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Por Ricardo Salgado - Rebelión
La reunión de la conducción del Frente Nacional de Resistencia Popular, junto a la Comisión Política del mismo, marca definitivamente una nueva etapa de la historia en la lucha política del país.
Los resultados demuestran que se mantiene una posición francamente democrática, al dejar las decisiones más trascendentes a la Asamblea General de la organización, con lo que esta cobra una relevancia contratante con las líneas de decisión anti democráticas de los partidos tradicionales. Las posiciones de las tendencias muestran ahora más puntos en común, y el debate sobre la estrategia de lucha se centrara en sendas posturas de gran coherencia, con argumentos sólidos, muy bien planteados.
Este evento pone fin a muchos temores sobre el futuro del Frente Nacional de Resistencia Popular, al tiempo que ha puesto de relieve la verdadera composición de la discusión política del país, la que la oligarquía ha tratado de manipular, tratando de oxigenar un bipartidismo que en la práctica ya no es capaz de demostrar su razón de ser. Una de los asuntos que muy pocas veces abordamos es la condición de la derecha local post golpe, y cuál es la condición de las derechas del continente en su contexto; este es un tema que debemos discutir profundamente, sin abandonar los procesos de reflexión sobre nuestras propias condiciones.
La derecha local, aunque uno de sus pilares fundamentales de competencia política queda debilitado en el proceso del golpe de Estado, es en líneas generales favorecida y fortalecida, quedando en poder de un control absoluto de toda la maquinaria de represión y coerción que le permiten usar la fuerza salvaje contra su oposición. Además, el golpe ha logrado darle consistencia como clase dominante, lo que le ha permitido ver que en la medida que su oponente se fortalece, su cohesión como clase resulta imperativa. Contrario a lo que pudimos pensar sobre el debilitamiento económico del Estado, en el sentido de que el mismo favorecía únicamente nuestra causa, la derecha financiera local se ha convertido en un gran usurero cuya única víctima es el Estado mismo. El endeudamiento interno debilita el Estado pero fortalece a la clase dominante.
La clase oligarquía hondureña es más fuerte económicamente desde que se dio el Golpe de Estado, y no ha necesitado ni bajar intereses para las actividades productivas, ni ha necesitado ampliar su cartera de clientes, ni ha tenido problemas para resolver su sobre liquidez. Por otro lado, las deudas en mora del sector empresarial medio y pequeño, agotada por el debilitamiento del mercado interno han servido para ir cambiando paulatinamente la configuración de la tenencia de medios de producción, forzando una crisis a la burguesía local, y dando más poder al sector especulativo que se apropia directamente de trabajo, y patrocina una agudización de la agresión contra el trabajo productivo asalariado de país.
La idea neocolonial de imponer Ciudades Modelo, es una vía que permite la posibilidad de privatizar porciones del país (el tamaño mínimo de cada ciudad modelos seria 1000 kilómetros cuadrados según Romer), lo que abre un válvula idónea para que los conglomerados en el país, asociados con grandes capitales transnacionales, desarrollen esta nueva visión neoliberal del progreso neoliberal, liberando los capitales acumulados, y dejando al Estado como el deudor que financia el proyecto anti nacional, es decir nosotros, como pueblo, financiaremos estas ciudades estado. Esta no es una derecha debilitada, por el contrario, se trata de un poder que avanza aceleradamente en la hipoteca, en el concesionamiento de todo lo posible, mientras deja al Estado con una deuda absolutamente impagable, y, como dijo Fidel en algún momento en la década de los ochenta, moralmente incobrable.
El desarrollo acelerado de la riqueza especulativa ha creado muchos espacios de crisis en el país, que mantiene intacta su situación de dependencia, atraso y miseria, el mercado interno se ha debilitado, y los niveles de inflación son más elevados que lo que admiten las autoridades monetarias del país. Dentro de este esquema de “guerra” económica se somete ideológicamente a la clase trabajadora, empleada o no, con el fin de contrarrestar su tendencia a organizarse, y formular un proyecto alternativo de poder. En general, el imperativo de subsistir en condiciones tan adversas, traen consigo la obligación de un pragmatismo de supervivencia impuesto desde “arriba”.
Como podemos apreciar, las condiciones planteadas, están dominadas por relaciones económicas abismalmente desventajosas para las mayorías, cuya única mercancía sigue siendo su fuerza de trabajo. El debilitamiento continuado del Estado ha alcanzado un punto en el que todas las posibilidades reales de la población de mejorar su calidad de vida sean prácticamente inexistentes. La función primordial de la mayoría de los hondureños es hoy la supervivencia; sin lugar a dudas esta no es una derecha débil ni mucho menos.
