que era antes, pero el dolor no me deja.
Fuente: Rel-UITA
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