jueves, 30 de julio de 2009

Un país transformado en cárcel

El gobierno de facto sigue violando los derechos de la familia del presidente Zelaya, erigida en símbolo de la libertad del pueblo hondureño

por Giorgio Trucchi - Rel-UITA

Hay cosas que a veces no basta contarlas, hay que vivirlas para poder creerlas.
Lo que en estos últimos días de julio está ocurriendo en la pequeña ciudad de El Paraíso es algo que trasciende lo que una mente humana normalmente dotada podría imaginarse.

Porque el hecho de que una familia no pueda salir de su país sin el temor a no poder regresar nunca más simplemente por llevar un determinado apellido, es algo que en esta época debería pertenecer a la ciencia ficción y no a la trágica realidad en la que está sumergido Honduras desde el pasado 28 de junio.

No obstante, el gobierno de facto continúa asegurando que todo está bien, y que el país regresó a la normalidad.


Con la voz firme y los ojos enrojecidos por las lágrimas del estupor que experimenta al enfrentarse diariamente a la estupidez retrógrada de una manada de personas armadas, la primera dama Xiomara Castro de Zelaya sigue viviendo quizás el momento más difícil de su vida.


Después de que el 28 de junio los militares irrumpieron disparando en su casa a las dos de la mañana y se llevaron a su marido, el presidente Manuel Zelaya Rosales, la primera dama y el resto de su familia tuvieron que soportar las amenazas, el acoso y el miedo a ser arrestados.

Se escondieron, se dividieron para no ser detectados, pero nunca pensaron en irse al exilio.


Secuelas del horror


“Hace un mes que mis hijos y yo no dormimos por el temor a que vengan a arrestarnos. Nos despertamos asustados, tenemos miedo, no nos dejan vivir en paz y ahora no nos están permitiendo reencontrarnos con el padre de mis hijos e hijas”, dijo emocionadamente Xiomara Castro durante una reunión con representantes de diferentes sectores de la ciudad de El Paraíso, algunos de los cuales son afines al actual gobierno de facto.


La presencia de la familia de Manuel Zelaya en esta pequeña ciudad ha desencadenado reacciones diversas en la población. Mientras decenas de personas se mantienen resguardando la entrada del hotel que hospeda a la primera dama y su comitiva, en medio de un fuerte cerco militar, los sectores de la derecha golpista local realizaron una marcha “por la paz y la democracia”, profiriendo consignas ofensivas contra ella y pidiéndole que se fuera, “porque nada tiene que hacer acá”.

Extraña concepción de “paz y democracia” tienen estas personas.

A 31 días del golpe de Estado, la familia Zelaya sigue intentando llegar hasta la frontera con Nicaragua para reunirse, aunque sea por algunos momentos, con el Presidente de Honduras.


“A mi marido, el Presidente de la República, lo sacaron a empellones. Entraron a mi casa, rompieron puertas, le apuntaron con armas en su sien y en su pecho y lo amarraron de las manos y de los pies. Lo sacaron de Honduras y ahora queremos reunirnos con él, pero con una posición muy clara: queremos regresar al país”, explicó la primera dama.


La vergonzosa maniobra orquestada el 28 de julio por diferentes Poderes del Estado que apoyaron el golpe, preveía el retiro de todos los retenes militares en la carretera que conduce de la capital Tegucigalpa a la frontera de Las Manos, y la rápida salida del país de Xiomara Castro y algunos de sus hijos, prohibiéndoles después regresar a Honduras, donde su combativa presencia en las movilizaciones del movimiento popular le está haciendo mucho daño a la imagen que el gobierno golpista quiere dar del país.

“Hay varios departamentos que siguen viviendo en estado de sitio. Me quieren negar el derecho de amar y querer estar en mi país, mientras que a mi marido le quieren negar el derecho a encontrar a su familia.
Es un derecho –continuó Castro– que todos los hondureños tenemos. Me engañaron, me trajeron hasta acá con un habeas corpus que nunca quisieron enseñarme y que supuestamente rezaba que me iban a llevar con mi familia y con las personas que se encontraban con nosotros hasta la frontera.


Cuando llegamos a El Paraíso, el coronel de la 110 Brigada le negó el tránsito a la gente que me acompañaba porque estaba suspendido el derecho a la libre locomoción. Obviamente no acepté seguir sola, ya que no confío en este régimen dictatorial militar que secuestró a mi esposo, a la paz y la tranquilidad de mi hogar y la del pueblo hondureño.

Hoy somos nosotros, mañana puede ser cualquiera de las personas que están acá”, explicó la primera dama.


Nadie se rinde


La familia del presidente Manuel Zelaya sigue pidiendo llegar hasta la frontera con Nicaragua acompañada por las decenas de personas y miembros de las organizaciones de derechos humanos que garantizan su seguridad y el derecho a regresar al país.

“Hoy hemos visto cómo en varios departamentos del país se están viviendo cosas de los siglos pasados, cuando sitiaban las ciudades, impedían la entrada de cualquier producto para agotar a la población, violando los derechos ciudadanos lo que es típico de un régimen dictatorial.


Hoy –continuó con fuerza Xiomara Castro– estoy defendiendo mis derechos, y este esfuerzo puede ser un ejemplo para todas las personas que se sienten violentadas en sus derechos, mientras este gobierno de facto quiere acallar sus voces que denuncian los atropellos que se están cometiendo”, aseveró.


Ya terminando el día, la familia del presidente Manuel Zelaya estaba esperando todavía una respuesta del Ejército acerca de la posibilidad de trasladarse hacia la frontera con un grupo de por lo menos 60 personas.

La primera dama salió varias veces a saludar y compartir con la gente que seguía demostrando su solidaridad, en las afueras del hotel, cuyo dueño –presionado por los poderosos locales- ya informó a la comitiva tenía que deberá abandonar las habitaciones en la mañana del jueves 30.


“Vamos a seguir resistiendo, reclamando nuestros derechos porque nadie nos los puede negar. Lo que más me ha dolido en toda esta triste historia es el engaño y la traición. El engaño de un hombre que dijo ser amigo, y que el sábado previo al golpe me llamó para decirme que todo estaba bien y que el Ejército iba a apoyar al Presidente en la supervisión del proceso de la Consulta Popular.


A las pocas horas, el general Romeo Vásquez Velásquez estaba dando la orden de entrar a mi casa, disparando y secuestrando al Presidente”, concluyó Xiomara Castro respondiendo a una pregunta de Sirel.




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