¿Qué más se puede decir de este pueblo hondureño, que ha cumplido su día 45 de lucha marchando en todo el país, y desafiando nuevamente la autoridad espuria de un régimen de facto que no quiere dejar el poder?
Faltan los adjetivos para describir las caras agotadas de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, que han entrado triunfalmente en Tegucigalpa y San Pedro Sula después de una caminada de más de 120 kilómetros.
No importa el número, aunque son varias decenas de miles las personas movilizadas en todo el país, sino el gesto de desafío, de testaruda voluntad de bajar la cabeza y aceptar, como ocurría hace años, la ruptura del orden institucional por parte de una clase económica, política y militar que aún parece no darse cuenta que Honduras ha cambiado, que sus hijos e hijas han cambiado, que toda América Latina se ha enrumbado hacia una nueva página de su larga, y muchas veces, sufrida historia.
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Faltan los adjetivos para describir las caras agotadas de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, que han entrado triunfalmente en Tegucigalpa y San Pedro Sula después de una caminada de más de 120 kilómetros.
No importa el número, aunque son varias decenas de miles las personas movilizadas en todo el país, sino el gesto de desafío, de testaruda voluntad de bajar la cabeza y aceptar, como ocurría hace años, la ruptura del orden institucional por parte de una clase económica, política y militar que aún parece no darse cuenta que Honduras ha cambiado, que sus hijos e hijas han cambiado, que toda América Latina se ha enrumbado hacia una nueva página de su larga, y muchas veces, sufrida historia.
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