sábado, 18 de febrero de 2012

Venezuela: El imperio ya tiene candidato

Por Gerardo Szalkowicz Marcha/ALBA TV

Más del 64% de los votos obtuvo Capriles en las elecciones primarias de la denominada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), realizadas el pasado domingo. 

Con el apoyo de gran parte de los sectores empresariales y los consorcios mediáticos, el actual gobernador del Estado Miranda superó ampliamente a Pablo Pérez, el candidato de los partidos tradicionales, que sumó poco más del 30%.

Resultaron simbólicos los desempeños de la histriónica diputada María Corina Machado con su propuesta de “capitalismo popular” (3,73%), Diego Arria (1,28%) y Pablo Medina (0,49%).

En sus años juveniles, Capriles seguramente no imaginaba que hoy se estaría definiendo como “progresista”. Para ese entonces, comenzaba a formarse políticamente en la secta neonazi “Tradición, Familia y Propiedad”.

Nació el 11 de julio de 1972, en el seno de una de las familias más adineradas del país, propietaria de un emporio mediático, industrial e inmobiliario y muy vinculada a los grandes lobbys sionistas mundiales. Para 1998, el partido socialcristiano Copei buscaba caras nuevas ante el acentuado desprestigio de su dirigencia. 

Su primo, el empresario Armando “Pelón” Capriles, lo promueve como candidato a diputado por el Estado Zulia -a pesar de ser caraqueño-: con sólo 25 años, y con el título de abogado bajo el brazo, llega al extinto Congreso gracias a la maquinaria copeyana.

A los pocos días de asumir pega el portazo de Copei, y en el año 2000 funda el partido Primero Justicia, junto a otros jóvenes que salían descontentos de la maquinaria bipartidista de Copei y Acción Democrática que gobernaba desde 1958. 

La organización crece al calor del financiamiento y la asesoría de agencias estadounidenses como la USAID y la NED; la plataforma política y la estrategia comunicacional es diseñada por expertos del Partido Republicano norteamericano. Ese año gana la alcaldía del Municipio de Baruta y es reelecto cuatro años más tarde. 

En 2008, representando a la coalición de partidos de derecha, llega a la gobernación del Estado Miranda, derrotando al ahora presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, entonces candidato por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Golpe a golpe

Su imagen más famosa se remonta a la tarde del 12 de abril de 2002: en medio de aquel efímero golpe de estado, encabeza el asalto a la embajada de Cuba. Las televisoras lo muestran montando una escalera y saltando la pared de la sede diplomática, para luego entrar y amenazar al embajador Germán Sánchez Otero para que entregara a los funcionarios venezolanos que se creía estaban allí escondidos.

Horas antes, había sido cortado el suministro de luz y agua del edificio mientras sus seguidores destruían los vehículos de los diplomáticos. Al día siguiente, el pueblo en las calles derrotaba el golpe de estado. Dos años después, por ese episodio Capriles debía pasar cuatro meses preso acusado de “quebrantamiento de los principios internacionales, violencia privada y abuso de funciones”.

Verso a verso

Su primera rueda de prensa como flamante candidato presidencial dejó frases como: “No creo en chavistas y escuálidos, somos todos venezolanos”; “no es hora de izquierdas ni de derechas”; “soy un seguidor del modelo brasileño”; “soy progresista, creo en el progreso”. 

Desde hace un tiempo, parte de la oposición venezolana advirtió que debía enrumbar su estrategia discursiva y despegarse de la arenga abiertamente fascista. Tienen claro que sólo podrán interrumpir la revolución bolivariana conquistando parte del voto chavista.

Sin mucha capacidad de oratoria ni grandes dotes intelectuales, y esquivando cualquier definición ideológica, Capriles se presenta como el producto marketinero de la vieja oligarquía con rostro renovado que buscará, con una retórica moderada y menos confrontativa, atraer a los indecisos y sumar a los desencantados.

Horas más tarde, el presidente Chávez tomó nota y retrucó sin eufemismos: “Habla claro burguesía, no disfraces tu discurso. Una de mis tareas va a ser quitarte la máscara”. Y calificó a Capriles como “el candidato del pasado, el candidato de los yanquis, de los apátridas y de la burguesía. El candidato del Imperio”.


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