domingo, 17 de enero de 2010

Carta abierta al cardenal Óscar Andrés Rodríguez

Sr. Rodríguez:

No lo llamo Cardenal, porque respeto merece respeto, Señor, el respeto no se lo da el cargo, usted debería de dignificar el cargo que ostenta y no al revés.

Estuve leyendo sus más recientes declaraciones a la agencia EFE en Alicante, España y con la libertad de expresión que me otorga la Constitución de la República quisiera hacerle algunas reflexiones.

Me parece que usted no ha comprendido después de tantos años que el Estado de Honduras es LAICO, por lo que sus declaraciones, todas las que interfieran en asuntos políticos, están completamente fuera de lugar.

Un Estado laico se denomina al estado, y por extensión a una nación o país, independiente de cualquier organización o confesión religiosa. [1]

En cuanto a sus opiniones sobre la unidad y la reconciliación, al interferir en asuntos fuera de su competencia, con comentarios plagados de subjetividad, preferencias políticas y personales, usted es quien más ha dividido a la sociedad hondureña. Muchos de sus antes feligreses no desean saber nada de la Iglesia Católica por su inoportuna injerencia en asuntos de estado. Muchos le solicitamos, muy amablemente, que no interfiriera en la reconciliación de los hondureños, aunque le agradecemos el gesto.

Personalmente, nunca le consideré líder espiritual de nadie; sin embargo, era mi opinión que usted era un hombre inteligente, culto y con sentido común. Por sus declaraciones en cuanto a los sucesos ocurridos el 28 de junio, que para el mundo entero fueron un Golpe de Estado Militar, he cambiado completamente de opinión.
Tal vez necesita instruirse un poco más en cuanto a las leyes hondureñas y su sentido común debería indicarle que en un Estado de Derecho no juzgamos en base a especulaciones. Me veo obligada a recordarle que usted en su calidad de prelado no debería juzgar en ninguna circunstancia, ya que los “católicos”, supuestamente dejan esos asuntos en manos de Dios.

De igual manera, debería saber que las órdenes de captura no se entregan a los militares, ya que esa no es su función y que los hogares no pueden allanarse antes de las 6:00 a.m. (por señalar unas pocas de las aberraciones jurídicas que dieron lugar a este crimen de lesa humanidad, que usted pretende ignorar y que todos llamamos Golpe de Estado Militar). De manera que, no comprendo sus argumentos para justificar el crimen perpetrado contra el Pueblo Hondureño el 28 de junio de 2009.


Quisiera que aclarara al mundo entero, en qué momento fue que usted se enteró de las intenciones del Presidente Zelaya de permanecer en el poder “veinte años más”, como lo citan en su entrevista. Dado que el Presidente Zelaya jamás manifestó en público o en privado, el afán continuista que usted asegura conocer, debemos inferir que tal vez el Presidente acudió a usted a confesarse, cosa que dudamos y en ese caso usted estaría violando un sacramento sagrado, como lo es para los católicos, la confesión.

Como colaboradora cercana del Presidente Zelaya, el legítimo mandatario de todos los hondureños y en solidaridad con muchos de los Ministros de su gestión, me inquieta tremendamente que usted, sin prueba alguna, proceda a acusarnos de saqueadores del Estado. Pensando en sus posibles motivaciones me puse a recordar los antecedentes de su padre, Andrés Rodríguez, quien en múltiples ocasiones ha sido acusado, quizá injustamente, de saqueador durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino y que tal vez usted, juzgando por su condición, pretende calumniar a personas honorables. Si usted tiene en sus manos pruebas sobre personas que han saqueado al Estado de Honduras, debería presentarlas.
El Pueblo Hondureño tiene pruebas de que usted sí ha recibido “dádivas” de algunos Presidentes.


Debo reconocer que sus palabras finales son coincidentes con todo el planteamiento del Presidente y sus colaboradores, por lo que no comprendemos como usted, “candil de la calle, oscuridad de su casa”, puede defender una situación, que al final de su entrevista condena. Me parece una incongruencia imperdonable de alguien, que se creía papable (afortunadamente para millones de católicos eso no se dio, ni se dará) que critique los atropellos que se dan en el mundo entero y aplauda los que dan sus amigos y patrocinadores en Honduras, nación a la que debería defender.

Cierro diciéndole que se haga un examen de conciencia, si es que la tiene, para que en realidad pueda brindar a sus feligreses lo que necesitan: consuelo, fe, verdad, esperanza y que su director espiritual se dedique a las tareas que le han sido encomendadas como representante de la Iglesia Católica. No lo hemos escuchado hacer un tan sólo comentario sobre las violaciones que se han cometido contra ciudadanos hondureños, sobre los asesinatos, secuestros, torturas y detenciones ilegales, todos crímenes perpetrados por este gobierno de facto. Tal vez es que ninguno de los afectados era pariente de alguna de sus poderosas amistades.

Adiós, Señor Rodríguez, espero no haberlo ofendido con mi carta. A mí y a los Ministros honestos que acompañamos al Presidente Zelaya, usted sí nos ofendió y sí nos importa cuando nos calumnian personas que francamente, no han vivido a la altura de sus palabras.

“Si Jesucristo hubiese estado del lado de los opresores, hubiese muerto de viejo” Padre Tamayo

Atentamente,


Beatriz Valle,
Viceministra de Relaciones Exteriores
Honduras


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