sábado, 24 de enero de 2015

Grecia. Una oportunidad para romper con la lógica del sistema

Por Laura González de Txabarri y Mikel Noval | LQSomos  

Lo ocurrido en Grecia en los últimos años es el ejemplo más claro de cómo las políticas de ajuste de la Troika (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) llevan a la ruina social. Se han aplicado las políticas neoliberales más extremas (privatizaciones, dejar sin derecho a sanidad pública a partes importantes de la población, eliminar el valor de los convenios colectivos,…), para crear las condiciones que garanticen más negocio y beneficios empresariales y favorecer los intereses de la banca y los acreedores.

El pueblo griego está sufriendo terribles consecuencias. La situación que se vive en las calles es difícilmente transmitible con datos, pero debemos mencionar algunos:

– Una tasa de paro del 23,7% (con una tasa de paro juvenil del 57%). El paro se ha multiplicado por 2,2. Las cifras serían aún mayores si no se hubiese producido un fuerte aumento de la emigración.

– El PIB ha caído un 17,6% de 2010 a 2014.

– Se ha producido un fuerte aumento de la pobreza. La pobreza infantil ha pasado del 23% en 2008 al 40%.

– Casi una de cada tres personas se ha quedado sin derecho a asistencia sanitaria. Además, para el resto se han impuesto fuertes medidas restrictivas (recorte de derechos, copago, etc.).

Cuando se habla de rescates de la Troika realmente de lo que se está hablando es de créditos que se dan al gobierno, que tienen que ser devueltos, y con intereses. Además, estos créditos se otorgan a cambio del compromiso del gobierno de turno de aplicar determinadas medidas (la denominada «condicionalidad», que normalmente se traduce en dar dinero a la banca y todo tipo de reformas para recortar presupuestos o derechos sociales y laborales). La única ventaja que reciben los gobiernos es que los tipos de interés aplicados en estos créditos son menores que los que obtiene en el mercado.

En 2010 la Troika concedió al gobierno de Grecia un crédito de 110.000 millones de euros. En 2011 se firmó un nuevo crédito por valor de 130.000 millones de euros. En este momento, y a expensas de lo que pase en las elecciones del 25 de enero, se prevé una nueva negociación a corto plazo para un nuevo crédito. Para hacernos una idea de la magnitud de esas cifras, cabe indicar que actualmente el PIB de Grecia es de unos 182.000 millones de euros.

Esta política de los «rescates», además de las graves consecuencias sociales que está acarreando, está dando lugar a un doble efecto:

– Por un lado, un fuerte crecimiento de la deuda pública. Según el FMI la deuda de Grecia en 2014 será de un 174% del PIB, mientras que en 2009 este porcentaje era del 130%. Se ha producido un trasvase de la deuda privada a deuda pública.

– El 80% de la deuda pública griega está ya en manos de gobiernos o instituciones internacionales (los que dan los créditos de la Troika). Por su parte, la banca privada internacional ha reducido su exposición a esta deuda un 55% desde 2010.

Todo el mundo sabe que la deuda pública griega no se va a poder pagar. La actuación de los últimos años, agravando el problema, tiene como objetivo permitir que, como en su día ocurrió en América Latina, se salve en ese impago a los acreedores privados (en especial a la banca), a costa del conjunto de la población.

En este contexto, y como hemos indicado, el 25 de enero se van a celebrar elecciones en Grecia. Desde la Troika (Juncker, Merkel, Gabriel, Renzi, Rajoy, Moscovi, etc.) se exige al futuro gobierno de Grecia que asuma los compromisos hasta ahora firmados. Una forma suave de decir que se puede votar, pero que no se pueden cambiar las políticas que se aplican. Quienes dicen eso no están, precisamente, atendiendo a lo que significa la palabra democracia.

Estas elecciones de Grecia son muy importantes para quienes queremos que se rompa con la lógica de las políticas antisociales de la Troika. La posible victoria de Syriza abre una oportunidad para cuestionar de raíz las políticas que se vienen aplicando en Grecia y en el conjunto de la Unión Europea.

El mayor miedo que tienen los actuales gobiernos europeos es que el nuevo gobierno de Grecia tome decisiones unilaterales que rompan con el status quo del sistema (es decir, que rompan con las reglas que impone su sistema: control presupuestario, pago prioritario de la deuda antes que servicios como la sanidad o la educación…). Así, por ejemplo, cuando Syriza plantea en su programa que se realice una auditoría de la deuda, para determinar qué parte es legítima o qué parte no lo es, se abre una oportunidad para que se declare el impago de la deuda no legítima o para que el gobierno imponga una reestructuración de la parte que sí está dispuesto a pagar. Esto supondría transgredir los límites del sistema impuesto.

Ese miedo que tienen quienes están al servicio del capital es nuestra esperanza. A quienes defendemos romper con el status quo muchas veces nos dicen que lo que proponemos es totalmente imposible. Grecia puede demostrar que, igual que ocurrió en Ecuador, Argentina o Islandia, romper con la lógica del sistema no solo es posible sino que, además, es bueno. Y que ello puede ocurrir también en la Unión Europea.

Por eso quieren meter el miedo en el cuerpo a la gente. En Grecia y en el resto de Europa. Ahora, a quienes se autocalifican todos los días de demócratas hay que exigirles una cosa: que respeten la decisión del pueblo griego, aunque no voten lo que ellos quieren. No debería costarles tanto.


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