lunes, 26 de enero de 2015

El movimiento obrero y la necesidad de cambiar de sistema

Por Enildo Iglesias | Rel-UITA

El nuevo contexto global y los desafíos más apremiantes de 2015 son los temas de la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM) en Davos. Entre el 21 y 24 de enero están reunidos en esta ciudad de los Alpes suizos más de 300 jefes de Estado y de gobierno, 1.500 líderes empresariales de 140 países, representantes de organizaciones internacionales y 14 premios Nobel. Estados Unidos, China, Japón y Rusia enviaron delegaciones de alto nivel.

Según el programa, los temas clave del Foro son “la escalada de tensiones geopolíticas, la expectativa de normalización monetaria, las consecuencias sociales y económicas del cambio climático, las transformaciones que ha generado la implementación de nuevas innovaciones tecnológicas y la crisis del ébola”.

En materia económica, la discusión se centró en “cómo pueden las economías post crisis volverse más dinámicas, inclusivas y resilientes”.

Según Klaus Schwab, fundador y presidente del FEM, “Los líderes de hoy enfrentan desafíos sin precedentes en su complejidad, velocidad e interconexión.

Encontrar una manera para navegar a través de ellos en 2015 es, por lo tanto, una prioridad crítica para cada líder, no sólo para asegurar un crecimiento sustentable, sino también para reconstruir la confianza”. A estas alturas el señor Schwab no puede ignorar que ambas prioridades resultan imposibles de alcanzar.

La reunión de este año se da en medio de un complejo escenario mundial. El petróleo se está cotizando a menos de 50 dólares el barril, la profundización de problemas geopolíticos pone en peligro la expansión de la economía y el cambio climático muestra síntomas tan inocultables como catastróficos.

La organización internacional Oxfam, cuya directora ejecutiva, Winnie Byanyima, copreside este año la reunión en Davos, advirtió el lunes 19 que el próximo año la riqueza del uno por ciento más rico de la población del planeta superará la del 99 por ciento restante a menos que se revierta la actual tendencia de desigualdad y concentración de riqueza.

Además, y según los datos de 2014, la casi totalidad del patrimonio que no es de los más ricos, esto es, el 52 por ciento, está en manos del 20 por ciento que está por debajo del nivel más alto. Con lo que al 80 por ciento de la población mundial le queda únicamente el 5,5 por ciento de la riqueza.

La investigación de Oxfam muestra cómo la riqueza acumulada por el uno por ciento más rico se ha incrementado, pasando de un 44 por ciento en 2009 a un 48 en 2014. A este ritmo, para el año 2016 habrá alcanzado el 50 por ciento.

A ninguno de los “1500 líderes empresariales” presentes el informe les movió un pelo. Ya el año pasado año Oxfman había denunciado en Davos que las 85 personas más ricas del mundo poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.500 millones de personas.

Hoy la cifra se redujo a 80 personas, una disminución impresionante si tenemos en cuenta que en 2010 eran 388 personas las que concentraban la misma riqueza que la mitad más pobre. En términos netos: la fortuna de las 80 personas más ricas se ha duplicado entre 2009 y 2014.

Cambio climático
Ejemplos del desastre

Los personajes que este año se reunieron en Davos no necesitaban que nadie les avisara que sus actividades están perjudicando a la mayoría de la humanidad y cargándose al planeta.

En octubre pasado, el FEM presentó su Libro Blanco sobre responsabilidad empresarial, fruto del trabajo de siete Consejos de la Agenda Global, que presenta una visión de la sostenibilidad en los negocios y ofrece una base para el trabajo futuro. Los principales temas que preocupan a los consejos son:

    Derechos humanos.
    Cambio climático.
    Consumo sostenible.
    Derechos de la mujer.
    Lucha contra la corrupción y transparencia.


Si bien todos ellos son importantes, detengámonos en el cambio climático -uno de los síntomas del desastre al que nos conduce el perverso modelo creado y defendido por los líderes empresariales y políticos representados en Davos- y en la desigualdad denunciada por Oxfman.

Mientras el límite sustentable de concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera es de 350 partes por millón (ppm) en abril de 2014 superamos los 400 ppm, algo que no ocurría hace por lo menos 800 mil años 2.

Esto está provocando el calentamiento global y los cambios climáticos cuyos perjuicios son crecientes.

La situación es tan grave, que mientras los refugiados políticos en el mundo son 12 millones, los desplazados por consecuencias del cambio climático son 25, y pueden llegar a ser 200 millones dentro de 35 años, según el informe Cambio Ambiental y Escenarios de Migración Forzada elaborado por siete universidades el pasado septiembre.

Los estadounidenses Fred Magdoff y John Bellamy Foster, en su libro Lo que todo ambientalista necesita saber sobre capitalismo sostienen acertadamente que el dilema se da en el capitalismo, porque el capitalismo necesita crecimiento y el crecimiento lleva al desastre climático.

Y lo de la sostenibilidad en un sistema que se mueve por los beneficios, pese a que pretenda transformarse en un “capitalismo verde”, es el sueño de una noche de verano.

El capitalismo ha logrado pasar de las crisis cíclicas previstas por Marx a una crisis permanente. Por eso la minoría rica y los políticos a su servicio muestran su preocupación e impotencia en Davos.

Cuadratura del círculo
Las contradicciones irresueltas del capitalismo

Simultáneamente, ese club de países ricos que es la OCDE advierte en su previsión de la economía mundial hasta el año 2060 que el crecimiento se reducirá 60 por ciento además de aumentar la desigualdad actual.

Ahí está la contradicción que Davos no puede resolver pese a sus esfuerzos por reformar al capitalismo con fórmulas basadas en el mercado: Sin crecimiento no hay recuperación y con crecimiento se acaba con la vida en la Tierra.

Como el capitalismo es irreformable y ha dado muestras suficientes de estar conduciéndonos al colapso final, donde dejará de existir porque nos arrastró al suicidio colectivo, las soluciones no surgirán de Davos.

Por ello es urgente tomar conciencia que debemos cambiar de sistema apuntando a una nueva civilización más igualitaria y ecológica. Es una tarea ardua, dura y peligrosa –no olvidemos el poderoso aparato represivo que sustenta al sistema- pero no existe otra salida. Y en esa construcción el movimiento obrero tiene un papel importante que jugar.


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