Por Maurice Lemoine | Mémoire des Luttes
En un discurso pronunciado el 1 de noviembre desde la “Freedom Tower”, símbolo del exilio cubano en Miami, el Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, se refirió a una "Troika de la tiranía" y un "Triángulo del terror" al referirse a Cuba, Nicaragua y Venezuela, los tres miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Como resultado de la toma de posesión de Nicolás Maduro el 10 de enero, fecha de inicio de su segundo mandato, es hacia Caracas que la "comunidad internacional" dirige esencialmente su mirada.
Como complemento perfecto de Washington, el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, convocó una sesión extraordinaria para tratar la situación en ese país, con la esperanza, hasta ahora mil veces decepcionada - por falta de la mayoría necesaria- de poder sancionar a Venezuela. Como preámbulo, los trece países "pro Washington" que forman el Grupo de Lima [1], que el Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo copatrocina por videoconferencia, habían confirmado el 4 de enero, desde la capital peruana, que no reconocerían el nuevo mandato de Maduro. Una decisión sin legitimidad y que México, hasta entonces miembro del "cartel" pero que recientemente se trasladó al centro izquierda tras la elección de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se negó a seguir. Además de Cuba, Nicaragua y Bolivia (también miembro del ALBA), el gobierno uruguayo (centroizquierda) y los movimientos sociales latinoamericanos también la han denunciado. Sin embargo, el 10 de enero, la OEA la ratificó (19 votos a favor [2], 6 en contra, 8 abstenciones y 1 ausente).
Sin embargo, a pesar de pasar más desapercibida, la ofensiva liderada por Washington y la derecha continental también representa una seria amenaza para la Nicaragua sandinista.