domingo, 5 de octubre de 2014

Guatemala: ¿Por qué nos masacraron el cuatro de octubre de 2012?

Nelton Rivera González
Por Gladys Tzul Tzul | Prensa Comunitaria

A la memoria de nuestros muertos del 4 de octubre en Chuimeq’ena’ y del 20 de septiembre en San Juan Sacatepéquez.

Porque con ustedes viviremos.

 ¿Por qué? Si es sabido popularmente que cuando las comunidades de Chuimeq’ena’ (Totonicapán) se manifiestan nunca lo hacen armadas. ¿Por qué disparar más de 108 casquillos y lanzar más 90 bombas lacrimógenas a mujeres, hombres y niños que estaban almorzando?. ¿Por qué insisten en usar su razón genocida contra las sociedades indígenas? Si nuestras luchas comunitarias siempre ha sido por la defensa de la vida y nunca por la violencia.

Nos masacran a pesar de que saben que nuestro trabajo, el de nuestros padres y madres sostiene en gran parte la economía de la sociedad guatemalteca. Nos masacran aún sabiendo que del k’ax k’ol que realizamos en Totonicapán para trabajar y mantener la montaña comunal, se nutren varias cuencas que producen agua que los perpetradores de las masacres y sus familias beben diariamente.

¿Por qué? Si el ejército y la policía no tiene que actuar combinadamente contra los bloqueos y las manifestaciones. ¿Por qué el gobierno y las élites económicas le dan tan poco valor a la vida y hacen de la muerte su forma para despojar y de gobernar?

Las interrogantes anteriores dan contenido a las luchas de las comunidades de Totonicapán a dos años después de la masacre del 4 de octubre, pero estas pregunta no son exclusivas de Chuimeq’ena’, son también útiles para pensar lo que está ocurriendo en San Juan Sacatepéquez y en otros lugares que luchan por la dignidad de la vida y contra los proyectos extractivos.

Las interrogantes interpelan a los que planean y ejecutan las masacres y a quienes estarían encargados de establecer procesos de investigación para promover justicia. Como sabemos que ellos hacen caso omiso a nuestros cuestionamientos, propongo que por el momento, entre todas y todos nos respondamos. Yo intento construir una respuesta, y ésta puede ser alimentada por quienes luchan por la defensa soberana de los territorios indígenas.

Nos masacraron el 4 de octubre del 2012 porque el levantamiento de los 48 cantones de Chuimeq’ena’ contenía las luchas políticas indígenas contra el agravio, el despojo y el tutelaje. Si bien es cierto que éste levantamiento se estructuró desde demandas comunales indígenas y estaba protagonizado centralmente por las 48 comunidades de Totonicapán, los objetivos no se circunscribía exclusivamente al interés de las comunidades.

Lo que Totonicapán planteaba el 4 de octubre del 2012 tenían como espíritu una negativa profunda contra las formas de dominación y explotación que el Estado, mediante el gobierno ejerce sobre las sociedades indígenas y también sobre las no indígenas.

La protesta entrelazaba varios intereses, de tal forma que protestar contra la reforma constitucional, contra el aumento del kilovatio de la energía eléctrica y contra la reforma a la carrera magisterial podía producir un efecto expansivo y de hermanamiento con varias luchas que se libraban –y se libran- hoy día en Guatemala.

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¿Por qué no estamos de acuerdo con la reforma constitucional que modifica los artículos 1 y 66? Porque éstos han servido como telón de fondo  para luchar y defender las soberanía territorial de las sociedades indígenas. La conexión entre el artículo 1 y 66 deja claro que su espíritu es declarar al Estado-nación para que funcione como ente universal donde las sociedades indígenas aparezcan solamente como elementos -casi folklóricos- que forman la nación. Esto atentamente contra lo que realmente somos los pueblos indígenas, es decir sociedades que organizan su vida cotidiana en tierras comunales. De ahí es donde se producen el agua, la leña, la comida para los animales, los caminos, los cementerios, entre varios más. Los pueblos indígenas también han estructurado sistemas de gobierno para resistir y responder a la dominación, es desde estos sistemas de gobierno o juntas directivas de alcaldes comunales desde donde se pacta y se ordena los medios concretos para la vida.

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Poner un freno a las abusivas maneras de aumentar el costo del kilovatio de la energía eléctrica y exigir que nos informaran cuál era la causa de los desmedidos aumentos tenía mucha fuerza. Porque esto representa un golpe a la economía familia de la gran mayoría de las sociedad guatemalteca.

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Decir: no queremos que nuestras hijas e hijos estudien más años la carrera de magisterio. Decir: no queremos la reforma a la carrera magisterial. Porque para muchos jóvenes –como fue mi caso- ser maestra constituye un lugar de movilidad social. (marginal, pero al fin y al cabo de movilidad) Lo mismos sucede con una considerable parte de las sociedades mestizas, donde las carreras normalistas representaban la posibilidad de ingresar al mundo laboral.

Así pues, el levantamiento del 4 de octubre apuntaba contra la estructura estatal de dominación y tutelaje que el Estado quiere mantener contras los pueblos indígenas, cuestionaba profundamente la propuesta educativa y decía no queremos que el costo de la vida siga aumentando. ¿Queremos saber por qué?.

Esas tres causas tenía toda la potencia para expandirse nacionalmente. Por eso nos masacraron. No digo de ninguna forma que Totonicapán sea el centro de la lucha. Al contrario yo creo que las luchas son plurales y cobran las formas y las intensidades de manera diferente, porque estas se encuentran ancladas un territorio concreto y porque en Totonicapán nos hemos nutridos de las luchas ixiles, k’anjobales, kaqchikeles, mames, solo por nombrar algunas.

Cuando el ejercitó masacro a Rafael Batz  y Santos Nicolás Menchú, de Pasajoc; Jesús Baltazar Caxaj Puac, Francisco Ordoñez, José Eusebio Puac Ordoñez, del cantón Chipuac; y Arturo Félix Sapón Yax, de Panquix. No sólo masacró a seis personas. Nos masacró a las 48 comunidades de Totonicapán porque sus nombres, sus vidas y sus muertes tienen una intima conexión con las luchas contra los tributos coloniales de las que fueron protagonistas Atanasio Tzul, Felipa Tzoc y Lucas Akiral en 1820. Sus nombres, su vida y su muerte son parte de nuestra historia política.

Ante la matanza, las 48 comunidades respondieron con solidaridad, con pancartas de denuncia, con flores, con azúcar, con velas, con arte. Respondimos  con el K’astajimen, con el despertar, por que aún en medio de la muerte y el dolor las sociedades indígenas siempre tuvieron la capacidad de organizar  lo bello.


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