De aquí se nos plantean dos alternativas para nuestro accionar futuro: a) reaccionamos de forma pasiva y dejamos que se prosiga por la vía del desmembramiento del Estado nación; o b) Nos organizamos y conformamos una alternativa real, una concepción económica distinta que se contraponga a la tendencia del sistema. Claro que esa alternativa debe forzosamente estar destinada a disputar y arrebatar el poder político de las manos de esta oligarquía, y estructurar un proyecto de mediano plazo que a través de la acumulación cuantitativa de transformaciones, alcance en algún momento un salto cualitativo definitivo en las estructuras de Honduras.
El Frente Nacional de Resistencia Popular es una organización política, integrada por múltiples sectores sociales, y políticos, que más allá de compartir su rechazo al golpe de Estado, y definirse anti oligárquica, están constituidos por hombres y mujeres que son víctimas directas y permanentes de este explosivo coktail neoliberal que se campea por nuestra nación. No hay ninguna diferencia entre los problemas que aquejan a alguien que se dice liberal, o alguien que es UD, o feminista, o transexual. La situación de nuestra diversidad, aunque define cuerpos sociales bien diferenciados, no está exenta de la realidad económica y política del país; la única forma de superar estos es tomando el poder político de la nación.
El frente como tal es la entidad amplia de la que ahora mismo hablamos; estratégicamente ha logrado posicionarse entre el pueblo en resistencia, y la integración de todos los sectores que hoy siguen en resistencia con algún distanciamiento del núcleo, como los Liberales en Resistencia, la Unificación Democrática, el FAPER, el MRP, el Movimiento 5 de Julio, el PTS, PSOCA, el Movimiento Nueva Democracia, los obreros, el magisterio, los defensores de Derechos Humanos, y muchos más, constituyen una fuerza de masas formidable, que necesita trabajo (sin demeritar todo lo que se ha hecho hasta la fecha) en la parte organizativa en la formación, y una consolidación de todos sus liderazgos a nivel del país. De las contradicciones debe pasarse a la colaboración y el trabajo conjunto. Hoy más que nunca estamos obligados a perseguir un objetivo, un ideal, un cuerpo de ideas coherente, que defina nuestra lucha y marque el camino a seguir. Definitivamente, el brazo político del frente es el frente mismo.
La derecha local, aunque uno de sus pilares fundamentales de competencia política queda debilitado en el proceso del golpe de Estado, es en líneas generales favorecida y fortalecida, quedando en poder de un control absoluto de toda la maquinaria de represión y coerción que le permiten usar la fuerza salvaje contra su oposición. Además, el golpe ha logrado darle consistencia como clase dominante, lo que le ha permitido ver que en la medida que su oponente se fortalece, su cohesión como clase resulta imperativa. Contrario a lo que pudimos pensar sobre el debilitamiento económico del Estado, en el sentido de que el mismo favorecía únicamente nuestra causa, la derecha financiera local se ha convertido en un gran usurero cuya única víctima es el Estado mismo. El endeudamiento interno debilita el Estado pero fortalece a la clase dominante.
La clase oligarquía hondureña es más fuerte económicamente desde que se dio el Golpe de Estado, y no ha necesitado ni bajar intereses para las actividades productivas, ni ha necesitado ampliar su cartera de clientes, ni ha tenido problemas para resolver su sobre liquidez. Por otro lado, las deudas en mora del sector empresarial medio y pequeño, agotada por el debilitamiento del mercado interno han servido para ir cambiando paulatinamente la configuración de la tenencia de medios de producción, forzando una crisis a la burguesía local, y dando más poder al sector especulativo que se apropia directamente de trabajo, y patrocina una agudización de la agresión contra el trabajo productivo asalariado de país.
La idea neocolonial de imponer Ciudades Modelo, es una vía que permite la posibilidad de privatizar porciones del país (el tamaño mínimo de cada ciudad modelos seria 1000 kilómetros cuadrados según Romer), lo que abre un válvula idónea para que los conglomerados en el país, asociados con grandes capitales transnacionales, desarrollen esta nueva visión neoliberal del progreso neoliberal, liberando los capitales acumulados, y dejando al Estado como el deudor que financia el proyecto anti nacional, es decir nosotros, como pueblo, financiaremos estas ciudades estado. Esta no es una derecha debilitada, por el contrario, se trata de un poder que avanza aceleradamente en la hipoteca, en el concesionamiento de todo lo posible, mientras deja al Estado con una deuda absolutamente impagable, y, como dijo Fidel en algún momento en la década de los ochenta, moralmente incobrable.
