Este domingo el pueblo venezolano será protagonista de una jornada histórica: o ratifica masivamente con sus votos la continuidad y profundización del proceso revolucionario en Venezuela o, en caso de no hacerlo, le estará abriendo la puerta a la restauración conservadora. Eso es lo que está en juego.
Lo segundo puede ocurrir por obra y gracia de dos diferentes eventualidades: una derrota electoral del chavismo (lo que parece como altamente improbable, por no decir imposible) o bien una victoria parcial del gobierno en las urnas pero insuficiente para garantizar el adecuado acompañamiento de la Asamblea Nacional (AN) a las propuestas e iniciativas del presidente Chávez.
Estas dos alternativas responden a un mismo factor: la abstención electoral. Si en esta coyuntura el pueblo chavista no asume al sufragio como un arma revolucionaria y reedita los altos niveles de abstención registrados –el 44 % registrado, por ejemplo, en el referendo constitucional de Diciembre del 2007- entonces el futuro de la Revolución Bolivariana se verá muy seriamente comprometido. Tal vez, y ojalá me equivoque, irreparablemente comprometido.
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