El desarrollo acelerado de la riqueza especulativa ha creado muchos espacios de crisis en el país, que mantiene intacta su situación de dependencia, atraso y miseria, el mercado interno se ha debilitado, y los niveles de inflación son más elevados que lo que admiten las autoridades monetarias del país. Dentro de este esquema de “guerra” económica se somete ideológicamente a la clase trabajadora, empleada o no, con el fin de contrarrestar su tendencia a organizarse, y formular un proyecto alternativo de poder. En general, el imperativo de subsistir en condiciones tan adversas, traen consigo la obligación de un pragmatismo de supervivencia impuesto desde “arriba”.
Como podemos apreciar, las condiciones planteadas, están dominadas por relaciones económicas abismalmente desventajosas para las mayorías, cuya única mercancía sigue siendo su fuerza de trabajo. El debilitamiento continuado del Estado ha alcanzado un punto en el que todas las posibilidades reales de la población de mejorar su calidad de vida sean prácticamente inexistentes. La función primordial de la mayoría de los hondureños es hoy la supervivencia; sin lugar a dudas esta no es una derecha débil ni mucho menos.
De aquí se nos plantean dos alternativas para nuestro accionar futuro: a) reaccionamos de forma pasiva y dejamos que se prosiga por la vía del desmembramiento del Estado nación; o b) Nos organizamos y conformamos una alternativa real, una concepción económica distinta que se contraponga a la tendencia del sistema. Claro que esa alternativa debe forzosamente estar destinada a disputar y arrebatar el poder político de las manos de esta oligarquía, y estructurar un proyecto de mediano plazo que a través de la acumulación cuantitativa de transformaciones, alcance en algún momento un salto cualitativo definitivo en las estructuras de Honduras.
El Frente Nacional de Resistencia Popular es una organización política, integrada por múltiples sectores sociales, y políticos, que más allá de compartir su rechazo al golpe de Estado, y definirse anti oligárquica, están constituidos por hombres y mujeres que son víctimas directas y permanentes de este explosivo coktail neoliberal que se campea por nuestra nación. No hay ninguna diferencia entre los problemas que aquejan a alguien que se dice liberal, o alguien que es UD, o feminista, o transexual. La situación de nuestra diversidad, aunque define cuerpos sociales bien diferenciados, no está exenta de la realidad económica y política del país; la única forma de superar estos es tomando el poder político de la nación.
El frente como tal es la entidad amplia de la que ahora mismo hablamos; estratégicamente ha logrado posicionarse entre el pueblo en resistencia, y la integración de todos los sectores que hoy siguen en resistencia con algún distanciamiento del núcleo, como los Liberales en Resistencia, la Unificación Democrática, el FAPER, el MRP, el Movimiento 5 de Julio, el PTS, PSOCA, el Movimiento Nueva Democracia, los obreros, el magisterio, los defensores de Derechos Humanos, y muchos más, constituyen una fuerza de masas formidable, que necesita trabajo (sin demeritar todo lo que se ha hecho hasta la fecha) en la parte organizativa en la formación, y una consolidación de todos sus liderazgos a nivel del país. De las contradicciones debe pasarse a la colaboración y el trabajo conjunto. Hoy más que nunca estamos obligados a perseguir un objetivo, un ideal, un cuerpo de ideas coherente, que defina nuestra lucha y marque el camino a seguir. Definitivamente, el brazo político del frente es el frente mismo.
Muchas cosas habrán de cambiar a lo largo de los meses que tenemos por delante, la situación será cada vez más apremiante, por eso estamos en la obligación de entender la realidad con mucha precisión. La derecha, la oligarquía no está debilitada ni mucho menos; es el estado hondureño el que se ha venido a menos. La derecha es un enemigo impresionante, no solo por los recursos con los que cuenta, sino por la decisión de la derecha continental a pelear cada centímetro de tierra a los pueblos de nuestra América, así como la política hegemónica que sirve los intereses colonialistas del gobierno transnacional mundial. Sin embargo, no es invencible.
El frente, por otro lado, es joven, y necesita mucho trabajo y compromiso de todos; los militantes de sus diversos componentes están ahora obligados a dejar de lado sus diferencias y trabajar por el bien común, pero es la única fuerza que capaz de cambiar la historia en el país. Por eso ha llegado la hora de trabajar, sin descanso, hasta haber conquistado esta nueva etapa en el camino a la refundación, que no es otra cosa que la construcción de la nación socialista, iluminada por el pensamiento revolucionario de todos los tiempos.
El frente, por otro lado, es joven, y necesita mucho trabajo y compromiso de todos; los militantes de sus diversos componentes están ahora obligados a dejar de lado sus diferencias y trabajar por el bien común, pero es la única fuerza que capaz de cambiar la historia en el país. Por eso ha llegado la hora de trabajar, sin descanso, hasta haber conquistado esta nueva etapa en el camino a la refundación, que no es otra cosa que la construcción de la nación socialista, iluminada por el pensamiento revolucionario de todos los tiempos.
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